//El niñero//

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Hoy y los próximos tres días serán los mejores para Steve. Está muy emocionado, y no es de menos. Su alegría no se puede comparar con nada, alegría que solo una persona puede provocar. A la vez que se pone nervioso.

Gracias al pesado trabajo de su padre, él y su esposa no han podido salir de vacaciones, no han tenido un tiempo solo para ellos. Así que ahora que su padre tiene una semana de vacaciones, gastará cuatro días en un crucero con su esposa, Doris. Obviamente querían llevar a su hijo, pero este dijo que no, que debía ser un viaje solo de ellos, como pareja. En parte eso es cierto, pues sus padres se merecen un descanso hasta de él, pero hay otra intención detrás de eso.

Hace unas semanas sus padres tuvieron que viajar por dos días por culpa del trabajo de su padre, así que decidieron contratar a una niñera para él. Pero en vez de eso, se consiguieron un niñero. Este tenía muchas referencias buenas de varias familias con las que había trabajado, por lo tanto sus padres no dudaron en contactarlo. Steve estaba más que molesto por el hecho de que aunque tuviera 17 años, sus padres creían que necesitaba de alguien que lo cuidara.

El niñero llegó minutos antes de lo previsto, pero Steve no quería ni verlo así que se encerró en su habitación. Desde ahí podía escuchar a sus padres hablando con el susodicho, y para no escucharlo, se colocó sus auriculares y puso música por medio de su celular a todo volumen. Luego de un rato, escuchó a lo lejos unos golpes en su puerta. Sabía que era ese niñero así que no le abrió. No sabe exactamente a qué hora pero cayó dormido y cuando despertó su celular estaba muerto. Un delicioso olor llegó a sus fosas nasales haciendo que se levantara y buscara la procedencia de tal olor.

Bajó las escaleras adentrándose en la cocina y lo que vió, lo paralizó. Frente a él estaba un hombre rubio de cuerpo bastante sexy —como él lo pensó—, con el trasero más grande y redondo que jamás había visto. Ni siquiera las compañeras más bonitas de su colegio llegaban a su altura.

Tarareaba una canción que no sabía reconocer mientras mecía su cuerpo al compás, pero el colmo fue cuando dio la vuelta. Sus ojos eran azules, profundos y a la vez tiernos, con una sonrisa más radiante que el mismo sol.

"Es jodidamente guapo", pensó él en ese instante.

—Hola —dijo sacando a Steve de su ensueño.

—Uhm, hola —respondió carraspeando. De un momento a otro se había puesto nervioso.

—Steve, ¿verdad?

Escuchar su nombre salir de la boca de ese hombre le provocó mariposas en su estómago y en otras partes de su cuerpo, así que solo asintió.

—Danny. —Le ofreció su mano para hacer todo oficial.

Steve no podía dejar de ver esa cálida sonrisa que el otro tenía. Le calculó unos 25 años, así que no estaba tan viejo.

Los dos días se habían ido volando para Steve. Quería que su niñero se quedara más tiempo y es que se había divertido bastante con él. Le hizo sus comidas favoritas, lo llevó a surfear aunque el rubio no tocó el agua. Tuvieron noche de películas con palomitas yendo en contra de lo que sus padres le habían ordenado. La había pasado más que bien.

Cada que podía, Steve contemplaba el cuerpo de su niñero. La vez que lo vio salir del baño recién duchado o cuando algo se le caía y lo levantaba dejándole una buena vista de ese trasero que deseaba apretar con ganas. Y no se diga de su paquete. Por lo poco que los pantalones de Danny dejaban ver, este guardaba un buen amigo allá abajo entre sus piernas. Todos esos pensamientos hacían que Steve se relamiera los labios y un pequeño problema apareciera en sus pantalones haciendo que se tocara suavemente sobre la ropa cuando el otro no lo veía. Más de una vez en los dos días tuvo que atenderse él mismo con Danny en su mente y en su boca.

One Shots - McDannoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora