3.- La ciudad de las estrellas

3.6K 289 51
                                    

Los Ángeles era un pandemónium de anchas e interminables calles, deslumbrante sol de verano y abundantes palmeras y verdes. Era una urbe gigantesca y caótica, que combinaba altos rascacielos de cristal con pequeñas casas de estilo colonial, tan típicas de aquella zona de California.

El contraste entre las diferentes zonas de la meca del cine apasionaba a Lucifer. Aunque ni por todo el oro del mundo él hubiera pisado distritos como el Valle, llenos de centros comerciales y chalets residenciales para familias perfectas de clase media. Tampoco tenía pensado instalarse en plena zona de Santa Mónica. La ciudad de las estrellas tenía múltiples encantos para él, pero los famosos y los estudios de cine no eran uno de ellos.

En cambio, Maze y Leraie no estaban tan encantadas con lo que veían mientras recorrían las ajetreadas calles de Los Ángeles. Al llegar a Hollywood Boulevard Mazikeen escupió en el suelo, harta de estar ahí mirando con el cejo fruncido a los turistas y angelinos que pasaban a su alrededor.

—Maze, querida, compórtate como una señorita por una vez.— la amonestó Lucifer, comprobando que su cabello negro seguía impoluto y que su aspecto, como siempre, era elegante y perfecto en su carísimo traje italiano. Leraie no recordaba haberlo visto jamás con algo que no fuera un traje.

—Me alegro de haber traído mis cuchillos a este lugar. Es peor de lo que recordaba.

—No entiendo qué es esto.— dijo Leraie, mirando las baldosas con estrellas rosadas de cinco puntas que cubrían toda aquella avenida.— ¿Qué son estos nombres en el suelo? ¿Políticos del pueblo americano?

—Desde luego que no podía haberme traído mejor compañía que vosotras.— comentó Lucifer con ironía.— Son nombres de estrellas de cine. Famosos. Aquí son como dioses.

—¿Dioses inmortales contra los que luchar?— la voz de Maze no mostraba emoción ninguna, pero sus ojos se habían animado de repente.

—No, nada de luchar. Os lo digo en serio a las dos. Relajaos y disfrutad de la ciudad.

—¿Vamos a desatar el caos y la desolación, entonces? Una guerra del infierno contra el cielo, dónde nosot...— se emocionó  Mazikeen, con los ojos abiertos y brillando por la repentina excitación. 

—¡Nada de eso, Maze! Estoy de vacaciones, no quiero ver ni vísceras ni cuchillos ni nada por el estilo. Solo relax y diversión, queridas mías.

Lucifer las atrapó a ambas por la cintura y echó a andar con ellas por Hollywood Boulevard. Era consciente que parecía un playboy cualquiera rodeado de dos mujeres insultantemente atractivas. Pero estaban en la ciudad de gente como Hugh Hefner, que además era más viejo y mucho más feo que él. Nadie se sorprendería de ver a un hombre claramente rico paseando a dos bellezas por la cintura.

—¡Eh tío!— le gritó uno de los músicos callejeros que solían poblar el Paseo de la Fama.— ¡Vaya dos putitas te has agenciado!

Leraie hacía tiempo que no pisaba la Tierra, pero eso no significa que no estuviera al corriente de lo que significaban algunas expresiones. Desenfundó al instante uno de los sais que llevaba atados a los muslos, y antes de que Lucifer pudiera impedirlo, amenazó a aquel pobre desgraciado con el arma de tres filos. El músico gritó despavorido al sentir el acero contra su cuello. Al ver sus ojos asustados se sintió muy satisfecha.

—¡No, no, no, Leraie!— exclamó Lucifer con su imperturbable sonrisa cautivadora. Bajó con cautela el sai de acero infernal de la garganta de aquel gilipollas.— Debes disculparla, acaba de ver la película de Los Vengadores y se cree la Viuda Negra. Es un poco intensa.

—Pero que cojones, tío...

—Enfunda eso, querida. Es una orden.

Ella obedeció algo fastidiada, sin apartar la vista del músico por si este se volvía a atrever a insultarlas. No sería el primer humano que mataba por cosas así y con toda probabilidad no sería el último.

The Fallen One [Lucifer]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora