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Son las 7:00 am en la bella ciudad de Möbius Beach. El sol se asoma desde el Este, despertando a las humildes familias de esta ciudad. En el aeropuerto las cosas ya están en movimiento desde muy temprano: personas registrando sus maletas, el personal de servicio a cliente atendiendo a personas que perdieron sus vuelos, etc.

Pero al mismo tiempo, tres amigos Yīndáo Líes llegan por fin, buscan sus maletas y salen hacia la entrada de aquel gran edificio con la esperanza de que un taxi esté desocupado por ahí.

— ¡Sientan el calor de Möbius Beach! — Dijo el de cabellos morados alzando sus manos al aire.

— Simón, lo que digas. — Juan le respondió mientras llevaba una cara de cansancio extremo.

— Ah, ¿Te llegó la cruda? ¿No que muy sácale punta? — Volvió a pronunciar Marín formando una sonrisa en su rostro.

— Vete al demonio, pendejete. — Dijo esta vez Juan, más irritado.

— Ya, ¡Ciérrenlo! Me duele la cabeza y tú Marín, ve a buscar un pinche taxi a ver si puedes hacer eso. — Dijo el pelirrojo.

— Ve tú, puñetas. Por ti vinimos y eres el primero en hacer estupideces. — Le respondió aquel.

— Ya ve y pídelo, chamaco imbécil. — Le devolvió la palabra el mayor.

— Nel, no soy tu criado para que me estés hablando así, teporocho igualado.

— Ándale bebé, ve por el puto taxi. — Insistió Markus.

— Ve tú, a ver si muy chingón, perro.

— No me hagas enojar. — Mencionó Markus, más enojado.

En lo que el menor peleaba con el mayor, un taxi se orilló hacia donde estaban ellos.

— Disculpen caballeros, buenos días. — Mencionó el taxista, lo que hizo que los tres Yīndáo Líes fijaran su mirada en él. — ¿Están esperando un taxi o todavía no han pedido el suyo?

— ¡Sí, buenos días! ¡Estamos esperando uno! — Replicó Marín al taxista.

Al oír eso, el señor se bajó para ayudar a los tres con su equipaje y Marín tuvo que ayudar a sus dos amigos a subirse al vehículo.

— Y bien, ¿A dónde se dirigen? — Preguntó muy amable el taxista.

— Vamos pa'la comisaría, Don. — Mencionó Marín. Ya que de los tres era el único que estaba sobrio.

— Perfecto, para allá vamos. — Dijo el conductor.

— Sale pues. Vámonos. — Finalizó el menor.


Y el vehículo arrancó.

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— ¡¿Eres idiota o qué!? — Decía Sonia con enojo hacia su hermano menor.

— Oye, sólo fui a atender una llamada. — Decía mientras agitaba un celular color rosa.

— Sí, ¡Con mi teléfono, imbécil! Lo estuve buscando cómo loca. Menos mal que me levanté temprano.

— Bien, ten tu cel y cálmate. — Decía Manic entregándole el aparato. — Además, creo que el asunto de la llamada te interesa.

— ¿De qué hablas? — Preguntó Sonia mirando el número que había marcado, más tranquila.

— Es de la policía, dicen que tienen evidencias y principales sospechosos. — Mencionó a su hermana, quien tenía cara de preocupación.

EN LA CELDA - Shadamy 🎇¡Actualizada!🎇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora