Todo está bien

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—Siempre quise preguntarte, ¿eres sexualmente activo?

—¡Doctor!

Tres personas con la cara sonrojada se encontraban en la habitación de blanco, representando la pureza. El Doctor López era el encargado de revisar y detectar anomalías en el mexicano desde que tenía memoria, pero su paciente era algo desesperado. Se encontraba haciendo un montón de preguntas porque la última vez no se había preguntado con la excusa de "tengo que ver si ya puso la marrana".

—Doctor, ÉL está aquí.—Dijo con pena México, señalando con la mirada al estadounidense sonrojado.

—No me imaginé que pudieras conseguirte a un novio tan...—el doctor tosió y se acomodó los lentes— en fin, ¿por qué no viniste hace un mes?

El mexicano se quedó pensativo unos segundos, parecía negarse a comentar la verdad.—Mejor dejémoslo para otra ocasión y continuemos con el chequeo.

Alfred y el doctor se miraron al mismo tiempo y suspiraron. López le pidió al mexicano levantarse de su camilla, aunque lo hizo con dificultad, enderezándose y permitiéndole al doctor continuar sin moverse como siempre lo hacía para evadir que lo revisara. Vestía con una simple bata azul de hospital, sintiendo algo de frío cuando la cabeza del estetoscopio tocó su pecho. Levantó uno sus brazos y lo apretó levemente buscando cualquier indicio de alergia, pero nada. Analizó su garganta, algo enrojecida por tanto toser sangre, pero nada. Ni siquiera el examen de saliva pudo determinar la causa.

—Voy a necesitar algo más—habló el doctor, entregándole dos frascos vacíos— necesito una muestra de orina y, si no es mucha molestia, una de semen.

México tomó los frascos y vio al rubio sonreír.—¿Te ayudo con la segunda?

—Qué gracioso salió el animal.—Dijo el mexicano, encerrándose en el baño y poniendo el seguro, por si las dudas.

Pero todo momento de tranquilidad tiene su fin.
El doctor se acercó a Estados Unidos, contemplando que el cuarto al que había entrado el otro era antirruidos. Su expresión cambió a una de melancolía y seriedad. —He podido descubrir la causa.

—¿Y por qué no lo dijo antes? Los dos estamos preocupados.—Se adelantó Alfred, mirando con algo de enojo al doctor, pero no se podía culpar a ese buen hombre por evitar una tormenta de emociones internacionales.

—Política.

—¿Disculpe?

—Señor Alfred, usted sabe que no todos los jefes de México han sido "buenos presidentes", sin embargo, cuando se eligió al joven Ernesto todo cambió. Creo que es de las pocas veces que se ha enorgullecido de tener un presidente como Neto, o eso me ha comentado él hace meses. Sin embargo, el presidente tuvo que salir por un asunto familiar del país y dejó al vicepresidente a cargo: Héctor Hernández.

Estados Unidos lo había visto hace poco y no le había gustado en absoluto cómo lo miró aquella vez. Como si el diablo estuviera reflejando con un espejo sus pecados, también vio levantarle la voz al mexicano, terminando con la romántica cena que se supone tendrían esa noche. Alfred llegó a odiarlo, pero no comprendía de que manera podría afectar tanto al mexicano que había resistido a peores jefes y sus maltratos.

—Es más bien algo emocional, sin dejar de lado lo político; claro está. Debe haber algo que le ocasione algún sentimiento reprimido, repulsión, odio, venganza... Posiblemente desarrolle síntomas como dolores, sangrados, pérdida de ánimos y apetito o incluso llegue al punto de no poder controlar sus emociones. Y aquí viene lo que debo pedirte. Investiga qué es realmente.

Silencio [UsaMex] |Hiatus|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora