Capítulo 9

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Parecía que últimamente todo lo que Arthit esperaba era el momento en que Kongpob entraba en su departamento al final del día. No importaba la hora, o lo tarde que fuera. No importaba si Arthit tenía que levantarse temprano para asistir a sus clases o trabajar en sus proyectos. No importaba nada porque no podía imaginarse ir a dormir sin al menos mirar una sola vez a Kongpob, de preferencia, mientras dormía tranquilamente junto a su cama.

Y ese día estaba aún más emocionado por su regreso.

Después de más de dos años, Arthit finalmente saludaría a Kongpob como un hombre soltero. Dejó de cuestionarse el porqué de su abrumadora necesidad de romper con Nam, y si esta tenía algo que ver con Kongpob. Porque lo hacía. Y él debía simplemente aceptarlo.

Arthit esperaba que en algún momento, o al menos en un futuro, en el que quisiera robar otro beso de los labios de Kongpob, esa vez, él estuviera muy despierto. Y aunque Arthit no tenía ni la menor idea de si Kongpob le correspondería, o si sería estrictamente platónico, no podía darse por vencido sin al menos intentarlo.

Y el primer paso en ese camino, claramente, involucraba terminar su relación con Nam. Así que después de pasar toda la noche obsesionado con el ligero toque que compartió con los suaves labios de Kongpob y con la idea de que iba a terminar con la persona que se suponía lo había hecho feliz durante dos años, se levantó a primera hora de la mañana para dirigirse al departamento de Nam.

Su mente estaba decidida, y ya que había reunido el valor, necesitaba tomar las medidas necesarias para liberarlos a ambos de esa relación falsa. No era justo para ninguno de los tres que él siguiera prolongándolo, no cuando Arthit estaba interesado en otra persona.

Lo que realmente sorprendió a Arthit más de lo que imaginaba, fue la inusual facilidad con la que Nam lidió con la conversación. Aunque Arthit no tenía ninguna intención de incluir el nombre de Kongpob en sus excusas, llegando al punto en el que ni siquiera mencionó el hecho de estar bastante obsesionado con un hombre. Él preparó un discurso bastante extenso sobre lo incompatibles que se había vuelto, y que aquello no le hacía bien a su relación.

Y si Arthit no estuviese tan malditamente obsesionado con su compañero de cuarto, se habría preocupado por el hecho de que Nam no puso objeción alguna en terminar la relación. Ella incluso llegó a darle un abrazo como ofrenda de paz, haciéndole prometer que seguirían en contacto como simples amigos. Arthit no prestó mucha atención. Aunque, quizá, cuando sus pensamientos dejaran de nublarse y su mente dejara de pensar en Kongpob a cada instante, él recordaría con claridad la peculiar conversación que habían tenido.

En ese momento estaba mucho más concentrado en mirar fijamente la puerta principal de su departamento, esperando la hora en la que Kongpob regresara a casa. Y a medida que el reloj seguía avanzando y Kongpob no aparecía, la impaciencia de Arthit se elevaba.

La tarde se fue. La noche transcurría rápido. Y mientras Arthit se paseaba de un lado a otro en su sala de estar, enviándole mensajes, llamando a su teléfono un centenar de veces sin obtener respuesta, su ira aumentaba.

¿Dónde demonios podía estar Kongpob? Su último trabajo del día nunca sobrepasaba las diez y media como hora de salida, y cuando él hacia horas extra, como máximo, siempre volvía al departamento alrededor de la medianoche.

Con el reloj mostrando las dos de la madrugada y el día laboral de Kongpob programado para comenzar a las seis, como era todos los días, Arthit supuso que Kongpob no regresaría a dormir. Y si lo hacía, sería prácticamente para poner un pie en el departamento y volver a irse.

Regresó. Kongpob realmente lo hizo. Pero la pregunta en la mente de Arthit seguía siendo la misma ¿Dónde diablos había estado? ¿Con esa mujer, Dey?

Si el mañana nunca llegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora