Capítulo 32

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   — ¡Ginny! ¡Ginebra, espera! —Gritaba siguiendo mis pasos.

   Los recuerdos me abrumaron, a tal punto que vi la necesidad de salir de allí lo más rápido posible. Sin mediar palabra, me levanté y salí de ese bar caminando tan rápido como mis piernas me lo permitieron.

   Al entrar a la empresa, mi aspecto desordenado por el viento y los llamados que Nicolás me dirigía, hicieron que el personal fije la mirada en mí. Me ruborizaba sentir la mirada de la gente sobre mí, pero fingí no prestarle la importancia que se merecía y seguí caminando hacia el ascensor.

   — Ginny, vamos, tenemos que hablar. No puedes levantarte de la nada e irte —me retiene agarrando mi muñeca justo antes de que pueda tomar el picaporte de la puerta para entrar a la oficina.

   — Lo lamento, Nick —sin poder contenerme, lo abrazo con fuerza, derramando lágrimas sobre su hombro.

   — Tranquila, no te pongas así —susurra en mi oído, acariciando mi espalda—. Sería más fácil si supiera lo que sucede —se lamenta.

   — Lo sé, pero. . .

   — ¿Quieres hablar en mi oficina? —Me separa de él, tomando mi rostro entre sus dos manos para fijar sus ojos en los míos.

   Esa mirada. . . Nunca cambia. Me di cuenta que, por más difíciles que estén las cosas, o por más alejados que estemos, él nunca iba a dejar de mirarme con esos ojos contenedores que parecen abrazarte sin siquiera tocarte.

   Entramos a su oficina. Me acomodo en un pequeño sofá de dos cuerpos que estaba en una esquina de la oficina mientras que Nicolás cerraba la puerta a sus espaldas para luego sentarse a mi lado. Toma mis manos, apoyándolas sobre mi falda.

   — Nick, ¿recuerdas a Abby? —Pregunto sin pausas, pero de forma lenta.

   — ¿Abby?. . . ¡Abigail! —Sus ojos se llenaron de lágrimas al pronunciar su nombre—. Pasé cinco años luego de que te fuiste tratando de saber de ella. Temía que Elliot no la quiera y la hayan dejado en algún orfanato.

   — Abby está bien, es una niña alegre y feliz. Está conmigo. . . Pero creo que debe saber que tú eres el padre —bajo la mirada, sin poder dejar mis ojos pegados a los suyos.

   — ¿Tú crees? ¿Después de tanto tiempo? Más aún cuando mi hijo es novio de tu hija —las palabras salían pausadas de su boca, haciéndome impacientar.

   — ¡Es verdad! Isaac y Anya están juntos. No puedo decirle que su hermana es hermana de su novio —agarro mi cabeza con ambas manos—. Se enfadará, no me hablará nunca más. . .

   — Ginny. . . —Interrumpe, pero yo, sin escuchar, sigo hablando.

   — ¿Y si decide irse a Argentina con su familia solo por mi culpa? No me perdonaría nunca. . . ¿Y si. . .?

   — Ginebra —exclama, haciéndome callar—. Escucha —toma mi cara entre ambas manos—. Tú eres la madre y por eso sabes qué es mejor para tu hija. Por otro lado, no voy a negar que me encantaría reencontrarme con mi hija.

   — Lo sé —acomodo mis cabellos—. Necesito pensarlo —sin decir más, me pongo de pie—. Lo siento —susurro para luego salir de su oficina.

   Al cerrar la puerta, me recargo contra la pared, tratando de calmarme. Sentía el corazón latirme tan fuerte, presiento que en cualquier momento podría salir e irse caminando en busca de otra persona menos desastrosa que yo. Mi pecho subía y bajaba conforme respiraba. Tengo el presentimiento de que mis piernas en cualquier momento van a flaquear, dejándome caer al piso. Cierro mis ojos, recargando la cabeza contra la pared, respirando con más lentitud.

   — Señorita, ¿se encuentra bien? —Una voz masculina me saca de la nube de pensamientos en la que me había metido—. Un momento. . . Yo te conozco de algún lado a ti.

   — No lo sé, salí en el periódico como novia del dueño de esta empresa, no me sorprendería que haya oído sobre mí —explico con la vista clavada en el piso, tratando de restarle importancia a la situación.

   — Así que tú eres quien tiene como loco a mi hermano —al oír esas palabras, alzo la vista con rapidez. ¡Santo cielo! Creo que la embarré hasta el fondo.

   — No crea lo que dicen los periódicos. Entre su hermano y yo de casualidad llegamos a cruzar algunas palabras —miento tratando de que me deje en paz.

   — Descuida, Willy es muy reservado, si le cuentas algo puedes estar segura que no hablará con nadie sobre eso. De igual manera, no es que la gente se la pase hablando con él, ambos sabemos que es de carácter difícil —se acerca a mí y susurra para evitar que algún chismoso oiga—. Aún no sé por qué me ha contado lo de esa chica que lo tiene como loco. Será que su cabeza está saturada —alza los hombros, dispuesto a irse, pero lo detengo.

   — ¿Una chica? —Pregunto mirando el piso, fingiendo que es más interesante que el rostro de él.

   — Oye, sí. Mi hermano será un amargado, reservado y con cara de trasero, pero eso no significa que sea un bloque de hielo andante. Él siente, al igual que tú y que yo. Igual, solo me mencionó a esa mujer una sola vez, y no dio nombres ni características —habla acomodando las mangas del saco.

   — Lo sé, nadie pretende que un ser humano sea un bloque de hielo. De hecho, siento pena por los que no sienten o por los que sienten y no pueden expresarlo —contesto de forma cortante, poniendo atención a los cuadros que se encontraban por toda la pared.

   — ¿Sabes qué es raro? Él no es de expresarse abiertamente y menos conmigo, nuestro padre siempre creó odio entre nosotros —reconoce—. Por eso, esa noche que me llama y me dice que estaba enamorado de una chica, casi dejo todo lo que estaba haciendo para ir a verlo. Sinceramente me pareció raro de entrada el hecho de que me llame. Él no lo sabe, pero estoy tratando de averiguar quién es la chica.

   — Espero que la encuentren pronto —por fin levanto la vista, cruzándome con los ojos miel de él.

   — Será difícil. Solo sé que es divertida, le gusta dormir y está pasando un momento difícil. Como verás, no me dio características de ella, pero voy a encontrarla. . . En fin, te robé valiosos minutos de trabajo, ya no te molestaré —da media vuelta, comenzando a caminar hacia el ascensor.

   — Si la encuentras avísame —le grito, rompiendo el silencio. Él frena si paso, voltea hasta conectar sus ojos con los míos y asiente con la cabeza para luego seguir su camino.

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