Capítulo 7

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¿Algunos días? Se suponía que iban a ser algunos días.

Kongpob le había enviado un mensaje muy específico a Arthit de que se iría por unos días. Siendo algunos la palabra clave. Y Arthit estaba en realidad feliz por ello. Unos cuantos días alejado de Kongpob era justo lo que necesitaba para poner todo en orden dentro de su cabeza. Lo que no imaginaba era que al tratar de hacerlo sólo se mantuviera ansioso y deprimido por la imagen de la cama vacía frente a él. Sobre todo porque aquellos días que se supondrían serian pocos se habían convertido en dos semana. Y contando.

¿En qué maldito universo dos semanas era igual a "algunos" días? Y ¿Cómo podía perder tantas clases un estudiante de ingeniería justo a mitad de semestre? Iba a perder su lugar en la universidad, y no importaba que Kongpob afirmara lo buena que era la paga de sus trabajos temporales, no podría vivir siempre de ellos. Kongpob definitivamente iba a recibir un sermón larguísimo de Arthit en cuanto regresara.

Abandonar sus estudios de ingeniería sólo para ganar un poco de dinero extra a corto plazo era una estrategia terrible, y un chico listo como Kongpob debería saberlo mejor que nadie. Al menos, eso era lo que Arthit pensaba decirle mientras practicaba su discurso, sintiendo un repentino y abrumador deseo de ir y buscar a Kongpob para traerlo a rastras de regreso sin importar el lugar en donde él estuviera. Pero todo lo que planeó no sirvió de nada porque esa noche, tan pronto Arthit abrió la puerta de su departamento vio el rostro sonriente de Kongpob saludándole, lo que le hizo entrar corriendo para envolverlo en un fuerte y asfixiante abrazo.

– ¡Kong! ¡Volviste! Realmente te extrañé.

Con el rostro hundido en el cuello de Kongpob, Arthit apretó los brazos alrededor de su cintura, cerrando todo el espacio entre sus cuerpos. Arthit sonrió contra el hombro de Kongpob, olvidando momentáneamente la universidad y lo complicadas que eras sus emociones. No fue hasta que sintió la mano de Kongpob levantarse con duda para sobar su espalda que Arthit finalmente se dio cuenta de lo impulsivo que había sido.

Esa era, posiblemente, la primera vez en dos años que compartieron un abrazo. Uno en donde estaban unidos de cabeza a pies, sin la posibilidad de que cupiera un suspiro entre ellos. Era íntimo pero no dejaba de ser un abrazo.

Y cuanto más tiempo pasaba sonrojándose por la cercanía, rodeado del suave olor a almizcle de Kongpob, Arthit se sentía más consciente de lo incomoda que estaba haciendo la situación para ambos. Pero, de alguna manera, aunque sabía que debía poner un espacio entre ellos, le estaba costando mucho reunir la fuerza para alejarse. Lo había extrañado tan intensamente durante las últimas dos semanas y consciente de que ese era el único contacto físico que podrían tener se permitió disfrutar del momento sólo un poco más. Simplemente algunos latidos más.

Cuando finalmente dio un paso atrás, Arthit pudo ver la evidente sorpresa escrita en la cara de Kongpob, una que ocultó rápidamente, reemplazándola con su típica sonrisa. Y con esa simple expresión, Arthit sintió que su corazón comenzaba a latir de nuevo, volviéndose inestable.

–Sí, P'Arthit, estoy de vuelta–dijo Kongpob. – ¿Cómo has estado?

–Exactamente igual, sin cambios ¿Qué te pasó a ti? ¿Cuánto peso has perdido?

–Nada, soy el mismo.

–Por supuesto que no.

Arthit dio un paso adelante, posiblemente con la intención de comprobar la delgada figura de Kongpob para confirmar su acusación, cuando Kongpob por instinto dio un paso hacia atrás, dejando las manos de Arthit torpemente levantadas en el espacio entre los dos.

Arthit miró sus manos y luego a Kongpob, y una extraña expresión apareció en su rostro. La sonrisa siempre presente en su rostro, aquella que identificaba a Kongpob, vaciló. Arthit sabía que necesitaba encontrar una manera de salir de esa obsesión enfermiza que le hacía querer pasarle sus manos por todo el cuerpo, porque, último que quería, era hacer que Kongpob se sintiera incómodo.

Si el mañana nunca llegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora