Capítulo 13

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Era el cumpleaños de Kongpob el día en que él y su padre se mudaron a una nueva casa. Lo recordaba bien, había estado contando los días durante meses, incluso tenía un pequeño calendario en la parte trasera de uno de sus cuadernos del colegio, con la fecha de su cumpleaños marcada en él, rodeada de círculos hechos con lápices de colores para no olvidarla.

Ese día cumplía seis y sería un niño grande en toda regla. Estaba feliz, después de todo era su cumpleaños. Pero, con forme avanzaba el día, esa felicidad se fue esfumando.

No entendía por qué ninguno de sus amigos lo felicitó. ¿Cómo habían podido olvidar su cumpleaños si se suponía que eran amigos?

Ese día también era el que se mudaban, dejaban atrás su pequeño pueblo justo antes de que el sol saliera por el horizonte. Ya no iba a volver a ver a sus amigos, a nadie. Iban hacia una casa grande, y tenían que viajar largas horas para poder llegar hasta ahí.

No se percató de cuando los jardines aparecieron frente a él. Uno, dos, tres grandes áreas verdes llenas de flores de colores. Pero nadie en esa casa le deseo feliz cumpleaños, ¿No lo sabían? Ese era un día especial para él y no parecían recordarlo.

Le presentaron a los dueños de la casa, eran agradables y no dudaron en ofrecerle algo de comer. Su alrededor, la casa, y los jardines, eran impresionantes. Todo era tan increíble que no pudo concentrase mientras le daban un recorrido por la propiedad, ni cuando tuvo que ayudar en bajar la carga del camión de mudanza.

Kongpob empezó a dudar, quizá se había equivocado. Lo único que tenía que hacer era preguntarle a alguien, y terminar con sus dudas. Si tan solo hubiese podido preguntarle a su madre, ella, quien con seguridad lo hubiese sabido. Ella que lo hubiera felicitado.

Pero ella ya no estaba con ellos. Y esa era una opción que estaba rotundamente fuera de alcance. Tal vez podría haberle preguntado a su papá, pero hacerlo simplemente no parecía ser del todo una buena idea. Lo que lo dejaba de nuevo en un dilema. Quizá se hubiese olvidado del tema si en realidad no hubiese habido algo que deseara recibir el día de su cumpleaños, pero lo había.

En el final del último año escolar, había superado todas sus clases y había recibido una gran barra de chocolate como premio. Algo por lo que estaba más que eufórico. Incluso consideraba que ese había sido, probablemente, el mejor día de su vida. Había probado el chocolate sólo unas cuantas veces y se enamoró del sabor al instante. Era dulce y perfecto. Y adoró la forma en que este se derritió en su boca. Kongpob creyó que no habría nada mejor que alguna vez pudieran probar sus labios.

Sin embargo, ese día solo le había dado una pequeña mordida, sólo porque había planeado guardar el resto para el gran día, su cumpleaños. El día en que finalmente cumplía seis años, y su regalo para sí mismo era el chocolate, uno que pensaba hacerlo durar todo el día. Llevaba casi tres meses esperando a poder saborearlo, pero si ese realmente no era su cumpleaños, no quería desperdiciar el chocolate.

Podría terminarse la barra y después darse cuenta que no era la fecha correcta. Y eso significaría que no tendría nada que saborear el día de su cumpleaños. Así que pasó todo el día preocupado por su barra de chocolate en lugar de estar emocionado por mudarse a una ciudad completamente nueva, a una casa diferente, con un conjunto eterno de cosas distintas que hacer.

Parecía que en esa casa había muchos más sirvientes que en la anterior. Y con suerte, una vez que resolviera el misterio que no lo dejaba tranquilo, llegaría a conocerlos y saber sus nombres. Siempre había sido un chico muy tímido, que siempre se reservaba sus opiniones para sí mismo. No hablaba a menos que se lo pidieran directamente. Y a la gente parecía gustarle que fuera así. Kongpob entendía que todos estaban ocupados lidiando con sus vidas y él había aprendido de la manera difícil que nadie quería a un niño molesto interponiéndose en ellas. Así que se mantuvo al margen de los asuntos de los demás y ellos, como era usual, lo ignoraron. Y así, todas las partes quedaban felices.

Si el mañana nunca llegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora