Capítulo 19

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   Prendo la laptop que tenía sobre la barra de desayuno. No había ido a trabajar y debía adelantar algunos trabajos. Me preparo mi exprimido matutino de naranja y lo dejo al lado de la laptop.

   Estaba en pijama y pantuflas, pero no esperaba visitas, por lo que no me importó mucho mi aspecto. Solo me molesté en recoger mis cabellos con una goma elástica para que no estorben y, luego del primer sorbo de jugo, comencé a teclear en la laptop.

   Al poco tiempo, ya me quedaba medio vaso vacío y casi todo el trabajo hecho, pero fue entonces que mi celular sonó. Elliot me estaba llamando y, no sé por qué extraña razón, tuve miedo de contestar. No quería que porque ayer lo besé piense que pueda llamarme todos los días.

   — ¿Hola? —Sostengo el celular entre mi hombro y mi oreja mientras que le daba el último sorbo a mi vaso de jugo.

   — Hola Ginny, ¿cómo amaneciste?

   — Con bastante trabajo —estiro el cuello sobre la laptop para poder ver el reloj de pared.

   — ¿Te gustaría que salgamos a caminar? Hay un día hermoso y podría ayudar a tu amnesia tomar sol —propone con cierto entusiasmo.

   — Si quisiera salir a caminar ya hubiese salido, ¿no crees?

   — Sí, quizás tengas razón. Pero si sales sola no tendrás mi compañía —lo dice con cierto orgullo, como si su compañía fuera gran cosa.

   — ¿Quién dijo que quería tu compañía? —Cuestiono cerrando la laptop—. Tengo mucho trabajo que hacer, lo siento —tras decir eso, corto la llamada.

   Ya se fue mi concentración, no podría seguir trabajando. Quizás eso de salir me haga bien, sería bueno caminar sola por unos minutos y pensar en mi vida.

   Me dirijo a mi habitación, y me quito el pijama. Saco del armario un jean chupin negro, con unas botinetas negras, y una blusa blanca mangas cortas. No puedo salir sin mi saco negro de hilo. Una vez vestida, abandono el lugar, para comenzar a bajar la escalera.

   Estaba por tomar las llaves del llavero cuando sentí el sonido del timbre. ¿Quién podría ser? Tomo las llaves y camino hacia la puerta.

   — Creí haber dejado claro que tenía mucho trabajo por hacer —digo al verlo tras la puerta.

   — Lo sé. . . Lo sé —soba su nuca—. En fin, si quieres me iré.

   Da media vuelta, dispuesto a irse. . . No podía dejarlo así. . . No podía.

   — Espera, Elliot —exclamo haciendo que frene sus pasos.

   — ¿Sí? —Me mira como si predijera mis palabras.

   — Quizás tengas razón. Me haría bien salir un poco. Vamos —salgo de casa, cerrando la puerta con llave.

   El día estaba soleado, mas algunos nubarrones grises amenazaban con tapar el sol. El parque no quedaba a más de seis cuadras, por lo que fue poco el tiempo que pude entretenerme mirando el paisaje. Cuando por fin llegamos al parque, respiré con normalidad.

   Caminamos por debajo de una pérgola de árboles hasta llegar a un bello banco de cemento cubierto por hojas marrones y rojas recientemente caídas de los árboles. Corrí algunas con la mano para poder tomar asiento.

   — ¿Veníamos seguido aquí? —Pregunto acomodando mis cabellos.

   — Muy pocas veces, pero ese columpio era el favorito de Abby —señala un viejo columpio de goma que colgaba de un árbol.

   — Desearía poder recordar todo eso —me lamento—. Vivo con el miedo de que la gente me mienta para no lastimarme por mi falta de recuerdos —sus ojos se clavaron en mi hombro. Tragó saliva y se acomodó los puños de la campera.

   — Conmigo puedes estar tranquila —apoya una mano sobre mi hombro para luego terminar por abrazarme—. Nunca te he mentido y nunca lo voy a hacer —susurra a mi oído.

   — Confío en ti —reconozco al separarnos.

   — Haces bien —tras decir eso, me besa. No hubieron palabras de por medio, ni miradas, solo tomó mi mano y me besó.

   Mientras lo besaba, una fragancia masculina recorrió mis fosas nasales. No era de Elliot, y no pude reconocer quién la portaba, pero la sentía conocida. Me separo con rapidez de él, intentando ver la gente de mi alrededor, pero no había nadie que pareciese tener esa fragancia importada.

   — ¿Sucedió algo? —Pregunta Elliot acariciando mis cabellos.

   — No, solo que. . . No me siento cómoda besándote aquí, sí. Aún no sé si deba hacerlo —sobo mi nuca.

   — Ginny, temo que tengo mis dudas —baja la mirada, como si lo que fuese a decir nos lastimaría a ambos—. ¿Tienes a otro en tu corazón?

   — ¡¿Qué?! —Lo miro con el entrecejo fruncido—. No, ¿cómo puedes decir algo así?

   — No te pongas así, solo fue una pregunta —intenta defenderse, pero fue en vano.

   — Una muy mala pregunta —respondo poniéndome de pie.

   — Lo siento, no debí dudar de ti —se lamenta tomando mi mano.

   — Necesito tiempo —fue lo único que me limité a decir.

   Cuando por fin me soltó, no esperé ni un segundo para irme. No entendía nada, no sabía por qué me había preguntado aquello y tampoco sabía por qué me había puesto así ante su respuesta. Solo sé que me molestó, bastante.

   Camino sola y en silencio bajo la extensa pérgola, repleta de rosas llenas de espinas. El aroma a aire libre se filtraba por cada poro de mi piel y la brisa fría recorría mis cabellos con gracia. Continué caminando un largo trecho, hasta frenar al darme cuenta que mi atención había sido robada por un hombre. Vestía pantalones negros, una camisa celeste y llevaba zapatos negros. Esa fragancia que recorrió mi nariz al besar a Elliot se volvió a presentar ahora. . . ¡Williams! Era él, pero no estaba solo. A su lado había una mujer de piernas largas y cabellos rubios.

   Me escondí tras una de las grandes columnas de cemento que sostenían la pérgola para evitar que me vea. Noté que ella le hablaba con entusiasmo sobre algo y él solo sonreía. Luego ella se abalanza a sus brazos.

   Bien, creo que debo irme. No pude, por más que quise, no pude seguir viendo qué pasaba.

   Quizás me enojé con Elliot por decirme la verdad. Quizás si haya otro en mi corazón. . . Quizás.

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