Voy a morir

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—Chihuahua, Querétaro. Es un placer contar con su presencia. Los he llamado para hablar sobre un asunto que podría cambiar sus vidas de manera positiva.

Ahí estaba el villano de la historia. Héctor había llamado a aquellos estados para proponerles algo importante para ellos. Los dos estados sabían que no podían confíar en él, después de todo era el culpable de la disminución de exportaciones a otros países en ese tiempo. Estaban alerta ante cualquier amenaza, podían captar a varios francotiradores tomando distancia, ocultos.

—¿Qué quieres? Estaba ocupada ayudando a Sonora y Sinaloa con su carnita asada.—Dijo la chihuahuense, molesta por la interrupción, pero en el fondo preparada para todo.

—Yo no estaba haciendo nada, pero quiero irme pronto.—Comentó Querétaro con los brazos cruzados.

—¿Qué opinan de China y Arabia Saudita?

La pregunta los incomodó un poco, esperaban algo más oscuro de su parte, se miraron al mismo tiempo y asintieron.

—Pues, son buenos países, supongo. China es muy amable con papá y nos regala cosas de vez en cuando.—Habló Chihuahua.

—Casi no conozco a Arabia Saudita, pero sé que hay grandes edificios y mucha gente rica.—Dijo Querétaro, rascando su cabeza e intentando recordar el rostro de la nación.

—Oh, entonces no habrá problemas. Chicos, tienen una gran oportunidad frente a ustedes. ¿Qué les parecería... formar parte de estas grandes naciones?—Héctor extendió un par de hojas y bolígrafos, mientras los estados seguían sin poder creerlo.

—Dices que... ¿quieres vendernos?—Murmuró Chihuahua, tomando el brazo de su hermano y retrocediendo hacia la puerta. Héctor se percató de sus intenciones y dos guardias los sujetaron con fuerza, evitándoles el escape y atrayéndolos hasta el jefe. Sin embargo, no contaban con que la norteña siempre traía una pistola escondida en su pecho. Miró con determinación al estado junto a ella, avisándole que iba a disparar. Cuando Héctor estuvo por hablar ella sacó con agilidad el arma cargada previamente y disparó directamente a su rostro.

La bala logró rozar su mejilla, pero no fue suficiente para detenerlo. Los guardias actuaron rápido y golpearon a los dos en un punto débil de su columna, aturdiéndolos. Héctor acababa de recuperarse del ataque, sonriendo mientras los dos eran apuntados desde todas direcciones.

—No creo que su papá resista verlos en su estado actual, tan débiles y al borde del colapso. Lo que les propongo podría dolerle, pero lo haría feliz sabiendo que estarían en mejores manos, muy orgulloso de ustedes. Así que, quieran o no, van a aceptarlo.

—Quere...—Murmuró la norteña viendo a su hermano tomar el bolígrafo y comenzar a leer el documento.

—Chihuahua, no quiero ver llorar a papá de nuevo. Créeme, tiene razón. Tendrá dos pesos menos y mayor tiempo para recuperarse sin nosotros.

—¡¿Estás pendejo o qué?! ¿Crees que si nos marchamos papá no va a sufrir de todas formas? Él ha arriesgado todo por nosotros, ¿y así se lo pagaremos?

Querétaro sabía que ella estaba en lo cierto, desapareciendo o no él sufriría de igual manera, después de todo eran una parte de él. Debido a la repartición del territorio, podría decirse que Chihuahua era parte del cuello y Querétaro conformaba el estómago*. Al menos les había explicado que él podía sentir algo del dolor que ellos, por lo que México constantemente sentía puntadas en su cuerpo, pero como ya estaba acostumbrado a ello no le afectaba demasiado.

Silencio [UsaMex] |Hiatus|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora