Capítulo Noveno: Esta ciudad está podrida

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A la mañana siguiente, Akamista despertó sola en el improvisado campamento, no había rastro alguno de Reyendar por el lugar. Ella se levantó y comenzó a gritar su nombre, para ver si lo encontraba, pero no hubo respuesta. Akamista estaba desesperada, creía que había sido abandonada por ese "asesino". Pero se tranquilizó casi al instante cuando escuchó el cántico de un ave, pero con escuchar detalladamente este trinar se dio cuenta de que no era de una ave, sino el silbido de un humano. 

-¿Tanto me extrañas?-dijo Reyendar desde lo alto de un árbol, con todas sus cosas en su bolso-Vaya, ¡qué harías sin mí!

-¡¡Reyendar!!-le gritó Akamista-¡Eres un insensible!

-Yo solo esperaba que te despertaras. No me iría sin tí, le hice una promesa a tu padre.

Ella no respondió, pero a cambio recogió sus cosas y se adelantó por el amplio camino. Reyendar la siguió de cerca, con un pequeña sonrisa en su rostro y en su corazón. Ambos siguieron ese camino, hasta que llegaron a la ciudad de Bashik, ciudad famosa por su comida y fiestas culturales.

-Esta es la ciudad de Bashik,-dijo Reyendar en voz baja-procura no separarte de mí.

Akamista asintió y lo siguió muy de cerca, en la puerta de la ciudad los confundieron con padre e hija. Reyendar pensó que Akamista refutaría, pero en cambio se comportó como una niñita, después los dejaron pasar.  Ya en el interior buscaron donde hospedarse, y felizmente lo consiguieron, aunque no era de lo más lujoso. El cuarto era mohoso, grasiento, mugroso, con goteras, y lo peor de todo, con una sola cama.

-Bueno,-tajó Reyendar-será como esa primera noche. ¿No?

-¡¡Ni hablar!!-gritó Akamista.

-Bueno, ahora sí. Bienvenida a Bashik. Y sí, esta ciudad está podrida hasta la médula.

Reyendar, de asesino a héroeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora