Capítulo 10

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Arthit se despertó de la misma forma en que lo había hecho durante los últimos dos días. Su boca seca y áspera, con el lado izquierdo de su cabeza palpitando en un dolor constante. Sus ojos se negaban a abrirse a pesar de que su mente estaba consciente, las drogas en su sistema lo mantenían en un estado continuo de aturdimiento, alternándose con una intensa sensación de náuseas, mientras yacía sin poder despertarse por completo. Todo estaba obscuro, su mente en la nada. Tampoco hubo sueños.

Y entre todas esas terribles sensaciones, aun podía distinguir el tintineo suave y distante de las ollas. El jugo cayendo en el fondo de un vaso hasta llenarlo, desprendiendo un agradable olor a zumo de naranja. Sopa vertiéndose en tazones. El ligero raspar de un cucharon contra el sartén caliente, un sutil chasquido del aceite quemándose, mientras el delicioso aroma de verduras al vapor se colaba por sus sentidos. Todo indicando una sola cosa. Kongpob estaba despierto, así que debía ser temprano por la mañana.

El mismo Kongpob que en ese momento tenía una fractura en su muñeca y otra en su tobillo.

El mismo Kongpob que posiblemente debía tener más de una herida grave que hubiese necesitado puntos de sutura, además de estar cubierto de contusiones.

El mismo Kongpob que sólo cuatro días atrás se interpuso entre el cuerpo de Arthit y una avalancha de escombros, llevándose la mayor parte de los impacto en su espalda.

Ese mismo Kongpob le susurró pacientemente palabras de aliento a Arthit mientras ambos esperaban a que sacaran sus cuerpos de bajo los escombros.

Y sorprendentemente, también el mismo Kongpob, que por primera vez en diez años, lloró al ver la profunda herida en la cabeza de Arthit, viendo como la sangre brotaba de esta mientras se escurría sobre su mejilla y oreja.

No importó ninguna de sus múltiples fracturas, ni que Kongpob necesitara atención médica, todo lo que él encontraba pertinente en ese momento era el hecho de que Arthit tenía una lesión en la cabeza, y que debía permanecer a su lado todo el viaje hacia el hospital en la ambulancia. Tenía que estar con él mientras sacan radiografías de sus extremidades, por ello permaneció a su lado hasta que terminaron de coser la herida en la cabeza de Arthit, y no fue hasta que Kongpob cerró la puerta de la habitación de Arthit detrás de su espalda, convencido en que iba a estar completamente bien, que se permitió poder alejarse de Arthit.

Fue hasta entonces que Kongpob, voluntariamente, pasó por el mismo proceso para curarse.

No fue hasta que Arthit vio a Kongpob cojear mientras intentaba ayudarle a caminar de forma inestable con muletas que él finalmente se dio cuenta de que los papeles estaban invertidos, siendo algo contrario a lo que él creía que sería el resultado. Algo que los llevó a su agridulce situación actual.

Gracias a la firme insistencia de Arthit habían decidido evitar informar a sus familias sobre ese pequeño accidente. Principalmente porque seguramente sus padres estarían curiosos por la razón que llevó a Kongpob a elegir un empleo tan peligroso, pero sobre todo, del por qué Arthit decidió seguirlo a su trabajo de medio tiempo. Y en realidad ninguno de los dos estaba listo para tener que dar explicaciones, al menos no todavía. Así que, si iban a mantenerlo en secreto y dado que estaban bajo estrictas instrucciones del médico de tener que guardar reposo en cama por las próximas dos semanas, tuvieron que confiar en que ambos serían capaces de cuidar el uno del otro.

Algo que Kongpob tomó muy literal, lo que quería decir que él pensaba ser el único responsable de atender todas las exigencias y necesidades de Arthit pudiera tener por más pequeñas e insignificantes que estas fueran. Una ventaja disfrazada, ya que con forme Arthit exageraba en mayor nivel su lecciones en la cabeza, Kongpob se veía obligado a abandonar más empleos. Y para ese momento, después de cuatro días de haber sido dado de alta del hospital, Kongpob tenía su agenda libre para quedarse en el departamento y jugar a ser la niñera de Arthit, estando a su completa disposición desde el primer minuto del día, hasta el último.

Si el mañana nunca llegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora