Capítulo Cuarto: ¡¡¡Eres una molestia!!!

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El día era tranquilo en el ensombrecido bosque de la frontera, el intentaba penetrar la densidad de la arboleda, pero esta impedía tal tarea. El canto de las aves era muy bello, tanto que deleitaría hasta el corazón más endurecido. Los animales vivian en paz, respetando la ley de la naturaleza y el ciclo de la vida, auque...

-¡¡¡TENGO HAMBRE!!!-gritó Akamista-¡¡¡TENGO SED!!! ¡¡¡TENGO SUEÑO!!! ¡¡¡ME DUELEN LOS PIES!!!

-Pues no hubieras venido conmigo en primer lugar.-le respondió Reyendar muy molesto.

-¡¡¡Tengo hambre!!!

-No tengo comida.

-Compra algo de comer.

-No tengo dinero, pensé que tú tenías.

-¡Eeeeehh!-chilló Akamista mientras denotaba una cara de espanto y decepción-¡Pensé que tendrías algo de dinero!

-Podríamos ganar mucho dinero...

-¡Cómo!

-Si vendieras tu cuerpo.-dijo Reyendar con una sonrisa maliciosa.

-¡Nooooo! ¡¡Ni de chiste!!

-Solo era una sugerencia...

-¡Pues olvídala!

-De acuerdo, entonces tendré que ganarlo honestamente.

-Pensé que lo robarías.

-Seré asesino, pero no soy tan bajo como un ladrón. 

-Tienes moral, aunque asesines personas.

-Ese no es asunto tuyo.

Ejem... Como iba diciendo... ¿Qué decía? ¡Bah! No importa.

Ellos siguieron caminando por el amplio camino, cuando se detuvieron un instante, solo para recoger unas hierbas medicinales y otras comestibles. Luego siguieron su camino, hasta que escucharon que pasaba una carreta por detrás suyo. Reyendar empujó a un lado a Akamista y los tapó con su manto.

-¡Estás muy cerca!-susurró Akamista con la cara sonrojada-¡Quítate!

-Guarda silencio.-le respondió Reyendar en un susurro.

Estuvieron sus cuerpos a una distancia milimétrica durante varios minutos, pero esto fue interrumpido por el sonido de la misma carreta marchándose. Ambos volvieron al camino, Reyendar permanecía inmutable, mientras que Akamista tenía toda la cara roja.

-Oye niña.

-¡No me llames niña! ¡Tengo 18!

-¿En serio tienes 18?-preguntó Reyendar mientras le sobaba la cabeza a Akamista-Pensé que tenias 9.

-¡Nueve!-gritó Akamista mientras golpeaba a Reyendar en el pecho-¡Tal vez me falte altura! ¡Tal vez no sea tan desarrollada como otras chicas de mi edad! ¡¡¡Pero soy una mujer adulta, y no tienes derecho de llamarme niña!!!

-*sonido de chistar los dientes*, eres una molestia...

-¡¡¡Oye!!!

-Como sea, vámonos.

-¡Espérame!

Reyendar, de asesino a héroeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora