La Santa.II

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La Santa aterrizó en una nube.
Con el viento su larga melena castaña cobraba vida.
Desenvainó su espada.
Caminó hasta un extremo de la nube.
Cerró sus ojos que eran azules como lo era el mismo cielo.
Y se dejó caer.

Apareció a unos pocos metros del Santo, con una gran entrada, digna de su categoría de Santa.
El Santo, impasible se levantó con la ayuda de su espada.
Los ojos grises del Santo se clavaron en los de Rut.
-Ahora pues, déjame, para que se encienda mi ira contra ellos y los consuma; más de ti yo haré una gran nación.-le prometió ella a Dios.
La mano de la estrella fue levantada sosteniendo su espada magenta, rindiéndole culto a la horrible guerra.
Su batalla hizo temblar el trono del Señor.
Quince minutos humanos habían transcurrido.
La Santa con la boca llena de sangre, escupió al suelo, y le sonrió a Ezequiel.
En solo quince jodidos minutos humanos, el célebre guerrero del cielo, había sido herido en el hombro y estómago. Dos cortes limpios.
-Estás sedienta de sangre, no crees en Dios, crees en la guerra. Y por eso bajaste del cielo. Te dices a ti misma que bajaste del cielo para contentar a tu señor, pero el verdadero motivo que se esconde tras esa mentira, es reunirte con la violencia, dolor, y muerte.-le dijo calmado Ezequiel.
La estrella no dijo nada. Continuaron.
Los dos reconocían lo buen guerrero que era el otro, a el Santo solo le quedaban unos escasos minutos en este mundo. Un solo error más, le costaría la vida, si no se desangraba primero.

Su espada a cinco metros de él.
Su cuerpo en el suelo.
Su sangre huyendo.
Indefenso.
Herido.
A punto de ser muerto.

Rut se acercó lentamente, y colocó la espada al lado de su cuello, preparada para acabar con él.

-Espera.-dijo la voz de una mujer detrás de ella. Rut, se giró y se sorprendió al ver a Naturaleza allí.

-Naturaleza. Una vez conocida como Santa Miriam, hasta que le diste la espalda al Padre de Todo.-musitó Rut.

-Recuerda niñata. Antes no eras tan gilipollas.-se enciende un cigarro-No entiendo porqué sirves y amas al cabrón que te separó de "tu gran amor". La bollera de Yemayá...que mujer. Sin ella este precioso mundo diminuto, no hubiera llegado a nada. Juraste amarle y servirle para siempre. Estabas coladita por sus olas y ella por tu luz. Hasta que tu querido Padre de Todo, nos esclavizó.

-Me das un parde?-susurró el Santo. Naturaleza le pasó el cigarro.

-Mientes. Yo nunca...No...se...Pero tengo fe en él...nunca me harí- Naturaleza la interrumpió.

-Observa.-Hizo desparecer las ramas, hojas y flores que utilizaba de vestido, y dejó a la vista dos cicatrices profundas en su espalda.-tuve que cortármelas para deshacerme de su sucio hechizo cristiano, me corté las alas, y al fin pude volar de verdad. Dejame ayudarte.

-NO TRAICIONARÉ A DIOS.

-Joder, pues esto te va a doler, por tocacojones.-Puso los ojos en blanco, sacó otro cigarro de la nada, e invocó a dos robles para aprisionar a la incredúla, sus ramas y tronco emergieron del suelo, y rodearon sus extremidades. Naturaleza recogió la espada del Santo del suelo, y se acercó a Rut.
Le cortó ambas alas, y la pobre estrella, desolada soltó un grito agónico pidiéndole ayuda a su gran dios.

Pero nadie respondió.

girasoles caídosWhere stories live. Discover now