El Camino Del Guerrero.

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Año y medio había transcurrido desde que Izō comenzara su entrenamiento; a este momento sus movimientos con la bokken mejoraban a pasos agigantados, haciendo que su maestro se sintiera orgulloso. Los movimientos en un combate cuerpo a cuerpo todavía no los sentía cómodo, pero ya comenzaba a moverse con más fluidez. Eso lo mantenía animado y lo motivaba a seguir esforzándose a mejorar.

Ese día era el cumpleaños de Izō, una tormenta invernal le había impedido entrenar afuera y el maestro, como era común, estaba en silencio, puso agua al fuego para preparar el té, un poco más temprano que de costumbre, era la primera vez que rompía la tradición de tomar el té a las cuatro en punto, pero eso no parecía importarle a ninguno de los dos.

El pequeño Izō se encontraba en el suelo con un montón de hojas esparcidas a su alrededor y las manos completamente manchadas de tinta, practicaba su escritura en griego tomando apuntes de un libro sobre budismo que trataba sobre la vida y la muerte; su maestro le había dicho que había muerte y reencarnación, por eso los hombres no debían temer a morir. Esas eran las palabras que el pequeño intentaba escribir en griego.

—Izō—habló Yamato, el pequeño se levantó de inmediato—lávate y luego ven conmigo.
El niño, se apresuró a cumplir con la orden dándose cuenta que tenía tinta hasta en la cara. Luego de haberse lavado regresó a dónde su maestro lo estaba esperando, se sentó al estilo seiza¹ frente a su maestro y esperó a sus palabras. Estaba emocionado, no sabía que era lo que su maestro le iba a decir, pero sabía que iba ser importante para su futuro como guerrero.

—Hoy es tu cumpleaños número seis, ya conoces las tres doctrinas más importantes de estas tierras, ¿qué has aprendido de ellas?

—El confusionismo—comenzó el niño—, nos enseña sobre nuestro trato hacia las personas; hay... —meditó llevando su dedo índice a la barbilla—cinco relaciones morales o virtudes principales: justicia, benevolencia, amor, sinceridad y honestidad. El autocontrol de las emociones también es importante, especialmente para los guerreros—vio a su maestro y este asintió.

«El otro es el, sita... Sin... sintoísmo, que enseña la veneración a los ancestros, honrarles y serles fiel a su memoria. Lealtad. Finalmente, el budismo, que dice que no hay que temer a la muerte, pues esta no es el final».

—Muy bien, Izō—el niño sonrió mostrando el hueco que dejaba la pérdida de su primer diente de leche—. Ahora, debo preguntarte, el camino que quieres seguir, ¿está a lado de la diosa Atenea? ¿Quieres dedicar tu vida para servir a su causa? —Yamato lo miraba fijamente.

El pequeño lo meditó, con esa pregunta creyó entender por qué su maestro le había hecho estudiar y aprender sobre las doctrinas principales y lo que para un guerrero significaban, de su la respuesta que diera, sellaría su destino. Se decidió, él se prometió ser un guerrero y lo iba a conseguir, además era un honor más elevado pelear para una diosa que sólo por el imperio.

—Sí, señor—dijo decidido. El agua comenzó a hervir.

—Muy bien, a partir de hoy comenzaremos a entrenar más arduamente y aprenderás a ser un verdadero guerrero bushi—ambos se levantaron y el maestro comenzó a preparar el té.

Izō, se sentó a la mesa recibiendo la taza que su maestro le ofrecía, estaba seguro que ese día recibiría otra lección importante como aquella en la que le habló sobre el arte del kendo. En lugar de sentarse, el sensei, salió un momento, para luego regresar con una caja bellamente decorada. El pequeño, abrió los ojos de par en par al ver que la extendía hacia él.

—Esto—explicó el anciano—es una katana zutsu², es para ti. Ábrela—le sonrió.

Izō, con emoción se levantó de su lugar y corrió a tomarla, la examinó. Era realmente hermosa. Se sentó en el suelo y la abrió, vio que en el interior había una espada larga, que consideró un poco grande para él, aunque para cuando fuera mayor estaría bien, pensó el niño. Vio a su maestro con interrogación y una sonrisa se formaba en su rostro infantil, trató de contener su emoción a la hora de hablar.

—¿Es mía? —preguntó con duda—¿de verdad, es mía? —el anciano asintió y el pequeño sonrió más, haciendo que un par de hoyuelos se le formaran en las mejillas—¡muchas gracias! Es, es...—no terminó la frase y abrazó a su maestro.

El mayor sonrió y le devolvió el gesto, era la primera vez que el pequeño le daba tal muestra de cariño y aunque no estaba acostumbrado a ellos, no le molestó. Le tenía afecto y le producía cierta felicidad saber que Izō también lo apreciaba. El niño se separó y bajó la cabeza por vergüenza a su acto y el maestro le alborotó los cabellos, con afecto.

—Bien, ven, tomemos el té, hoy tendremos galletas.

—¡Sí!—gritó Izō con entusiasmo.

El niño sonrió entusiasmado, eran pocas las veces que su maestro le permitía comer dulces, así que su emoción se hizo todavía más grande. Ese día, a pesar del frío y la nieve, iba ser uno de los mejores. Ambos tomaron asiento y comenzaron a beber de su té. Izō había apartado una buena parte de las galletas para sí mismo haciendo que su maestro sonriera con gracia. A Yamato le parecía increíble que ese pequeño, apenas unos minutos antes, le recitara algunos de los principios de las doctrinas orientales.

—Todo guerrero—Izō, al escuchar la voz del sensei levantó la cabeza, teniendo una galleta a medio engullir en la boca—debe seguir un camino para convertirse en un guerrero excepcional y de respeto; esto se aprende con el bushido—al terminar, evitó una carcajada al ver al niño casi ahogarse por comer la galleta demasiado rápido.

—Y... —tosió—¿que...enseña el bushido? —preguntó entre espasmos por su atragantamiento.

—Te enseña a ser un guerrero honorable, leal y honrado. Tres cosas que se deben tener para no caer en la vergüenza del deshonor y ser un guerrero vacío. El bushido es, literalmente, «el camino del guerrero».

«Aquellos que entran en batalla, deben tener claro por qué y por quién pelean, pelear por simple capricho o placer hace de la victoria algo vacío, no hay honor en batallas que se ganan cuando hay ventaja en ella o lo único que se obtiene es un ego que te ciega a la realidad. No, la victoria que un encuentro te proporcione, debe ser para honrar a aquellos a los que proteges y se enorgullezcan, no avergüencen».

—Un motivo para pelear—repitió el niño—, entiendo—y se llevó una nueva galleta a la boca.

—El bushido, procede de las tres ramas filosóficas que ya conoces, sintoísmo, Confusionismo y budismo, pero además consta de siete principios que ningún guerrero debe olvidar: Gi, yu, Jin, rei, meyo, Makoto, shugo. Cada principio es un paso para ser un guerrero de élite y de honor.

«El primero, Gi, honradez y justicia: sé honrado en tus tratos con todo el mundo, cree en la justicia, pero no en la que emana de los demás, sino en la tuya propia. Para un auténtico samurái no hay grises en lo que se refiere a honradez y justicia, sólo existe lo correcto y lo incorrecto.»

Con eso habían concluido la charla del té, el sensei no había agregado una explicación, pues confiaba en que Izō, encontraría el significado de aquello, él debía trazar su camino como guerrero de Atenea, su deber como mentor era guiarlo, pero su alumno era el que debía elegir su sendero y aprender de él, sin que nadie lo eligiera por él. Sus principios y creencias debían nacer de su corazón y a él, como su sensei, sólo le restaba esperar que no se desviara y sí lo hiciese, devolverlo al camino, sí aún no era muy tarde.

Izō se encontraba practicando con la bokken haciéndola golpear a un hombre de paja, con golpes certeros, habían habilitado un espacio dentro de la casa para esa tarea, pues los días de lluvia y de nieve podían retrasar su entrenamiento con el sable, aunque la katana la empezaría a usar hasta primavera, solo para evitar cualquier tipo de accidente dentro de la casa. Mientras, hacia los movimientos que tan bien tenía practicados, pensaba en el primer precepto del bushido, gi.

Concluida su práctica, tomó un libro sobre mitología griega y leyó lo que éste decía sobre su diosa, no se cansaba de aprender sobre ella. Mientras pasaba las líneas, encontró palabras como amor, protección, nobleza y entonces entendió el significado de gi, tomó tinta, pluma y papel y escribió «la justicia es la que emana de Atenea; cumplir con lo que ella busca, no solo en la guerra, sino en la vida, hacer de su causa mi justicia y honrarla siempre con mis actos».

Después de una semana, el niño había comprendido el Gi; el sensei se encontraba complacido, le pareció un gran avance, le agradaba el empeño que Izō ponía en su aprendizaje. Era un buen momento para explicarle el segundo principio, así que como ya era costumbre, a las cuatro de la tarde se sirvió el té y procedió hablarle del yu.

—El yu, es el valor heroico. Álzate sobre las masas de gente que temen actuar. Ocultarse como una tortuga en su caparazón no es vivir. Un samurái debe tener valor heroico. Es absolutamente arriesgado. Es peligroso. Es vivir la vida de forma plena, completa, maravillosa. El coraje heroico no es ciego. Es inteligente y fuerte.

Como en la vez anterior, no hubo interpretación a las palabras de aquel principio, el pequeño guerrero debía encontrar el significado de ellas por sí mismo. Encontrar el sendero que lo convertiría en un verdadero bushi. Izō se tomaba muy enserio su aprendizaje y por ello, cuando meditaba lo hacía solo y en donde nadie lo interrumpiera.

El pequeño caminaba cerca de un acantilado, el clima seguía frío, pero habían pasado un par de días sin nevar y eso lo entusiasmó para pasear un poco a las afueras del pueblo, estar encerrado era muy aburrido, a pesar de que se mantenía ocupado todo el día, ya fuera con lecturas o entrenamiento. Sus pensamientos estaban enfocados en entender el significado del yu.

Un quejido, de lo que Izō identificó como el de un animal lo sacó de sus mediaciones y de inmediato se puso a buscar la fuente de aquel sonido tan lastimero. No tardó en encontrarlo. A unos metros de él, vio que dos muchachos estaban golpeando a un perrito, aquello lo llenó de indignación. Su enojo fue tal, que sin pensarlo se lanzó contra los agresores tomándolos por sorpresa.

Derribó al primero sin problemas, pero no contó con que el otro lo golpearía por la espalda haciendo que casi cayera por el acantilado. Logró frenarse y se dio la vuelta para seguir atacando, pero se detuvo en seco al ver como uno de aquellos sujetos lanzaba al cachorro por el precipicio, se quedó quieto sin reaccionar, aquello lo había dejado en shock.

No reaccionó hasta que sintió un golpe en las costillas, después otro, el simplemente fue incapaz de defenderse. No se sentía con la suficiente fuerza para intentar detener los golpes que se estrellaban una y otra vez en su pequeño cuerpo. Lo golpearon hasta que quedaron satisfechos. Dejándolo inconsciente y muy mal herido.

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¹forma tradicional de sentarse de rodillas.
²caja de madera muy ornamentada en la que la katana era guardada.

El Camino del guerrero no es fácil, tristemente y nuestro pequeño tiene mucho que aprender.
Sí les gustó espero me lo hagan saber y nos leemos en el siguiente capítulo. Besitos.

Un Camino Hacia El HonorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora