29.- Renunciar a Lucifer (FINAL)

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El atardecer era como cualquier otro en las colinas de Hollywood. Lento, con los últimos rayos de sol iluminando la infinita urbe de Los Ángeles, que se preparaba para otra noche desenfrenada. El calor suave, con la brisa del Pacífico moviendo levemente los arbustos cubiertos de polvo que rodeaban las pequeñas lomas en las que descansaba el conocido cartel de letras blancas, que fotografiaban cada día miles de turistas ansiosos de un trocito de fama.

Solo que no era otro atardecer cualquiera. Los humanos no podían verlo, ya que Amenadiel había conjurado todos sus sagrados poderes para ralentizar el tiempo y Azrael, la arcángel vengadora, había cubierto todos los alrededores de un velo invisible que los protegería de la vista de cualquier humano. Dios no quería pérdidas humanas aquella vez.

Leraie no los divisaba aún, pero notaba aquellos hechizos realizados con los poderes más antiguos del mundo vibrando a su alrededor. Hacían que el ambiente estuviera cargado de electricidad estática, que parecía posarse en su nuca e irritarla como un insecto molesto.

Las piedras y el suelo árido crujieron bajo sus botas cuando Leraie se giró, apartando la vista de las nubes que cubrían el horizonte. Frente a ella, las huestes infernales se desplegaban silenciosas como la muerte, esperando instrucciones de sus nueve generales.

Allá hasta dónde llegaba la vista había cientos de demonios cubiertos de cuero y acero, armados con sables, espadas, cuchillos, dagas, arcos, hachas, martillos, falcatas, mazas, tridentes y toda clase de armas. Todas las armas que durante siglos se habían forjado en los fuegos del averno estaban ahí, afiladas y sedientes de sangre de ángel. Los ojos fieros de todos y cada uno de sus hermanos estaban fijos en los generales de los Nueve Círculos y en Lucifer. Un silencio aterrador, lleno de tensión, recorría las ordenadas huestes.

Lucifer contempló su ejército con sumo orgullo. Él sabía, mejor que nadie, que todos y cada uno de ellos lucharían por su rey hasta el final. No podía contar con servidores más fieros que los que tenía ahora delante.

El ángel caído miró a sus generales, que se mantenían firmes y con la mirada al frente, esperando instrucciones de su señor.

—Generales.— dijo Lucifer, mirándolos uno a uno a los ojos. Cuando llegó a Leraie se demoró unos imperceptibles segundos más, entornando la mirada.— Preparad a vuestro Círculo.

Los generales se dividieron, buscando las huestes de su correspondiente Círculo. Leraie se detuvo frente a las treinta legiones del Séptimo Círculo, mientras escuchaba como el resto de los generales arengaban a sus soldados.

Frente a ella se desplegaban cientos de demonios, esperando sus palabras previas a la batalla. En primera línea, Mazikeen, vestida de cuero y armada hasta los dientes, la miró expectante. La demonio le devolvió la mirada a su querida hermana e hinchó el pecho para llenarlo de aire.

—¡Séptimo Círculo!— gritó, con la voz segura y firme. Sobre su cabeza escuchó un aleteo familiar que anunciaba la llegada de las huestes celestiales. Leraie señaló las nubes que aún cubrían la presencia de los enemigos que se acercaban.— ¡Habéis esperado toda la vida para esto! Toda vuestra existencia os dan dicho que sois seres abominables, monstruos sin corazón. Y que ellos.— enfatizó Leraie, sin despegar la mirada de los soldados a su cargo y sin dejar de señalar el cielo nublado sobre sus cabezas.— son el símbolo del bien. Pero, ¿sabéis que os digo?— sonrió, colocando las manos en su cintura y esbozando una sonrisa mordaz.— ¡Que les jodan!

—Que les jodan.— murmuró Maze, sin despegar la vista de ella, sonriendo.

—No son mejores que nosotros. Que vosotros. Porque al menos, nosotros somos libres y hacemos lo que queremos. Somos libres. Nacimos libres. Y moriremos libres. ¡Por Lucifer! ¡UH!— el grito de guerra de Leraie pareció estallar en sus pulmones y contagió al instante a las treinta legiones, que contestaron aullando en un sonido que hizo temblar la tierra bajo sus pies.

The Fallen One [Lucifer]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora