Recuerdos. (Cap. Especial)

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ShuraxAfrodita

Afrodita se encontraba sentado en el marco de su ventana, mirando como comenzaba a caer el atardecer en el Santuario, siempre le había gustado ver aparecer las primeras estrellas, para luego entrar a su templo y regar sus plantas. sus pensamientos fueron interrumpidos por Shura, quién pasó como alma que lleva el diablo sin siquiera dedicarle un saludo, adentrándose en su templo, lo que causó la curiosidad del de la décimo segunda casa.

Bajó de donde estaba sentado y se adentró a su templo para ver qué le ocurría a su compañero. Lo encontró paseando de un lado a otro dentro de su sala, lucía ansioso. Afrodita se apoyó en uno de los pilares que había dentro y sonrió, era difícil ver al Capricornio en ese estado, por lo que disfrutó por un momento de aquella escena, hasta que Shura se dio cuenta de su presencia.

—¿Pasa algo, Shura? —preguntó Afrodita sin despegarse del pilar en el que estaba apoyado.

—Sí, necesito que veas algo.

Sus palabras lo dejaron sorprendido, pero en seguida se recuperó y con un gesto asintió. Ambos salieron del templo y comenzaron el descenso hacia la décima casa. Shura avanzaba rápido, arrastrando a Afrodita de la mano con él, a quien le costaba seguirle el paso, le pedía que se detuviera, pero era totalmente ignorado por su compañero que se limitaba a seguir avanzando.

Camus, sintiéndolos aproximarse, había salido a recibirlos. Los saludó, fue monumentalmente obviado por Shura y Afrodita iba a devolverle el saludo, con tan mala suerte que a punto estuvo de caerse, si no hubiera sido por los reflejos de Acuario que le detuvo justo a tiempo e hizo que Shura lo soltara qué, sí no hubiera sido por aquella acción, ni se entera de nada, miró a Camus con cara de pocos amigos.

—Casi lo matas—reclamó el acuariano.

—¿No crees que estas exagerando? —respondió el otro con cierta impaciencia—. Afrodita, vamos.

—No va a ir contigo-sentenció Camus.

—¿Me lo vas a impedir tú?

Afrodita, veía aquella escena con cierta diversión, sino fuera porque la situación era seria, se hubiera echado a reír. Camus seguía sin perdonar a Shura por haberle «quitado» a su amigo. En cambio, puso su semblante más serio y los miró fingiendo enojo e indignación.

—Creo que puedo decidir por mí mismo, ¿no creen?

Ambos lo voltearon a ver con sorpresa y Afrodita se dio cuenta que en realidad habían olvidado que él estaba ahí y entonces no pudo seguir aguantando la risa y estalló en carcajadas, los otros lo miraron a un más desconcertados, sin dejar de reír, los tomó a ambos por los hombros y los instó a bajar con él. A Shura no le hizo gracia que le acompañara Camus, pero no dijo nada. Los tres se dirigieron a Capricornio.

Cuando llegaron al templo, el dueño los invitó a sentarse, dejándoles un momento en la sala para luego volver aparecer trayendo consigo una espada y se la presentó a Afrodita, que se sobresaltó al ver el arma tan cerca de él. La giró dejando ver algunos símbolos grabados en ella. Afrodita lo miró interrogante, pues no entendía a qué iba todo aquello.

—Mira la hoja, quiero saber sí reconoces los signos.

Camus también observó con curiosidad aquella espada, se preguntó por qué había ido con Afrodita y no con Mu o con el patriarca; no demeritaba los conocimientos de su amigo, le constaba que era culto, pero creía que ellos sabrían decirle más, aunque tampoco estaba seguro. Afrodita miraba con detenimiento los símbolos y en un principio se había hecho la misma pregunta que Camus.

Un Camino Hacia El HonorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora