Capítulo diecisiete

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Una semana del secuestro y desaparición de Santino y no hay señales ni pistas.

Marianella está al borde del abismo de la negación. No ha derramado una sola lágrima desde aquél día en la plaza. Su novio, Ramiro, muy preocupado, no se despega de ella al temer el momento en el que se de cuenta lo que sucede. Pareciera como si estuviese a punto de romperse a cada momento, como si cualquier cosa pudiera hacer que explote. Pero eso nunca pasa.

"Lo lamentamos, señora, aún no hay ningún rastro" dicen cada día los policías. No han alcanzado ni siquiera sus fotos en los noticieros, en los diarios y calles.

No había rastro alguno del pequeño Bedoya Agüero Tallarico Rinaldi.

Nuestra Llave Intuitiva pasó toda esta semana investigando sin descanso y sin ningún resultado. Ha llamado a su ex marido para avisarte de la desaparición de su hijo innumerables veces, sin respuesta aún.

Porque, aunque les sorprenda, nadie se pregunta dónde está Thiago excepto una persona: Nacho.

Pérez Alzamendi se reformó, si... pero el lobo por bueno que sea no pierde el olor de la trampa.   Nachito ha hecho mil maldades y nadie lo podría convencer de que esto no fue obra de su amigo. Aún así, eligió no decir nada.

Volviendo al Perno Manipulador, él sigue en rehabilitación, "curandose" de a poco. De vez en cuando tiene sueños extraños, pero sin importancia aparente.

El clima en general era de extrema preocupación. Para colmo, Bruno y Mora están viviendo momentáneamente en casa de sus tíos (Mora en casa Morales Romero y Bruno en casa Gorki Paz).

Todo está dado vuelta. Todo es un maldito desastre y no hay solución a la vista.

Como si esto fuera poco, en casa Tallarico Rinaldi...

R - Mar, tenés que dormir...

M - Basta, Rama. Ya te dije que estoy bien.

R - No, ¿no te das cuenta que no estás bien?

Mar no contesta, y sigue leyendo los informes de la policía y algún que otro documento relacionado.

R - Me cansé, no me voy a quedar acá viendo como te autodestruís. No me dejás ayudarte tampoco, me duele que estés así y yo no poder hacer nada.

Ramiro cruza la habitación donde estaban y cruza la puerta de salida. El cielo nocturno anunciaba lluvia. Mar lo sigue.

M - ¡Mi amor, no te vayas!

R - Entonces dejame ayudarte, por favor. Hacelo por tus hijos por lo menos.

M - Rama...

R - Te amo demasiado como para dejar que te destruyas, tenés que llorar a Santino, si no lo hacés va a ser peor. Y sobretodo, tenés que dormir y comer más.

M - No sirve de nada que llore, coma o duerma si eso no trae a mi hijo devuelta. ¡Desapareció, Rama! No estoy para descansar mientras él...

Los ojos de la petisa empezaban a humedecerse.

Continuará...

ᴘʀᴏᴍᴇsᴀ [ᴄᴀsɪ áɴɢᴇʟᴇs]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora