Prólogo.

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No se una mierda sobre cómo mantener relaciones afectivas, no se ni siquiera con exactitud qué he estado haciendo los últimos diez años con mi vida. Soy una adolescente de 17 años a punto de graduarse de preparatoria. He medido y calculado cada acción para mi futuro, quizá queriendo ignorar el hecho de que no tenía ni puta idea de que era lo que estaba sintiendo. Ignorando las incógnitas que me atormentaban día tras día.

Lo único que he estado haciendo desde que tengo uso de memoria es huir de lo que siento, intente apegarme a las reglas que yo misma había impuesto, y aún así sentía caminar entre una línea recta a mi destrucción. Dibujando líneas sin sentido, agregando colores que colores que no combinaban en el dibujo.

Me mire una y otra vez en el espejo tratando de encontrar alguna falla en mí. El sentimiento de estar vacía no abandonaba mi cuerpo.

Seguía caminando en esa línea recta.

Las cicatrices en mis brazos parecen casi nunca haber existido. Los moretones en mis manos parecen haber sido una simple pesadilla.

Las palabras malas, los golpes y las marcas mentales siguen apareciendo cada vez que encuentro un pequeño punto de paz. Parezco una pequeña muñeca de porcelana, tan frágil que con solo una caída de rompería, incluso más de lo que ya estaba.

Nadie puede arreglarme, solo yo tengo ese poder, el cual por alguna extraña razón no uso. ¿Masoquismo será? Siempre que lo intento termino cayendo en un vacío de emociones, rechazo y dejá vu.

El sentimiento de caer una vez más en la soledad no me abandona. La soga ya puesta en el rincón de mi habitación se ve tan tentativa que pasó la yema de mis dedos por ella. Pero soy lo suficientemente cobarde como para dudar.

Las cenizas de su amor,
esparcidas sobre un lago de lágrimas.

Las miradas fijas en el otro,
en aquel momento eterno,

divagando en recuerdos,
una vez más.

Su poema sin terminar se repite, una y otra vez. Le extrañó tanto que duele si quiera respirar, y solo puedo conformarme con verle en los pasillos de mi memoria, en los rincones de mi felicidad alterada y quebrantada.

Siempre he dicho que nada es infinito, sin embargo, haciendo mi tarea de matemáticas, analizar algo tan simple como unos dígitos, me hizo pensar en que hay ciertas formas de decir lo que sentimos de forma exagerada. Si los números son infinitos, ¿Qué nos impide creer en el destino? ¿A caso somos las simples piezas de un juego de ajedrez movidas por y para un propósito? ¿O podíamos siquiera intentar cambiar las cosas?

Los sentimientos son confusos, nunca lo he comprendido; he sentido mucho dolor y conforme pasaban los años me sentía cada vez más vacía y sola, hubo un tiempo en dónde tuve dos rayos de luz en mi vida qué se apagaron tan pronto como se encendieron. La pérdida de alguien que amas puede nublarte y ahogarte.

El amor tiene muchos significados, pero todos dan a la misma conclusión; no importa qué tan fuerte seas, ni cuánto huyas, el amor te atrapara y consumirá. Para bien o para mal.

El amor es paz, es felicidad.

Y destructivo de vez en cuando.

Amar significa querer algo con tu alma, más que a tí mismo. Amar y proteger.

Y aunque existen muchas clases de amor; solo pocos duran para siempre.

Nunca creí volver a experimentar ese sentimiento tan confuso, pero cuando le conocí, no creí que aquel desastre de chico sería capaz de ponerme los sentimientos de cabeza. Mucho menos hacerme sentir la enorme necesidad de proteger, amarle y cuidarle. Estaba tan perdido en sí mismo, que ni siquiera se dio cuenta de que en el momento en el que intentó salvarme de mí, no solo me salvó, sino que desde ese momento mi corazón le pertenecería por siempre.

Honestamente las emociones son confusas, pero no quiero comprenderlas, solo sentirlas, y acompañar a la persona que amo aún en el huracán, y en el caos.

Los hilos del destino suelen ser confusos, juegan, se enredan y se vuelven a desenredar. Toda historia tiene un inicio y un final en concreto, aunque el desarrollo vivirá en nuestras memorias por siempre.

Algunos lazos se rompen, y otros simplemente son imposibles de romper, unos simplemente se desenlazan para volverse a enredar en un lapso de tiempo no definido. Y esto; sólo nos recuerda lo tambaleantes que pueden ser nuestras emociones a veces. Y que todo es temporal; queramos o no.

Sin embargo nosotros decidimos cuánto dura nuestro "temporal."

Y al tener este chico roto intentando salvar lo que queda de mi entre mis brazos, sé que no importa lo que pase con lo que me depara el futuro, en el caos y en la tempestad yo le he de amar hasta el final de esta historia de nunca acabar.

𝓒𝓸𝓻𝓪𝔃ó𝓷 𝓭𝓮 𝓬𝓻𝓲𝓼𝓽𝓪𝓵.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora