16.- Un trato es un trato

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Mientras se preparaban para salir recibió un mensaje de Maze, indicándole que había encontrado al arcángel cerca de Pasadena y que procedía a sonsacarle información. 

Algo le dijo a Leraie que aquellos dos iban a acabar en la cama. No sabía cuántas leyes celestiales rompía eso, pero estaba segura de que eran unas cuantas. Las consecuencias para Mazikeen serían nulas, puesto que tanto Lucifer como ella, su superior, le habían dado permiso expreso para hacer lo que fuera necesario para averiguar si Amenadiel tenía la moneda de Pentecostés.

En cuanto al coste que Amenadiel tendría que pagar si osaba acostarse con una demonio... bueno, eso era algo entre él y Dios. Pero supuso que el Todopoderoso no estaría muy contento.

—¿Lista?— preguntó Lucifer, abrochándose el chaleco del magnífico traje negro de tres piezas de Armani. La camisa granate resaltaba sobre su piel y su suave barba de tres días, en la que se vislumbraban algunas atractivas canas. Leraie se preguntó una vez más como lograba tener siempre aquel aspecto impoluto, de caballero británico cultivado y seductor. Supuso que era una ventaja de ser el diablo.— ¿Por qué me miras así?

Leraie le pasó los brazos por el cuello y lo besó con intensidad. Lucifer pareció sorprendido por aquel arrebato algo inoportuno teniendo en cuenta lo que les esperaba aquella noche, pero no se quejó. Correspondió el familiar beso, cerrando los ojos al contacto con la boca de su demonio.

—Me has enseñado tanto, Lucifer...

—No te he enseñado nada que tú no buscaras desesperadamente aprender.— le acarició la fina piel de la mejilla con el pulgar, resiguiendo los rasgos afilados de ella.— Solo lo puse a tu disposición. Era tu apetito el que te hacía aprender, no yo.

—Tú me has llevado a través del tiempo del mundo. He descubierto cosas maravillosas, con las que ni siquiera había soñado, y ha sido gracias a ti.

—Y aún así, nunca he podido llevarte a la Ciudad de Plata. Sé que siempre has querido saber como es.

—No importa. Prefiero toda una vida emocionante a tu lado a echar un solo vistazo a la Ciudad de Plata.

—Eso es por el sexo.— bromeó Lucifer.— Es un don divino que me traje del Cielo.

—Que imbécil eres.— sonrió ella, sacudiendo la cabeza.

Lucifer odiaba las conversaciones profundas y las evitaba siempre que podía con todo tipo de maniobras. Enfrentarse a sus propios sentimientos nunca le había resultado fácil. Pero eso no significaba que no pudiera identificar la profunda confianza y lealtad recíproca que les unía a Leraie y a él. Se sintió un poco culpable por haberla arrastrado a aquello. Al fin y al cabo, ella era feliz en el Infierno y si estaba ahí era solo por pura devoción a él.

—Tenemos que irnos, querida.— murmuró Lucifer, adentrando sus manos bajo la camiseta ajustada que ella llevaba.— No queremos llegar tarde a la ceremonia del té satánica.

—No estás ayudando nada.— el gemido rendido de Leraie disparó sus sentidos y Lucifer pensó que siento él el máximo protagonista de un sacrificio en su nombre, bien podía permitirse retrasarse un poco.

Leraie no pudo objetar nada a aquel razonamiento.

+++

El Corvette se adentró en las calles de El Valle, al norte de Los Ángeles, cuando el sol empezaba a esconderse en el horizonte. El Valle era un distrito que Lucifer odiaba con toda su alma inmortal. Estaba lleno de grandes casas típicas de un suburbio, centros comerciales y famosos de tres al cuarto viviendo en un área masificada hasta la náusea.

Dejaron atrás Mulholland Drive, que delimitaba la frontera sur del distrito, y Leraie le indicó que girara hacia la derecha en una calle llena de casas con jardines delanteros abiertos.

The Fallen One [Lucifer]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora