16 Jeon

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La música solía componerse de altos y bajos, un centenar de instrumentos de todo tipo, toda cultura y todo material; siendo una más estridente que otra, para bodas o para funerales.

De cualquier forma, siempre alcanza a tocar una parte de cada persona, siempre haciéndole sentir algo incluso sí no es lo que desea.

Otro componente es la voz, cuando una persona, e incluso un animal como un canario, es capaz de crear una melodía tan potente y hermosa.

Cuando Kim Taelia decidió concederle a su primogénito la suerte de entrar a clases de canto, no esperó que surgiera tanto talento.

Su preciosa voz aguda procedió a ser grave y alta, tan recia que apenas fue posible creer que ese chico tuviera esa voz tan majestuosa. Durante mucho se sintió genial saber que podría hacer sentir tantas cosas con sólo cantar. Pero ya no quería ser sólo quien lo hiciera.

-¿Karaoke?

-Competencia de Karaoke- corrigió, Jungkook quería esperar que se tratase de una broma, pero jamás lo vio titubear en su postura. Se encogió de hombros, ya nada podía sorprenderle viniendo del castaño.

-Claro, será interesante.

Demasiado

Pensó Taehyung. Por mucho tiempo soñó con poder algún día sentirse vivo escuchando la voz de su pareja, que sólo él podría volver loco su corazón, y quizás podía ser muy cruel tomando en cuenta que Jungkook no correspondería sus sentimientos, al menos tendría la oportunidad de decir que supo lo que es sentirse hipnotizado por el poder del destino. Sólo una vez, con una cosa que hiciera, algo que le recordase que el pelinegro estaba hecho para él. Aunque no pudiera llegar a algo al final.

Necesitaba saber que Jungkook está bien siendo así, que puede dejarlo seguir así sin meterse en algún problema futuro por inmiscuirse demasiado. Y eso únicamente podría sentirlo por la conexión, esa que sigue ahí, tan viva como el primer día y tan ignorada desde entonces. Sólo así tendría unos minutos de sentir lo mismo y convencerse que dejarlo estar sigue siendo la mejor opción.

Nada como un juego entre niños para pasar desapercibido.

El camino al lugar fue silencioso, su vista fija en la calle mientras veía a Jungkook de reojo seguir concentrado en lo que apareciese por la ventana, eso no ayudaba en nada a la próxima decisión de Taehyung. De ratos lograba sentir cierta melancolía en el asiento del copiloto, tanto deprimente como feliz y tranquila, no era necesario hacer uso de ninguna conexión para saber eso. Con sólo mirar un brillo singular en esas cerezas profundas, percibir su respiración tan silenciosa y relajada junto a un movimiento de manos sobre sus piernas siguiendo el ritmo de una canción que se reproduce sólo en su memoria.

Ese día muchas cosas saldrían a la luz con dejarse fundir en lo que es Jeon Jungkook, con un minuto que sus almas se tocasen de nuevo, sería suficiente para saber sí realmente es feliz en esa silla y no querer tomar un nuevo tratamiento.

Esperaba que dejase salir esa parte de él, igual a esa noche en que tuvo una pesadilla de la que no quiso insistir por saber para evitar incomodarlo más de lo que ya debía estar.

Aún puede recordar la explosión de emociones que lo invadió al conectar sus miradas por esos pocos segundos antes de fundirlo entre sus brazos, no pudiendo soportar sentirse igual. Jungkook había sentido un terror inexplicable, tanto que consiguió taladrar la piel de Taehyung, algo tan malo estaba en la mente del menor y él no podía hacer algo más que abrazarlo, rearmando cada pequeña pieza que detecto ser desplomada de forma salvaje de ese cuerpo tembloroso, lleno de espasmos que no acababa de llorar. Taehyung no lloró con Jungkook, pero sintió que su propia voz luchaba por salir y gritar, casi que salía de su cuerpo para ir al del pelinegro y darle más oportunidad de llorar para sacar todo eso que no quiere hablar aún.

Mikrokosmos / TaeKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora