02 Frutos rojos

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Piensa, vamos, piensa.

-¿Sí fueras un niño de seis años con aparente actitud de espía, dónde estarías?

Dijo en voz alta, como sí su consciencia de la nada fuera a responder con la verdad. Una tierna bebé en su silla alta fue su única receptora mientras sigue en su tarea de chupar su mano en puño llenándola de baba. ¿Qué hacía ella ahí de todos modos?

Sacudió ambas manos en su dirección dando a concluir que no se concentraría en eso por el momento, seguramente era la hija de uno de los trabajadores de ahí. Le lanzó un corto beso volador despidiéndose de la pequeña princesa y se empeñó en seguir recorriendo el lugar escaneando cada silla, persona, enfermera, espacio libre queriendo dar con esa salvaje cabecita de pelo castaño igual al suyo pero más revuelto.

¡Mamá iba a matarlo!

Podía estar exagerando, o no, ya puede escuchar la música funeraria invadiendo su aire.

-¿Podrías hacerme el favor de tocar algo lindo cuando estés velando por mi?- se dejó desplomar lo que pudo sobre la tapa de madera del piano, su, aparentemente, mejor amigo no mostró inmutarse por eso -Podrías también fingir que te preocupas.

-Me preocuparé cuando sea necesario.

-¡Ahora lo es! Necesito encontrarlo.

-Escucha- dijo, entrelazó los dedos de las pálidas manos frente al soporte de partituras tratando de mantener su estado de relajación, y no mandar a la mierda, a su menor con una creciente crisis -, lo que necesitas es inhalar muy fuerte, hasta que tus pulmones duelan y soltarlo todo despacio.- el otro intentó seguir sus indicaciones, pareciendo más una mujer a punto de dar a luz -Conoces el lugar afuera, todo está cubierto por un muro de casi siete metros y la seguridad tanto de ahí como aquí- señaló el suelo para generalizar la clínica entera -es mucho mejor que el protector solar que usas.

Pasó de sentirse ofendido por su tono ligeramente bronceado -¿Significa que estoy en problemas tegumentarios?

-Significa que te tranquilices y me dejes repasar una vez más sin tu angustia flotando cerca de mi.

-¡Teniente!- una voz conocida los hizo girar a su derecha, encontrando el origen y regresando la vida al cuerpo del castaño. Ambos niños llegan corriendo, el más alto sosteniendo de la mano al pequeño extravió de Kim que mantiene una paleta en su pequeña boca sujetando el palito con su mano libre -La misión ha sido un éxito- soltó la mano del más joven y se puso en posición de soldado -, encontré al niño perdido en el consultorio de una doctora. Se encuentra sano y salvo, y con una paleta de cereza.

Taehyung se abalanzó en el delgado y suave cuerpo del pequeño que sigue degustando el dulce, abrazándolo tan fuerte que escuchó un quejido para aflojar su agarre. Le agradeció una y otra vez a su soldado de baja estatura que comienza a saltar en dirección del pianista rubio siendo elogiado por el mismo ante su actitud responsable y perseverante, siendo un niño grande capaz de cuidar a sus doangsengs.

-Nunca vuelvas a hacerme eso, Wonie.- lloriqueo -Eres demasiado chiquito para alejarte así de mi lado, y yo demasiado joven y simpático para desfallecer.

-¿Qué es desfallecer, hyung?

-Algún día lo sabrás. Ahora vayan a sus lugares al frente para que podamos comenzar.

Una respuesta a la par se escuchó con sus voces agudas y se alejaron hasta las sillas de colores más pequeñas a las demás, dejando a sus respectivos hermanos terminar de acomodar lo necesario en las conexiones para que el sonido lograse alcanzar más amplitud con las bocinas del lugar. De eso se encargó el castaño, mientras tanto el músico relee una vez más sus obras a presentar ese día; sabía que había trabajado mucho para llevar sus mejores trabajos a ese lugar, y haber pospuesto la fecha tantas veces merecía presentar lo mejor. La musicoterapia fue una de sus ideas, por lo que debía llevarla a cabo tanto tiempo como le fuera posible ahí.

Mikrokosmos / TaeKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora