Capítulo Heptadécimo: Ve por ella

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Felizmente lograron salir de aquella ciudad, y siguieron un camino accidentado hacia el sur, hacia su destino. No había pasado ni un día desde su huida cuando se encontraron con un hombre caucásico vestido de negro, este tenía un arco de plata y ninguna flecha.

-No se muevan.-dijo severamente Reyendar mientras caminaba hacia ese sujeto.

-Reyendar Raynerys Tormajqui,-dijo el individuo al verlo acercarse-por fin te he encontrado.

-Puedo saber quién demonios eres.

-Soy como tú, un portador de un Arma Legendaria.

-El Arco sin Flechas, entonces eres ese sujeto.

-Sí, soy el capitán de los Soldados Del Sol. Mendevir Rajmaris Trovayor.

-¿Qué haces por estos rumbos?

-Se nos dio la orden de buscar, encontrar, capturar y llevarnos a una chica con sangre de los antiguos Jhakas.

-¡Qué! ¿La harán Jhaka?

-No lo sé, pero lo que sí sé es que un familiar suyo nos ha pedido que se la llevemos. Viva.

Al decir esto último un grupo de veinte personas salió de entre los árboles que acompañaban al accidentado camino. Bargo, percibiendo y leyendo el ambiente, se había ocultado hábilmente detrás de unos matorrales junto a Akamista, claro está.

-Sé que la estás ayudando,-continuó Mendevir-si no quieres morir es mejor que nos la entregues.

-Prefiero sus muertes.-respondió Reyendar.

A continuación se inició un brutal combate entre la veintena de individuos contra Reyendar. Estaba claro desde el principio quién tenía la ventaja en esta batalla campal y, al cabo de varios tediosos e interminables minutos, esta había concluido con la victoria del poseedor de la Lanza Legendaria.

-No esperaba menos de ti.-dijo finalmente Mendevir.

-Te llegó la hora.-respondió Reyendar.

-No saldrás vivo de esta.

Mendevir comenzó a tensar su arco y una flecha de luz dorada apareció de repente, seguidamente le apuntó a Reyendar y disparó. La flecha le rozó el rostro al "asesino" y le impactó de lleno a Bargo, que estaba perfectamente escondido, en el pecho. El portador de la Lanza Legendaria se abalanzó contra el arquero sin flechas y le abrió una herida en todo el abdomen.

-Idiota,-dijo Mendevir-¡flecha de sanación!

Mendevir se disparó esa flecha blanca y casi de inmediato sanaron todas sus heridas. Reyendar lo miró estupefacto, cuando al cabo de unos instantes se dio cuenta de que tenía una flecha clavada en su pierna. Él se retorció de dolor en el suelo mientras de su herida emanaba un torrente de sangre. Su atacante encontró a Akamista y le hizo perder el conocimiento, la ató de manos y pies y subió a una montura que había aparecido de pronto. Y así se fue el portador del arco sin flechas por el camino que allí había, mientras su acompañante auxiliaba a Bargo.

-Amigo,-dijo Reyendar-tranquilo, te recuperarás. No te dejaré morir.

-Sabes,-dijo Bargo con un tono de voz agonizante-soy una vergüenza para mi familia desde que te conocí. Pero, a cambio, he vivido muchas aventuras y aventuras hasta hoy. Creo que no sobreviviré.

-No digas eso, somos como hermanos. Tú vivirás, te lo aseguro.

-¡Déjame! ¡Olvídame! ¡Tienes que salvarla! Ella es más importante que yo.

-¡¡No digas eso!! Ere como un hermano para mí.

-Ve. Rescátala. Ella te ama, tú la amas. ¿O acaso quieres vivir el resto de tu vida con tu mala suerte en el amor?

-Pero...

-¡¡¡PERO NADA!!! Solo vete. Solo... vete...

Con esas últimas palabras Bargo dio su último aliento y su alma se fue a volar por el cielo y el espacio infinito. Reyendar le cavó una tumba allí mismo y se puso a llorar, al caer la noche tomó lo poco que tenía y fue a perseguir al desgraciado de Mendevir.

Reyendar, de asesino a héroeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora