La ira de Estados Unidos

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Las bocinas retumbaban con la canción Piggy Pie, del grupo Insane Clown Posse. El auto rebosaba de ira al igual que la mente del estadounidense, que sólo pensaba en matar; cabe aclarar que el auto era del mexicano. Apretó con fuerza el volante, recordando las palabras y el rostro de México hace unos momentos.

Estaba cerca de Los Pinos cuando comenzó a sonar Pumped Up Kicks, Estados Unidos sonrió al instante y aceleró. El guardia cuidando la entrada lo reconoció y le dejó pasar pasmado del terror al ver su expresión aterradora, en verdad quería matar al responsable. Salió del automóvil y se dirigió a la puerta con decencia mientras los guardias que la custodiaban la abrían para él.

Muchos van a preguntarse por qué no lo cuestionaron o impidieron pasar, tomando en cuenta que Héctor lo repudia y no es muy querido dado los problemas nacionales que han tenido por su culpa. Pero es imposible negarle el paso a un individuo, mejor dicho, demonio, con una cara poco amigable y esos ojos azules brillantes clamando por ver la sangre de tu jefe correr.

HECTOR!—Gritó con su acento, demandando al monstruo salir de su escondite.

El hombre apareció desde las escaleras, estaba irritado completamente, pero Alfred sabía que era imposible ir atrás. Mantuvo su semblante y miró a través de sus lentes al jefe mexicano.

—Creo que tendré que despedir a muchos este día—dijo con cierto odio mirando a los guardias que le habían dejado pasar sin detenerlo— ¿qué deseas, Estados Unidos? Estoy bastante ocupado.

—¿Ocupado vendiendo estados?—notó como el otro empezó a sudar—ya no tienes que ocultarlo, China se lo dijo y ahora está muy enfadado contigo.

—¿Y qué quería que hiciera? Esa cantidad de dinero no podría haberla reunido ni en un sexenio sin tener que hacer grandes sacrificios. Me lo va a agradecer en un futuro, todo lo invertiré en instituciones públicas y proyectos nacionales. Vamos a convertirnos en lo que él siempre ha deseado, le concederé la victoria ante las grandes potencias.

—Pero lo habrá hecho sin dos de sus hijos a su lado—lo interrumpió el rubio, aguantándose las ganas de golpearlo— y eso no será una victoria para él... ni para mí.

Héctor rio ante el último comentario de la nación, le resultaba gracioso que se incluyera en el asunto que no debía importarle, porque los dos sabían que habrían problemas más grandes si continuaba metiéndose dónde no era solicitado.

—Ay, EUA—Héctor sobó su frente, dejando de reír—¿siquiera sabes que se hará con esos estados?

No. No lo sabía. Pensaba que China construiría algunos edificios o empresas, hasta otra ChinaTown.
Se equivocaba.
Era algo más grande e importante para el mundo, pero no podía dejar que arruinara sus planes, aunque no fuesen malvados, la manera en la que eran llevados a cabo si lo era.

Alfred bajó su cabeza y negó lentamente. Su furia seguía encendida.

—Lo esperaba, actúas impulsivamente tal como México—dijo Héctor, ajustando su corbata—siguen siendo unos niños.

—Seguiremos siendo niños pero somos mayores que tú, por más de tres siglos—exclamó Estados Unidos—no vine aquí para discutir, voy a demostrarte que haz cometido un gran error, porque si te metes con mi México te metes with the fucking United States of America, bitch.

Alfred le lanzó un puñetazo al jefe de México, pero al mismo tiempo sintió algo como un piquete de mosquito en su espalda. Se volteó y notó que desde lejos alguien le estaba apuntando con un rifle, volvió a ver a Héctor y se carcajeó unos segundos.

—¿En serio crees que eso me duele?—Preguntó cínico, tomándolo de la corbata y alzándolo.

—Yo nunca te subestimaría—dijo con tranquilidad, sin afectarle la reacción del país—pero sé muy bien qué puede dañarte y qué no.

Silencio [UsaMex] |Hiatus|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora