< Maya >
La primera palabra que se me viene a la cabeza al ver el nuevo hogar de Castiel es esperanza.
Se trata de una especie de universidad abandonada. Un edificio el cual han transformado por completo hasta parecerse más a una fortaleza en vez de un lugar donde se impartían clases hace unos meses. Supongo que de ahí viene su nombre.
El edificio está rodeado por una gran valla con alambre de espino en la parte superior. Y no soy consciente de lo alta que es hasta que nos bajamos de la furgoneta y nos guían hacia la entrada, donde nos esperan dos chicos armados hasta los dientes. Castiel nos hace una señal para que nos esperemos y se adelanta para hablar con ellos. Veo como los dos chicos nos lanzan alguna que otra mirada cargada de recelo, sin embargo, parecen confiar bastante en Castiel, ya que no tardan demasiado en asentir y hacer una señal hacia alguien de dentro para que abra la puerta.
Demonio, que hasta hacía un segundo se encontraba pegado al culo de su dueño, se aproxima a mí y me propina un lametón en la mano. Ese gesto me hace sonreír. Hacía mucho que no veía un perro. De hecho, temía que el Apocalipsis hubiese acabado con todos ellos. Por suerte estaba equivocada.
—Podéis pasar pero van a tener que cachearos —nos informa Castiel en cuanto vuelve con nosotros—. Lo siento tíos pero no podemos fiarnos de nadie. Son las reglas.
—¿Queréis saber si llevamos armas encima? —pregunta Armin, a lo que Castiel asiente—. Pues te ahorro el espectáculo porque creo que está bastante claro que llevamos. Estamos en un Apocalipsis tío. Quien no lleva, está muerto.
La actitud de prepotencia de Armin parece molestar a Castiel, sin embargo, no dice nada. Solo se limita a fruncir el ceño y soltar una leve risa sarcástica.
—Bueno, pues con armas no podéis entrar. Así de simple.
—¿Pretendes que vivamos sin armas? —interviene Kentin—. No podemos, Castiel. Tenemos que estar protegidos y...
—Lo estaréis —le interrumpe Castiel—. Vais a vivir aquí. Nosotros os protegeremos. ¿Para qué vais a necesitar armas si tenéis un clan que os protege?
—¿Y ese clan va a estar con nosotros las 24 horas del día? —pregunto yo, pues tampoco estoy del todo deacuerdo con sus métodos—. ¿Y si queremos salir a por comida? ¿O a por medicinas?
—Lo haremos nosotros —contesta Castiel—. Vosotros no tenéis que preocuparos por nada. Nos lo pagareis de otra forma. Ya pensaremos cuál. Por ahora limitaros en dejar las armas y poner buena cara ante la gente que os ha salvado la puta vida ¿Okay?
Armin abre la boca para decir algo, pero parece arrepentirse de inmediato y aprieta los labios. Acto seguido abre los brazos en cruz, cediendo ante Castiel para que le cacheen.
Castiel sonríe de lado y le hace un gesto con la cabeza a los dos chicos de la entrada para que se aproximen. Terminan cacheandonos a todos, sin excepción. Nos quitan las pocas armas que tenemos y las guardan en una bolsa negra que, acto seguido, anudan y se la llevan. Después, tras mucha espera, nos dejan pasar.
Lo primero que capta mi atención son los enormes huertos que tienen cultivados a un lado. En ellos puedo distinguir tomates, zanahorias, lechugas e incluso sandías. Atravesamos el patio siguiendo a Castiel, quien nos guía hacía lo que parece ser la entrada del edificio. Pero justo antes de que lleguemos, algo capta mi atención.
Un chico con el pelo castaño y revuelto hablando con uno de los guardias. Bueno hablando... más bien discutiendo. El pobre chico está enseñándole algo que ha escrito en un papel, hablándole con un tono de voz moderado, pero a la vez leve, como si tuviera un poco de miedo. De inmediato entiendo el motivo. El guardia se ríe en su cara y estruja el papel que le muestra en sus narices. Al chico no le queda otra a que negar con la cabeza y dar media vuelta. Es ahí cuando nos ve. No parece ser muy mayor. De hecho, juraría que tiene nuestra edad. ¿Quién era? ¿Y por qué parecía tan distinto a todos los que estan aquí?
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Survival plan [Fanfic CDM] [Armin x Sucrette]
Fanfiction-¡Deseo que ocurra un Apocalipsis zombie! -Exclamó Armin poniéndose en pie sobre el tejado mientras señalaba aquella solitaria estrella fugaz. -¡No desees esas cosas, Armin! -¿Qué? Fuiste tú la que dijo que estaba hasta las narices de esta vida monó...