Capítulo 16

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Kongpob no vio a Arthit en un lapso de más de dos años, desde el día en que él se fue a la universidad, dejando atrás a un Kongpob angustiado y desconsolado por su partida. Había sido bastante difícil verlo a escondidas mientras vivían prácticamente en la misma casa, y ya que él se iría a la ciudad, sería prácticamente imposible que se volvieran a encontrar.

Y eso fue exactamente lo que pasó.

Arthit apenas y visitaba la casa de sus padres, y las pocas veces que lo hizo, Kongpob debía estar lejos de ahí debido a algunas circunstancias. Aunque esa preocupación por volver a verlo, claramente, fue unilateral. Arthit ni siquiera se molestó en enviarle un solo mensaje a Kongpob cuando se encontraba de visita, y, por supuesto, él nunca fue lo suficientemente valiente como para dar el primer paso.

Y aun así, casi exactamente dos años después desde el día en que Kongpob observó con desilusión la parte trasera del automóvil de Arthit, alejándose rápidamente de la casa, ellos volvieron a verse. Algo que, definitivamente no fue simple obra del destino, sino todo fue planeado por Kongpob.

Él sabía a qué universidad iría Arthit desde el día en que les dijo a sus padres que había sido admitido. Y Kongpob se propuso como meta principal, seguirlo hasta ahí. Si estudiar ingeniería era la única forma de volverse a encontrar con Arthit, entonces eso estudiaría.

Aunque el plan maestro de Kongpob prácticamente empezaba y terminaba con él logrando estudiar en la misma universidad que Arthit. Después de meses de anhelarlo, Kongpob estaba más que contento de ver a su amigo desde lejos. Observándolo en silencio tal como lo había hecho durante casi una década. Y, aunque ese había sido su plan, encontrarse con Arthit, realmente nunca imaginó que se lo haría tan pronto. Ver a Arthit el primer día de la universidad fue alucinante, pero no le sorprendió tanto como todo lo que siguió después de eso.

Sinceramente, para Kongpob, el momento en que Arthit lo llevó a su departamento quedaría para siempre grabado en su memoria. Arthit no sólo estaba ofreciéndole su hogar a Kongpob, sino que también le ofreció con una sonrisa llena de sinceridad el compartir su cama con él. Una posibilidad que, ni remotamente, iba a aceptar.

Kongpob ya no era un niño inocente que experimentaba su primer amor de la infancia. Había madurado, al igual que sus pensamientos y deseos. Y sabía perfectamente que nunca era una buena idea creer que podría hacerle frente a la tentación. Dormir bajo el mismo techo, escuchar a Arthit mientras se bañaba, evitar mirar mientras él se vestía y mantenerlo lejos cuando Arthit decidió que hacía demasiado calor para dormir con ropa puesta, ya eran pruebas demasiado duras de afrontar. No podía agregar a su tortura que Arthit se frotara accidentalmente contra él en la noche, y menos, arriesgarse a que él se diera cuenta de que tenía una dura erección sólo por dormir cerca de él.

Y después de todas esas pruebas de autocontrol, estaba la presencia siempre constante de Nam. En su tiempo viviendo en casa de Arthit, Kongpob no estaba seguro de si ella era su mayor pesadilla o la única razón por la que todavía estaba en sus cinco sentidos.

Ella era la persona que abrazaba, besaba y tenía sexo con el hombre al que había amado casi obsesivamente, por lo que había pasado muchas, demasiadas noches despierto mientras yacía acostado en una banca de la universidad, tratando de sacar la imagen de ellos teniendo sexo de su cabeza.

Pero, si Nam no hubiese estado en la ecuación de su desgracia, Kongpob no estaba seguro de haber podido mantener sus sentimientos más tiempo, incluso dudaba de haber logrado quedarse callado la primera vez que vio a Arthit por primera vez sin camiseta.

Y si lo hubiese hecho ¿Qué esperaría lograr? Nada, nada en lo absoluto.

Seguramente, si Arthit lo hubiese sabido, habría expulsado a Kongpob inmediatamente. No sólo de su maldito departamento, sino de su vida. Y ya que había logrado que su relación amistosa hubiera sido restaurada, por más insípida que esta fuera, Kongpob no estaba dispuesto a arriesgarse a que Arthit volviera a desaparecer de su vida. Por ello, él dormiría felizmente en la esquina del departamento cuando Arthit estuviese ocupado en su habitación. Se tragaría hasta el último gramo de dolorosos celos si eso le garantizaba unos meses más a su lado. Dormiría en cualquier banca, el frio suelo, o paradas de autobús, si eso significaba que cuando él regresara a casa, sería la cara sonriente de Arthit lo primero que vería.

Si el mañana nunca llegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora