El Viaje.

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¡Hola! aquí comienza la segunda parte de este fanfic. 

Cabe aclarar que esta parte está inspirada en uno de mis libros favoritos, titulado «Trece Runas» de Michael Peinkofer, un autor maravilloso y recomendado.

Contiene un poco de historia y nada de yaoi. xD Sin más, que disfruten. 😆

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Izō, vio al chico de ojos azules de manera detenida, aunque su expresión era neutra, estaba incrédulo; llegaba y de la nada le decía que se tenían que ir, ¡ni siquiera se había presentado! No le agradó, parecía que no tenía modales, ¿qué clase de guerreros tenía Athenea? Eran de las cosas que el Santo de Capricornio se hacía. Pudo notar al recién llegado algo incómodo ante su continuo escrutinio. De pronto abrió los ojos con sorpresa, como si de pronto recordara algo importante y se apresuró a aclarar la duda de que tenía Izō desde el momento de su llegada.

—¡Disculpa mi falta de modales! —hizo una leve inclinación con gesto apenado—. Soy Mystoria, santo dorado de Acuario. También tengo poco de haber obtenido mi armadura—sonrió gentilmente.

Izō, se quedó impresionado, recordaba vagamente al joven, un chico amable, pero algo serio y reservado. Había sido uno de los pocos niños que lo aceptaron de inmediato en su corta estancia en el Santuario. Mystoria, había olvidado su nombre, pero siempre lo recordaba junto al otro chico que también había sido muy gentil, aunque algo cambiante. Lo volvió a ver, su tono de cabello era bastante llamativo, le parecía increíble que no haya tenido problemas en llegar hasta él, claro que como santo dorado, quizás hizo uso de su velocidad y no había tenido más inconveniente que el saber en dónde vivía.

El recién llegado permanecía estoico mientras Izō, lo observaba, sopesando las palabras que acababa de darle, la verdad es que lo había tomado por sorpresa, él no estaba preparado para viajar. Había pensado que tendría tiempo para pensar qué es lo que iba hacer y cuando estuviera listo, presentarse en el Santuario y ahora ahí estaba ese chico, diciendo que tenía que irse porque reclamaban su presencia, ahora era un santo y no iba a negarse, pero le parecía apresurada aquella partida, él tenía que arreglar sus cosas y Mystoria seguro estaría cansado del viaje. Se resolvió a hablar.

—Has hecho un viaje largo— dijo Izō, después de un tiempo—, sí no tienes prisa, podemos partir mañana, de todos modos, tengo que recoger algunas cosas y es la hora del té— el de Acuario simplemente asintió.

Entró a la casa seguido por Mystoria, quien de inmediato se despojó de la armadura y la dejó dentro de su caja. Izō, puso a hervir el agua para preparar el té, sentía la mirada de su compañero sobre sí, mientras realizaba aquella acción. Mantenía en su rostro un semblante serio; la realidad era que en ese momento sentía cierto pesar y nostalgia al recordar que la hora del té, siempre estaba acompañado de la presencia de su maestro y de las enseñanzas que éste podía transmitirle. Miró en dirección de Mystoria, que seguía pendiente de él, su presencia le daba cierto consuelo, no podía negarlo.

Izō, sirvió el té e invitó a su compañero a sentarse con él, ofreciéndole una taza; ambos siguieron en silencio, parecía que ninguno de los dos tenía prisa en romperlo, ni que les desagradara la situación, era un momento en el que ambos estaban sumidos en sus pensamientos y Mystoria, estaba decidido a concederle la palabra. Izo, lo pudo notar en el momento en el que éste fijó su vista en él, tras darle un par de sorbos a su té. Se tomó su tiempo antes de decidirse hablar.

—¿Y a dónde nos dirigimos? —le pareció que hablar sobre la misión era un buen punto para comenzar.

—Iremos a la Gran Bretaña a investigar la ubicación de algunas almas selladas. Espectros— aclaró.

Un Camino Hacia El HonorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora