Capítulo Hexadécimo: Huida inmediata

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Akamista se levantó de su cama y fue al baño y cerró la puerta con violencia. Bargo y Reyendar se quedaron sentados mirándose mutuamente, sus miradas se cruzaban rápidas entre sí, como si se estuvieran comunicando por medio de ellas.

-Entonces,-dijo finalmente Bargo-lo hicieron.

-Eso parece.-respondió Reyendar.

-¡Cómo que "eso parece"! ¡Di algo mejor siquiera!

-No soy capaz de decir más, ni yo mismo recuerdo lo que sucedió anoche. Pero eso ya no importa, debemos marcharnos enseguida. El tiempo apremia.

-¿O tal vez no quieras decir más?

-Deja de hacerte ilusiones y empaca, nos vamos al medio día.

-Ya son más del medio día.

-Entonces apresúrate que estamos con retraso.

Reyendar salió de la habitación con un portazo, en cambio Bargo se tendió en la cama. Akamista salió del baño con una expresión de tristeza, decepción y alivio combinados. Ella no se movió de la puerta de los servicios higiénicos por un largo rato, mientras alguna que otra lagrimilla se atrevía a caer por sus mejillas.

-Lo amas, se te nota en la mirada.-dijo finalmente Bargo luego de varios minutos de incómodo silencio-Pero no quieres decírselo.

-¡No lo amo!-respondió Akamista-Y si así fuese no es asunto tuyo.

-Lo sé, pero tenía que decirlo.

No se dirigieron palabra alguna después de aquello. Al rato volvió Reyendar con una cara de extrema preocupación. Bargo, al verlo, se incorporó de un salto y comenzó a empacar el poco equipaje que los tres tenían; parecía que con esa mirada se hubieran comunicado una noticia bastante preocupante.

-¿Pas algo?-preguntó inocentemente Akamista.

-Nos encontraron...-respondió Reyendar-Debemos irnos ahora.

-¡¿Quién o quiénes?!

-Los Soldados del Sol.

-¡¡¡Los Soldados Del Sol!!! ¡Ellos son la élite de la élite! Son precisos, inhumanos, calculadores y sanguinarios. ¡¡Son monstruos!!

-Llamarlos monstruos es poco, me atrevería a decir que son demonios; o peores. Por lo cierto es que, con o sin Arma Legendaria, no soy rival para ellos.

-Estamos perdidos...

-No si escapamos ahora. Están a poco menos de una milla al sur de aquí.

-Al sur,-dijo Bargo-eso significa que no podremos ir a la capital sin ser descubiertos.

-Por eso iremos por arriba.-le refutó Reyendar.

-¿Por arriba?-preguntó nuevamente Akamista-Es decir, ¿volando?

-Volando no, saltando.

Reyendar abrió la ventana, de madera, de par en par y la luz del sol saliente de su apogeo. Él y Bargo se llevaron sus equipajes al frente con una suerte de sogas mal amarradas.

-Sube a mi espalda.-le dijo Reyendar a Akamista-No queda tiempo.

Akamista tenía la cara completamente sonrojada por el simple pensamiento de subirse a la espalda de Reyendar. Ella sabía que era preciso decidir rápido qué hacer, así que no lo pensó dos veces y se subió. Ya encima de él sintió que su espalda era fornida y llena de cicatrices, las cuales se sentían aún debajo de esas ropas.

-Vamos,-dijo Bargo-o sino corremos el riesgo de ser descubiertos.

-Tienes razón,-le respondió Reyendar- ¡en marcha!

Reyendar y Bargo atravesaron la ventana y giraron a la derecha, hacia el techo, en dos aguas, del edificio. Luego, se fueron saltando entre azoteas y tejados por toda la ciudad; siempre con dirección hacia el sur.

Reyendar, de asesino a héroeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora