Capítulo Segundo: El surgimiento del gran asesino

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Después de ver tan lamentable escena, decidió concentrar todos sus esfuerzos en encontrar a su familia. Buscó por barrios, burdeles, tabernas, barrios bajos, etc., pero sus esfuerzos fueron en vano; aunque él no se rendiría tan fácilmente.

Un día recibió una invitación del Duque Wendemar para su jubilación de la vida política, Reyendar no deseaba ir, ya que este deseaba a su madre. Pero como él era una figura pública, no podía faltar. Ya allí, pasó a desearle buena fortuna a este Duque por diplomacia, y cuando se disponía a regresar a su búsqueda se encontró con una mujer, una mujer que él no esperaba que estuviese allí y que creía que iba a rescatar.

-Hermana...-dijo Reyendar-¿eres tú?

-Soy Mujer,-respondió-nada más mi señor.

Y se fué. Y al irse, él pudo observar que su hermana tenía una cicatriz en la nuca, con la forma de un círculo. Reyendar se dirigió hacia el Duque y le pidió hablar a solas.

-Muy bien.-dijo el Duque, estando a solas con Reyendar-¿Qué es lo que desea el Coronel...?

-¡¿Qué le hiciste a mi hermana?!-dijo Reyendar mientras estrangulaba el cuello del Duque.

-La salvé, la iban a matar, las inculparon de trai... traición...

-¡¡Por qué!!

-Creen que ellas estuvieron involucradas en la muerte del Vizconde Buljard. es todo lo que sé.

Reyendar soltó al Duque y se dispuso a salir de allí.

-Algo más,-dijo el Duque casi sin aliento-si buscas a tu madre y hermana, deberías ir a los calabozos o al Distrito comercial...

-De verdad amaba a mi madre.-respondió Reyendar-Pensé que solo era un tirano y un pervertido.

-Prometo no decir nada...

Y se fue de allí Reyendar, con la más grande de las felicidades en su corazón y con sus esperanzas renovadas. Hizo caso a la sugerencia del Duque y se dirigió a los calabozos, pero no encontró nada. Luego se fue al Distrito Comercial, pero tampoco entró rastro de ellas. Recorrió los muros del exterior de la capital, pensando en qué pudo haberles ocurrido a su madre y hermana, cuando de pronto levanta la mirada y observa una escena desastroza y desgarradora, una escena que lo maracría por el resto de su vida, la escena de su madre y hermana colgadas en una cruz de madera, todas ensangrentadas.

-¡¡¡MAMÁ!!! ¡¡¡RISHMEIN!!!-gritó Reyendar a los cuatro vientos-¡¡¡Maldicióóóóóóóóóóóóóóóóóónn!!!

-¿Hijo...-dijo la voz de su madre en casi un susurro?

-¡Madre! Aquí estoy. Tranquila, te bajaré de allí.

-No lo hagas hijo, te inculparán a ti también. Además, ya puedo ver a tu padre. Me está llamando.

-No, mamá. Quédate conigo. Mamá.

-No te preocupes por mí, hijo mío, ya no tengo salvación.

-¡No digas eso! ¡¡Me niego a aceptarlo!!

-Hijo, es el ciclo de la vida. Es inevitable.

-Lo sé, pero no lo acepto. ¡¡¡No lo acepto!!!

-Nos veremos pronto, hijo...

-¡Al menos dime quién hizo esto!

-No veremos... hijo...

-¡¡Quién lo hijo!!

-Wen... de... mar...

Y así exhaló lo último que le quedaba de vida. Reyendar lloraba por la muerte de su madre, pero por alguna razón contenía sus amargas lágrimas y enrumbaba hacia la casa del Duque Wendemar.

Mientras, en la mansión del Duque Wendemar, todo era risas. La fiesta por la jubilación del Duque no tenía cuando acabar, cuando de pronto llega un sirviente a los aposentos de su señor y le informa de que ya no hay licor.

-¡¡¿Qué no hay licor?!!-dijo el Duque desde su cama, se notaba que estaba ebrio-Ya voy, tengo que despedir a esos molestos personajes.

El Duque se dirigió al salón principal, y al llegar allí intentó pasar desapercibido su estado etílico.

-Damas y caballeros,-comenzó a decir el Duque-esto se ha terminado. ¡¡Váyanse!!

Los invitados no querían irse, debido a su estado etílico, que era peor que el del Duque.

-¡He dicho que se vayan!-gritó el Duque.

-¿Por qué?-preguntó una voz por allí.

-¡Porque yo lo digo!

-Confié en usted,-dijo la misma voz, la cual era de Reyendar-me dijo que amaba a mi madre. Pero me mintió, me mintió. ¡Es una maldita basura!

-Coronel, ¡con qué autoridad viene usted a insultarme en mi propia casa!

-Con la mía.-y dicho esto le arrojó una lanza, que le atravesó todo el pecho al Duque.

Wendemar clamaba por ayuda, pero todos sus invitsdos huían despavoridos. NI siquiera sus criados osaban intervenir. Reyendar llegó a donde estaba el Duque agonizante y lo decapitó, y esa cabeza la clavó en los barandales. 

De pronto, llegaron soldados a detener a Reyendar, porque ellos escucharon el testimonio de los invitados que huyeron del lugar. Pero llegaron tarde, Reyendar había escapado y la cabeza cercenada del Duque Wendemar los recibió con una mirada inexpresiva.

Desde ese día hay carteles con el rostro de Reyendar por todo el reino, diciendo que ofrecián una rencompensa a quien lo llevase a la capital vivo o muerto. La rencompensa era de 1000 Reijins.

Reyendar, de asesino a héroeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora