Capítulo Séptimo: Deuda pagada

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Akamista estaba recolectando birmis (una especie de seta) a las afueras del pueblo, de repente, una sombra se le acerca por detrás y la toca dell hombro. Akamista ni se inmuta ante tal osadía de la sombra.

-¿Estás mejor Reyendar?-le dijo Akamista a la sombra.

-¡Me siento como nuevo!-respondió este mientras retrocedía su mano.

-¿Aún no hay noticias de ellos?

-Nada, es como si se los hubiera tragado la tierra.

-No sé de estrategia, pero creo que preparan un ataque sorpresa.

-Lo mismo pienso yo.

-¿De verdad? ¡¡¡Yeeeiiii!!! ¡Al fin soy estratega!

-No te hagas ilusiones,-dijo Reyendar mientras acariciaba la cabeza de Akamista-ni en cien años podrías alcanzar la más mínima noción de estrategia.

-¡¡Eres muy malo!!-gritó Akamista mientras golpeaba a Reyendar.

El día era apacible, la naturaleza entonaba su mejor canción para alabar a sus creadores, y en medio de ese cántico el sol brilla radiante. El rostro de Akamista es inundado por los rayos del sol, revelando una belleza única, una belleza de la cual Reyendar se queda prendado. Ahora Reyendar mira a Akamista de otra manera, ya no la veía como a una niña, sino como a una mujer, una mujer hermosa. Pero antes de que Reyendar pueda articular palabra sobre lo que ahora presencia, unos gritos de terror y desesperación invaden el ambiente e interrumpen la canción de la naturaleza. Estos gritos provienen del pueblo, y cuando Reyendar se percata de ellos, corre hacia su origen. Akamista se queda de pie entre el pequeño bosque donde se encuentra, pensandoen por qué se habrá sonrojado la cara de ese asesino; o disque asesino.

Reyendar llega al pueblo y observa a una veintena de hombres armados acorralando a los pobladores, él se lanza precipitosamente contra ellos y logra matar a cuatro de estos hombres. Ellos se sorprendieron al ver su habilidad con la lanza y retroceden preocupados.

-Dejen este pueblo en paz.-dijo Reyendar con voz autoritaria.

De repente, los hombres armados se hicieron a un lado y dejaron pasar a quien parecía su líder, este tenía la estatura de u semigigante. En su mano izquierda portaba una singular lanza plateada.

-Tú eres el líder de estos rufianes.-dijo Reyendar.

-Sí,-respondió este-soy su líder. Y tú eres ese asesino llamado Reyendar, ¿verdad?

-Sí. Ahora, si valoras tu vida es mejor que te largues junto a tus secuaces.

-No gracias.-dijo este hombre mientras levantaba su lanza-No mientras tenga esta lanza.

-Esa lanza...-dijo Reyendar nervioso-es una de las Armas Legendarias.

-Exactamente. Ahora, es mejor que te rindas para salvar tu vida. Y cobrar la recompensa por tu cabeza.

-Aunque tengas esa Arma Legendaria no me rendiré. Hice una promesa.

-Tú lo pediste.-dijo el líder de los rufianes mientras se abalanzaba contra Reyendar.

La punta del Arma Legendaria estaba por perforar el corazón de Reyendar, pero él, en un movimiento a una velocidad incalculable e indetectable al ojo humano, esquivó el ataque. Luego de esquivarlo, él le clavó su lanza en la garganta al jefe de los rufianes. Este cayó al suelo chorreando sangre a litros, al cabo de unos minutos, finalmente murió.

-Imposible.-dijeron varios de sus secuaces-Él poseía un Arma Legendaria.

-Cualquiera puede portar una arma, pero solo unos pocos son dignos de poseerla.-dijo Reyendar-Su jefe no era capaz de utiliza el poder de esta lanza, si era capaz de usarlo la pelea hubiera terminado diferente. Ahora, quiero que se vayan y nunca vuelvan a cometer delito alguno, o si no, lo s cazaré. ¿Les quedó claro?

-Sí sí sí sí.-dijeron los rufianes al unísono.

Los rufianes se fueron de aquel pueblo completamente aterrados, jurando nunca más volver a delinquir. Los habitantes del pueblo le agradecieron a Reyendar por sus acciones y le prometieron cumplir con su parte del trato. En eso, Akamista llega al pueblo y encuentra la escena posterior al enfrentamineto.

-¿Pasó algo?-preguntó ella ingenuamente.

-Los rufianes llegaron, causaron problemas, los detuve, me enfrenté a su líder, lo matá, sus secuaces se rindieron, eso es todo.-dijo Reyendar con un tono de "no me importa".

-¿Y eso?

-Es un Arma Legendaria, le pertenecía al líder.

-¡¡Un Arma Legenadria!! ¡¡En serio!!

-Sí.

-¡De esas armas entregadas por los Dioses a los que nuestro planeta está consagrado!

-Sí, de esas Tres Armas Legendarias. 

-¡¿De verdad?!

-Ya, deja de sorprenderte por todo. Veamos... la probaré. ¡¡¡Lanza Relámpago!!!-de la lanza surgieron pequeños truenos, los cuales salieron disparados hacia el cielo-¡Genial! Ahora soy dueño de un Arma Legendaria.

-Gracias nuevamente, señor Reyendar.-dijo el anciano detrás de Reyendar.

-No me agradezca, ¿tiene lo que pedí?-le respondió Reyendar.

-Sí,-dijo el anciano mientras le alcanzaba un bolso de viaje-comida y agua para cinco días.

-Gracias.-dijo Reyendar mientras agarraba el bolso.

-Niña,-le dijo a Akamista-no vamos.

-¡¡¡Qué no me llames niña!!!-le respondió Akamista.

Ambos se enrumbaron por el amplio camino hacia su destino final, ellos iba molestándose mutuamente. El sol comenza a ocultarse entre las praderas, mientras que los dos viajeros seguían su camino.

Reyendar, de asesino a héroeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora