11.- Matar al mensajero

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Bajo la atenta y severa de Mazikeen, Delilah preparó una ronda de martinis. Y por supuesto, lo hizo mal. 

El Lux hacía ya un buen rato que estaba lleno de famosos y de la gente más atractiva de Los Ángeles, y Maze no tenía ni humor ni paciencia para enseñar a una novata a preparar martinis de la forma correcta. Agarró el pequeño cuchillo con el que cortaban las rodajas de limón y se lo enseñó a Delilah, que retrocedió un par de pasos con el terror pintado en su cara, hasta que la pared llena de botellas del Lux la detuvo.

Sentada de costado sobre una nevera, tras la barra del club, Leraie se miró con distracción las uñas.

—Solo necesito cinco minutos con este cuchillo de mierda para hacerte los ojos de las cuencas, Delilah.

—Eso es cierto. La he visto hacerlo antes y la verdad es que tiene un don especial.— comentó Leraie con una risita pérfida.

Delilah miró a ambas demonios como si estuvieran locas de atar.

—Es que es mi primera vez como camarera.

—¿Y quién coño te ha contratado, entonces?— Maze seguía empuñando el cuchillo, fastidiada hasta el extremo por tener que soportar a aquella tonta.

—El señor Morningstar. Quiero decir, Lucifer.— suspiró sin querer Delilah, con la mirada perdida entre el ambiente del Lux. Leraie reconoció ese tipo de suspiro y se echó a reír.

—Oh, oh.— rió Leraie, bajando de la nevera, dispuesta a arreglar la ronda de martinis que Delilah había preparado mal.

—¿Qué?

—Conozco esa mirada y ese suspiro, querida. No te recomiendo follar con Lucifer. Es adictivo como la heroína.

—Y siempre acaba mal para las humanas.— añadió Maze malévolamente.

—¿Acaso no os lo folláis vosotras?— protestó Delilah.

—Pero nosotras no tenemos alma.— sonrió Leraie, colocando los martinis ya arreglados en una bandeja y entregándosela a una confundida Delilah.— Vamos, llévalos a la mesa seis antes de que Maze te arranque los ojos.

La aspirante a cantante salió de la barra con la tambaleante bandeja de copas y las miró una última vez. Luego se alejó hacia las mesas del Lux sin decir ni una palabra más.

—Esa cría es como un cachorrillo en busca de atención.— suspiró Maze, con los brazos en jarras.

—Y en busca de pollas. Algo me dice que no acabará bien.

—No es nuestro problema.

—No, no lo es.

Su hermana atrapó una botella de ginebra y sirvió dos tragos para ambas. Bebieron en silencio un par de minutos, contemplando el Lux en plena ebullición.

—¿Maze?

—Ahí vamos de nuevo con una ronda de preguntas.

—¿Por qué crees que las humanas caen así de fácil ante Lucifer?

—Porque los humanos son unos capullos y las comparaciones son odiosas. Y ahora bebe y calla de una vez.

Leraie no dijo ni una palabra más. Acabó su copa de ginebra y atendió a los clientes del Lux sin demasiado entusiasmo. Sabía que debía hablar con Lucifer y debía hacerlo en serio. Sin bufonadas ni sarcasmo ni maniobras sexuales disuasorias. La seguridad de su rey y señor debían ser su máxima prioridad, y no revolcarse con él en la cama como bestias sin control.

Intuyó su sobrenatural presencia antes incluso de que los guardias de seguridad abrieran las puertas del Lux y lo dejasen entrar. Levantó la vista de los Bloody Mary que estaba terminando, a tiempo para verlo entrar con su habitual porte y seguridad en sí mismo, emanando una elegancia perturbadora. Parecía tan humano, y a la vez, era imposible que lo fuera. No había un hombre como él en toda la Tierra.

The Fallen One [Lucifer]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora