22.- Un Círculo exclusivo

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Lucifer se desperezó en la cama, estirando todo su cuerpo de forma felina y elegante, relajado e indiferente a la figura desnuda de Britney que reposaba aún a su lado. Ya había cumplido con su parte del trato y en breve la chica debería irse. Aunque a juzgar por la mirada que esta tenía en su rostro, no tenía ni la más mínima intención de abandonar su lecho tan rápido.

Era pasada la medianoche, y Lucifer no tenía ganas de quedarse ahí  malgastando el resto de la velada con aquella humana que no tenía demasiado interés para él. La noche era joven y el Lux debía estar rebosante de otras vidas, otros cuerpos, otras almas con las que cruzarse y disfrutar.

—Es hora de irse, Britney.— le dijo amablemente a la chica, cubriendo su cuerpo con un elegante batín de seda negro.

—Pero...

—No, querida. Súplicas no. Nunca me han gustado.— sonrió él, encendiendo un cigarro.— Voy a salir a fumar a la terraza y cuando vuelva, espero que te hayas vestido y que hayas vuelto a tu vida de postadolescente satánica de Los Ángeles. Hasta nunca, querida.

La dejó ahí sin más y cruzó la estancia hasta salir a la calurosa noche de la ciudad, de la que tenía espléndidas vistas desde su ático de la Sunset Tower. Le sorprendió encontrar ahí sentada a Leraie, que parecía absorta contemplando la nada, con las largas piernas apoyadas en la barandilla de la terraza.

—No te escuchado llegar.— comentó Lucifer, mirando las luces y la vida de Los Ángeles que se desplegaba ante él.— Creí que ya estarías en el Infierno. ¿Has ido y vuelto ya de ahí? ¿Hace cuánto estás aquí?

—Hace una hora. Te he visto ocupado con Britney y no quería molestar.

—Podrías haberte unido, querida.

—No estoy de humor.

Lucifer encendió otro cigarrillo y se lo pasó a ella, que lo aceptó con desgana. Leraie le mostró la moneda de Pentecostés, con la que jugueteaba entre sus blancos dedos. Entonces, no la había usado para volver. Pero, ¿por qué?

—Uriel me ha pedido que la guardes. No he ido al Infierno todavía.

—¿Que Uriel qué? ¿Cuándo has hablado con mi hermano?

—Hace unas horas.— Leraie se incorporó y deslizó la antiquísima moneda en uno de los bolsillos del batín de él. Se sirvió una copa de ambarino whisky y le contó sin omitir detalle alguno toda la extraña conversación que había tenido con el ángel en la playa de Venice Beach. Al terminar el relato, Lucifer estaba altamente molesto y sacudía la cabeza con testarudez.

—Te ha mentido como a una tonta, Lera. 

—No lo creo. Parecía preocupado por ti de verdad.

—¡Pero es que eso es lo que hacen! Dios nos engaña a todos continuamente, y les usa a ellos para hacer el trabajo sucio. Te ha engañado, como lograron engañarme a mí  durante mucho tiempo.

—No, no la he engañado.— dijo Uriel a sus espaldas, encogiendo las alas hasta reducirlas y hacerlas desaparecer. Leraie no pareció sobresaltarse en absoluto por la aparición repentina del ángel, pero Lucifer parecía de todo menos contento de tenerlo ahí.

—¿Quién te ha invitado, hermano? Si estás intentando impedir que la mande al Infierno para reunirse con el resto de generales de los Círculos quiero que sepas que...

—No estoy intentando nada. Yo mismo la llevaré ahí y la traeré de vuelta a tu lado, como he dicho que haría. Pero antes necesito hablar con los dos.

—¿Por qué cojones ibas a hacer tú eso?— se exasperó Lucifer. La mano calmada de Leraie le tocó el brazo, instando a tranquilizarlo. Este bufó y se cruzó de brazos. 

The Fallen One [Lucifer]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora