Capítulo 26

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   Dejo el cuaderno justo como lo encontré y me pongo de pie. Camino por el sendero de tierra para volver adentro. Supuse que el hermano de Williams ya se había ido, pero unos gritos de hombre provenientes de adentro de la casa, me confirmaron que aún seguía allí.

   — ¡¿Crees que puedo dejar que arruines la imagen de la empresa de esa forma?! —Gritaba su hermano—. Es evidente que papá se equivocó al dejarme compartir el control de la empresa contigo. Digo, no quiero sonar malo, pero no puedes embriagarte cada vez que se cumple un año de la muerte de tu madre.

   — Lo que hago o no hago no es tu problema —contesta Williams, conteniéndose para no gritar.

   Me acomodo detrás de la pared para evitar que me vean por el vidrio de la puerta balcón.

   — ¿Ah, no? Si alguien hubiera visto tus actos no habría dudado en publicarlo en el periódico, y ahí nos cagamos todos, no solo tú —grita—. ¿Qué creías? ¡Dime, ¿qué creías?! Que bebiendo se iba a ir la culpa. Nada te va a sacar la culpa que te produce saber que tú has matado a tu madre. ¿O me lo vas a negar?

   — Cállate —suplica Williams.

   — No voy a hacerlo, sabes que tengo razón. Tú has matado a tu pobre madre y piensas fingir que te importa embriagándote cada vez que se cumple un año de su muerte —noto como su hermano se cruza de brazos.

   — No voy a permitirte que hables así —dice para luego encajarle una bofetada en la mejilla—. Vete de mi casa, no quiero volver a verte —exclama enfadado.

   — Yo me voy, pero no te dejaré en paz. Procura usar la cabeza —exclama para luego caminar hacia la puerta.

   Luego, sale de la casa, acompañado de un portazo. Me recargo contra la pared, dando un largo respiro. No podía entrar así, como si nada pasó, aunque debería. Williams no debe saber que estuve escuchando su conversación. Pero, luego de todo lo que su hermano dijo, ya no sé qué hacer. No podía creer lo que había escuchado, confiaba en Williams, pero las palabras de su hermano sonaron tan duras, que dudaba de mi confianza.

   Tomando una larga bocanada de aire, entre al living. Doy pasos lentos y discretos. Puedo ver a Williams sentado en el sofá, con su rostro tapado. Y yo, sin hacer ruido, me acerco a él. Me siento a su lado y acaricio su espalda lentamente.

   — ¿Está todo bien? —Pregunto tratando de fingir que no oí nada.

   — No, disculpa, te lo tengo que contar, no puedo ocultarlo más —levanta la cabeza, mirándome con sus ojo húmedos—. Mi hermano dice que yo maté a mi madre, y tiene razón.

   — No, Will, no le hagas caso, no tiene razón —apoyo una mano sobre su hombro.

   — Sí, Ginebra, sí. Yo sabía, sabía que mi padre la engañaba, y nunca dije nada —las lágrimas caían por sus mejillas, pero él se preocupaba por ocultarlas—. Una tarde yo estaba en la empresa con mi padre, y él estaba encerrado en su oficina con la secretaria, yo sabía que compartían una relación, pero nunca me animé a hablar, más que nada, lo veía como algo normal, porque andaban juntos desde que yo era muy chico. Quise que mi madre me vaya a buscar, y ella vino. Al llegar entra a la oficina, pensando que yo estaba allí, y los ve besándose. Luego de eso recuerdo que subió al auto con una ira importante, y en el descuido me dejó. Hizo una cuadra y chocó contra un autobús. El auto se prendió fuego con ella incluida. Desde ese día, me cuestiono qué habría pasado si le hubiera dicho antes, si hubiera enfrentado a mi padre para que haga algo.

   — No es tu culpa, eras muy chico —intento defenderlo.

   — No, yo pude hacer algo, podía. . . Y mi hermano se encarga de recordármelo siempre. A él no le cayó bien que mi hermana y yo nos vayamos a vivir con la nueva familia de mi padre luego de que nuestra mamá murió. Mi padre no hacía más que compararnos, creando odio entre nosotros. De niño solo esperaba crecer y alejarme de ellos. Por suerte Giulia me contuvo siempre —soba sus ojos reiteradas veces.

   — Lo siento mucho —intento abrazarlo, pero Giulia entra al living, haciendo que me quede en mi lugar.

   — Aquí está el periódico, como todas las mañanas —informa colocando el montón de papeles sobre la mesita de café.

   Williams asiente con la cabeza y luego ella se va. Toma el periódico entre sus manos y comienza a ojearlo. Al instante en que ve la tapa, su rostro cambió bruscamente.

   — ¿Está todo bien? —Pregunto tratando de ver lo que a él le llamaba la atención.

   — No, Ginebra, no está bien —avienta el periódico sobre la mesa.

   ¡Santo cielo! Había tres grandes fotos. En la primera estábamos Williams y yo en un bar, fue el momento cuando él besó mi mano. En la otra nos encontrábamos Elliot y yo besándonos en la plaza. Y luego había otra que parece ser de anoche, cuando esperábamos al taxi sentados en el banco.

   — ¡Mierda! ¿No se les escapa nada a estos hijos de su madre? —Exclamo enfadada.

   Leo el texto que acompañaba las fotos: "El empresario famoso, Williams Georfield, dejó en claro desde un principio que su corazón está en el trabajo. Sin embargo, hay pruebas de que podría estar en una relación con su secretaria. La noticia se confirmó hace algunas semanas, cuando se los vio a ambos de la mano en un bar cerca de Georfield's Corporation. Para la mala suerte del empresario, se confirmó hace unos días que su relación estaba en riesgo, debido a que encontraron a su novia besándose con otro hombre en una plaza del centro de la cuidad. ¿Será esta acaso un hecho que lo vuelva más frío y calculador que antes?"

   — Tienen que estar bromeando —exclamo aventando el periódico al suelo—. ¿De dónde salieron? Nunca los vimos. ¿Cómo pueden inventar algo así?

   — ¡Ya cállate! —Exclama poniéndose de pie—. ¿No te das cuenta? Mi figura pública está afectada y todo por tu culpa. Ahora mi hermano sí que tendrá razones para reprenderme y todo te lo debo a ti.

   — Disculpe, pero la culpa es de ambos. Si usted no se hubiera embriagado, yo no habría tenido que cruzarme con usted. ¿Es que acaso prefería que lo deje solo vagando ebrio por las calles? —cruzo mis brazos, dando pasos cortos de atrás hacia delante.

   — ¿Sabes qué habría preferido? —Me mira de forma desafiante—. ¡Qué nunca te hubieras cruzado en mi vida! —Grita sin parpadear ni una sola vez.

   — Bien, muy bien —susurro para luego tomar mi cartera del perchero y salir de allí.

   No podía creer la bipolaridad que podía cargar una persona dentro. Ni por qué los medios se encaprichaban en arruinarle la vida a alguien. En este momento, lo que menos quería era, irónicamente, lo que más necesitaba: respuestas.

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