Un Camino Hacia El Honor

Tras la Pista

Las semanas siguientes fueron agitadas, se habían movido de un lugar a otro en busca de pistas que los llevara a saber qué relación guardaba la hermandad de las runas con Hades, sí es que había tal; a la vez que trataban de anticipar los movimiento de los sectarios para poder frenarlos, lo cual era complicado ya que parecían moverse en las sombras e Izō seguía pensando en lo que la mujer de las runas le había dicho «Excalibur ya una vez ayudó a establecer el orden, tal vez sea tiempo de que vuelva hacerlo», esas palabras resonaban constantemente en su mente y se preguntaba a qué se refería, tal vez fuera clave para resolver todo el asunto o al menos encaminarse a ello.

Izō, no había comentado su encuentro con aquella enigmática mujer con ninguno de sus compañeros, no sabía cómo hacerlo, ni él estaba seguro de que aquel encuentro haya ocurrido realmente. En ese momento se encontraba tomando el té, había continuado con ese hábito y sus compañeros no habían tardado en adoptarlo y tomarlo con él, a veces estaban los cuatro y otras sólo él o como en esa ocasión acompañado únicamente por Cardinale. Era extraño encontrarse con ese santo, ya que parecía bastante distante, especialmente con él, lo había visto interactuar con Shion, incluso con Mystoria, pero no con él y por alguna razón, no le agradaba la actitud de piscis, tomó valor para decidirse hablar.

—¿Qué relación guarda Excalibur con estas tierras? —lanzó la pregunta antes de arrepentirse.

Izō, vio a Cardinale detener el movimiento de su taza al escuchar su pregunta. Se sintió incómodo por la mirada verde que parecía sorprendida, notó de igual forma que dudaba en responderle y se tomaba su tiempo, por unos instantes se cuestionó sí lo lejano que era el de la duodécima casa con él era su culpa. Esperó pacientemente a que le respondiera, le mantuvo la mirada, aunque en más de una ocasión estuvo tentado a desviarla. Finalmente, tras dar un pequeño sorbo a su té, bajar la taza con toda la tranquilidad del mundo y volver a mirarlo, el de la casa de piscis finalmente se decidió a responderle.

—Excalibur, es una espada legendaria en la región sur de este país, más concretamente en Gales e Inglaterra. Cuenta la leyenda que fue forjada por un mago muy poderoso llamado Merlín y que fue entregado a un hombre que estaba destinado a convertirse en rey, Arturo.

«Algunas leyendas afirman que la espada estaba incrustada en una roca, no obstante, otras dicen que era un yunque; el caso, es que Arturo fue el único que pudo sacarla y esto le dio el derecho a convertirse en rey, pero tú y yo sabemos que esto no es así... otra versión cuenta que la espada fue otorgada a Arturo por una poderosa hada o bruja que habitaba un lago, y era llamada la Dama del Lago, que originales—agregó con sarcasmo—, aunque se le atribuye el nombre de Nyneve, un nombre que sí bien es celta, tiene sus orígenes en el latín, Mnemosina...»

—La madre de las musas—interrumpió Izō—. Existe la posibilidad de que esta versión esté más apegada a la realidad, ¿no es así?

—La verdad es que no me había planteado la posibilidad, esta versión es la menos popular y no hay mucha información al respecto, de hecho, el propio Arturo puede ser no más que un mito, pero podemos investigar más, ¿a qué se debe el interés?

—Es que...—tenía la duda sí decirle o no, miró al frente y se topó con su mirada verde que le veía expectante, de pronto se sintió incomodo y volvió la vista a su taza—Es que me dijeron que ya una vez Excalibur ayudó a mantener el orden en estas tierras y que era probable que lo volviera hacer.

—¿Quién te lo dijo? —el rubio se veía cada vez más interesado y esta vez le daba toda su atención.

—Una mujer, me dijo que las runas le habían contado y por eso me había buscado. se veía bastante anciana, pero no sé sí solo estuvo en mi imaginación, se fue bastante rápido.