Capítulo Décimo: ¿Amigo o enemigo?

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No hicieron más aquel día, solo tenían una cosa en mente y de la cual preocuparse, ¿cómo dormirán si solo hay una cama? Ambos se veían preocupados por este tema, pero Reyendar no se hizo problema y se puso a dormir en el mugriento suelo. Akamista se recostó en la descuidada cama, y al cabo de unos interminables minutos se quedó dormida. A la mañana siguiente, ella despertó muy repuesta del cansancio del día anterior, miró hacia donde dormía Reyendar pero no lo encontró.

-¿Reyendar?-preguntó Akamista-Sé que estás allí, no caeré de unevo en  esto. Sal.

-Regresé.-dijo Reyendar mientras abría la puerta de la habitación-Perdona la demora.

-¿En verdad te fuiste?

-Sí, mientras tú dormías.

-Vaya, pensé que me asustarías de nuevo con tu "desaparición".

-Si lo hiciera ya no sería divertido.

-¿Y, qué haremos hoy?

-Quedarnos unos días, hay declarado el cierre de las puertas de la ciudad. De seguro alguien me reconoción y dio la voz.

-Entoces, debemos irnos enseguida.

-Idiota, esta ciudad ha sido diseñada para solo tener dos salidas: las dos puertas; una, que es por la que entramos, y la otra, por donde saldremos y salen todos.

-¿No hay sistema de alcantarillado o pasejes secreto?

-No, y si los hubieron ya fueron sellados o desabilitados.

-¿Cuánto tiempo nos quedaremos?

-Unos tres días, a lo mucho.

-¡No puedo quedarme tanto!

-¿Por qué?

-La coronación del nuevo Jhaka será dentro de una semana, y el viaje aún es largo.

-¿Por qué te interesa tanto asistir a esa coronación?

-Creo que debo decírtelo... Soy Akamista Brajarish, sobrina lejana de su majestad el Jhaka Agmenir Verskha, hija de su media hermana Krisma Verskha. Tengo sangre de Jhaka en mis venas, y mi madre me pidió como su última voluntad reclamar el trono de arena, como legítima heredera a ese trono.

-Es broma, cierto.

-¡¡¡Claro que no!!! ¡¡Es verdad, lo juro!!

-¡No me importa si es verdad, mocosa!-dijo Reyendar mientras le jalaba de la mejilla a Akamista-Solo cumpliré la última voluntad de tu difunto padre, y eso es todo.

Reyendar soltó a Akamista, ella salió corriendo inmediatamente fue soltada. Él se quedó quieto, sin siquiera seguirla, pero su corazón le decía a gritos: ¡¡¡QUÉ ESTÁS ESPERANDO MALDITO, VE POR ELLA!!! ¡¡DILE LO QUE SIENTES POR ELLA!!

Reyendar reaccionó por fin e inmediatamente salió en búsqueda de Akamista, pero ya era demasiado tarde, ella ya estaba muy lejos de él. Reyendar la buscó por mercados, posadas y burdeles, pero sin éxito alguno, hasta que por fin la encontró, o al menos a su inconfundible cabello castaño. Fue para aquel lugar y efectivamente, era ella, pero estaba acompañada de otro hombre, uno al que Reyendar le resultaba familiar.

-Niña,-dijo Reyendar a Akamista-te estaba buscando. Regresemos.

-¿Eres su novio?-dijo el extraño junto a Akamista.

-No, su guarda espaldas.

-Entonces largo, estamos en medio de una interesante plática.

-Me la llevaré, aunque sea a la fuerza.

-Lo siento,-dijo el extraño mostrando un cuchillo-pero no lo permitiré.

-Bargo,-tajó Akamista-déjalo. Dice la verdad.

-Bueno.-dijo el extraño mientras se sentaba.

-Ahora, Enker, no pensaba preocuparte. Me disculpo, iré en unos momentos, le pediré a Bargo que me escolte.

-Niña,-le respondió Reyendar-¿puedo hablar con él? A solas.

-No, si ese es el caso. Entonces vámonos juntos.

Y así los tres se fueron hacia la posada, pero todos dudaban si es que esto era lo correcto. Antes de llegar a la posada donde se hospedaban Reyendar y Akamista, Reyendar tomó del brazo a Bargo y se lo llevó a un callejón oscuro, Akamista se percató de esto y los siguió.

-¡Cuál es tu objetivo canalla!-le gritó Reyendar a Bargo.

-¡Cómo que objetivo!-le respondió este-Ninguno, solo tus lavios.

-¡¿Qué?!

-No tengo interés en esa niña, pero en tí sí...

-Ya, suéltame. No pregunté eso.

-Ah, me disculpo. Señor Reyendar.

-¿Cómo sabes que soy yo?

-No paré de ver tu rostro en esos carteles por días.

-Das repelús...

-¡Jajajajajajajaja!-se carcajeaba Akamista atrás de ellos-¡¡Eso sí que no me lo esperaba!!

-¡Ya cállate!-le dijo Reyendar a Akamista mientras le palmeaba la frente-No pedí tu opinión.

-Como sea,-interrumpió Bargo-debes saber la situación de la ciudad tras tu llegada.

-Sí, lo sé.

-Puedo ayudarte, si quieres.

-No confío en tí.

-Conozco otra salida de esta ciudad, pero no es apta para niñitas.

-Eres amigo o enemigo.

-Soy su aliado temporal, claro que cobraré por mis servicios al término.

-Me parece bien, Bargo, amigo mío.

-¡Por fin te acuerdas de mí!

-¡Qué! ¿Ya se conocían?-preguntó Akamista.

-Claro,-respondió Reyendar-nos unimos juntos al ejército.

Reyendar, de asesino a héroeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora