Capítulo 5

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Mis pies se movieron inconscientemente y termine corriendo tratando de alcanzar a la rubia que por alguna extraña razón, había abandonado la mesa como si quisiera huir a algún lugar y nunca más volver.

Y vaya que sabía cómo se sentía eso.

Logre localizarla rápido, se había adentrado al baño de mujeres y solo me quedaba esperar a que saliera.

Aunque ella no me cayera del todo bien, no podía permitirme hacer de la vista gorda como si no hubiera notado que sus ojos se estuvieran cristalizando cuando se levando de la mesa.

Simplemente iba en contra de mi caballerosidad.

Espere al rededor de veinte minutos, el timbre dando inicio al segundo plano de clases había sonado hace cinco minutos y ella seguía ahí.

Estuve apunto de marcharme hasta que vi su melena rubia asomarse afuera del baño.

Su rostro se veía algo carmesí. Y sus ojos confirmaban lo que yo ya sabía. Definitivamente había estado llorando. Y vaya que no se lo había esperado, esa chica tenía una coraza demasiado dura.

Pero —me recordé.— que ella seguía siendo una chica. Y aún cuando fuera mandona, estirada, y con mal carácter, ella también tenía sentimientos.

Avancé unos pasos, ella seguía sumida en sus pensamientos enfrente de la puerta del baño, ni siquiera se dio cuenta de mi presencia hasta que decidí hablar.

—¿Estás bien? —Le pregunté observando su rostro a detalle, tenía ojeras debajo de sus ojos, y el carmesí en su mirada poco a poco iba yéndose.

Ella dio un pequeño respingo del susto, y alzó la mirada rápidamente, nuestras miradas se encontraron, y por primera vez sentí que no me veía con dureza.

Duró unos segundos en reponerse a sí misma y me miro con desdén.

—¿A caso es de tu incumbencia? —me preguntó, volviendo a ponerse su coraza delante de mí.

Y fue un error, eso fue una pequeña aguja pinchando mi pecho. La observe fijamente sin decir nada. Sentí como mi espalda y hombros se tensaron. Annabeth me estaba mirando como si fuera un estorbo en su camino.

Apreté mi mandíbula, tratando de contenerme. —Tienes razón. —ella siguió observandome a los ojos fijamente, en ningún momento había desviado la mirada como acostumbrada.— no es de mi incumbencia.

Y dándole la espalda me fui de allí.

Mi respiración se hacía pesada mientras caminaba sin destino fijo.

¿En que había estado pensando? Fue un completo imbécil por preocuparse.

Ella simplemente hubiera podido responder con un simple sí y ya, pero no, ella era la jodida Annabeth Chase, la maldita entrometida en mi vida que estaba causando caos en mi mente cada vez que se le antojaba fastidiarme con su estúpido plan de estudio y con esas miradas llenas de criterio. Realmente no entendía eso que dijo su padrastro Paul sobre que ambos harían buen equipo, luego de terminar con las clases de tutoría, no volvería acercarse a esa chica.

Es más, si Paul no la hubiera puesto como mi tutora no me vería en la necesidad de hablarle, y en esos momentos no estaría pasando eso.

Realmente su simple monólogo lo había cabreado. ¿Quería guerra? Bien, guerra tendría Annabeth Chase. Veamos quien puede cabrear más al otro.

Ni siquiera me moleste en entrar a las siguientes clases, tome mis cosas y me largue de ahí.

Fui directo a casa de de Rachel, mi mejor amiga. Y vaya que mi humor se relajó considerablemente, y no es porque Rachel me gustará desde hace cierto tiempo. Si no que realmente necesitaba relajarme para poder pensar detalladamente lo que haría.

𝓒𝓸𝓻𝓪𝔃ó𝓷 𝓭𝓮 𝓬𝓻𝓲𝓼𝓽𝓪𝓵.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora