Capítulo Undécimo: Huye y vive

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Todos salieron de la posada com alma que lleva el Bersekar (el diablo en esa cultura) hacia la plaza central de la ciudad, claro está que no se fueron por las calles, sino por sobre los techos de aquella podrida ciudad. Reyendar llevaba en brazos a Akamista, ya que ella no podía moverse como él y Bargo. Ella estaba completamente sonrojada, y su fiel acompañante lo estaba también, pero él lo ocultaba baja su capucha y un tapaboca.

Cruzar casi media ciudad para llegar a la salida secreta que mencionó Bargo, Reyendar y Akamista creyeron que sería una especie de túnel subterráneo y un pasaje secreto, pero no, no era nada más ni nada menos que la entrada a las alcantarillas.

-Pensé que no tenían sistema de alcatarillado.-dijo Akamista mientras bajaba al suelo desde los fuertes brazos de Reyendar.

-Eso es lo que Reyendar sabía desde hace tiempo,-dijo Bargo-pero este sistema de alcantarillado es totalmente nuevo. Es más, ni siquiera está terminado.

-Oh.-dijo Reyendar-Eso significa...

-¡¡Significa que te amo!!-le interrumpió Bargo.

-¡¡¡ESO NO TIENE NADA QUE VER AQUÍ!!!-le gritó Reyendar a todo pulmón.

-Perdón, me dejé llevar.

-¡¡¡Nada de que me dejé llevar!!! ¡¡Compórtate seriamente!!

-De acuerdo, volviendo a lo que les interesa. La alcantarilla aún no está terminada, he inclusive existe dentro de ella pequeños espacios por los cuales meterse y salir de la ciudad.

-¿Cómo sabes acerca de ellos?

-Simple, yo trabajé en esta obra hasta hace unos días. Los obreros hicieron esa aberturas para poder salir más fácilmente de allí.

-Tal parece que la pereza de otros resultó ser el beneficio de uno.

-Exactamente, ahora, ¿están listos?

-Sí.-dijeron Reyendar y Akamista al unísono.

Los tres entraron a la alcantarilla, con una determinación que sobrepasaba cualquier montaña. Dentro, olía a cemento fresco y un poco a desperdicios, pero eso no detuvo a los tres intrépidos viajeros y siguieron su camino. Van avanzando sección por sección de la alcantarilla, el especio se estrechaba cada vez más debido a los diversas resticciones de seguridad dentro de ella.

-Ya falta poco para llegar a la abertura.-dijo Bargo.

-Bien,-respondió Reyendar-ya me está dando claustrofobia.

-Pobrecito, ¿quieres que tome tu mano?

-Ni en tu sueños.

-Ya lo sé, viejo amigo.

-La verdad dudo de seguir siendo tu amigo.

-Oh, mira.-dijo Bargo mientras señalaba un minúsculo rayo de luz lunar-Allí está.

-Bien, vamos.

Los tres pasaron por aquella extremadamente estrecha abertura, para así salir de aquella ciudad. Después de un largo recorrido al fin lograron salir, y así se dirijieron a su siguente destino por el amplio camino.

Reyendar, de asesino a héroeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora