El Fénix empezó a caminar lentamente hacía el siervo de Dios.
Su cuerpo emanaba tanto calor, que fundía la nieve a su alrededor. Y a medida que caminaba, su cuerpo cambiaba progresivamente hasta convertirse en un ave de plumas tan preciosas, como lo es un atardecer.
El pájaro con su gran tamaño, voló hacía el ángel acompañado de un grito de guerra.
*
Había transcurrido mucho tiempo, y seguían luchando.
El suelo que pisaban había sido inundado por su sangre, pero ninguno de los dos caía.
El cuerpo inmaculado sufría quemaduras y heridas provocadas por las garras de la bestia.
Y el cuerpo del renacido repleto de cortes hechos por una espada santa.
Dios, observando como su mejor guerrero mostraba dificultades para vencer a la bestia, pidió ayuda a uno de sus hijos, el Diablo. El Diablo era querido por Dios, y él amaba a su padre. Sin que nadie lo supiese, se ayudaban mutuamente a eliminar molestias que podían corromper sus reinos.
Gabriel, notó un fuerte olor a azufre acercarse a él, y acto seguido apareció imponente la criatura diabólica vistiendo una armadura de hierro.
Unidos, fuego y agua, derrotaron al ave.
Lo encerraron dentro del Sol, para que no pudiera escapar nunca y al mismo tiempo, alimentase de calor a la vieja estrella.