Accidente

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—Sé que es un error...—lloraba en el hombro de Rusia, el cual acariciaba su cabello, brindándole un lugar para desahogarse—EUA nunca me mentiría...

—A veces es duro comprender la verdad, México—habló suavemente el ruso—pero no quiero que te culpes, creo que es mejor que ustedes dos resuelvan este problema, da~?.

El más bajo seguía derramando lágrimas cual cascadas salvajes y maldiciendo en algunas lenguas indígenas, haciendo reír al ruso.

—No era necesario que me mostraras eso, ya que yo siempre confiaré en Alfred, Iván.—Se recuperó, limpiando con su antebrazo las lágrimas restantes y suspirando con fuerza.

—Aún así, es mejor saber algunas cosas y dudar de otras. Si tienes algún problema, con gusto te ayudaré, es lo que los amigos hacen.

Dicho eso, Rusia se acercó a él y le susurró algo, bajó las escaleras sin despedirse y salió de la casa, ahora envuelta en dudas y desesperación. México se quedó pensando en todo lo que había visto y escuchado, especialmente las verdaderas intenciones del estadounidense, pudo ser así en el pasado pero algo muy intenso en su corazón le decía que había cambiado por él, cosa que apreciaba demasiado.

—Ahorita que vuelva vamos a tener una buena plática.—Murmuró como madre enojada cuando su hijo llegaba tarde de una fiesta. Pero seguía temblando de miedo por lo que podría pasar después.

Estados Unidos llevaba corriendo más de ocho kilómetros en busca del aeropuerto para volver rápido a México, su intuición le decía que tendría muchos problemas por las decisiones que tomó y hasta sintió la helada mano de la muerte en su hombro.

Soy nación muerta—pensó al divisar el rostro furioso del mexicano en su mente—como diría él, ya valí verga.

El viaje también tomó poco tiempo, sin embargo, no pudo conciliar el sueño pensando en qué haría si Rusia le había contaminado la mente con ideas falsas y horribles de su actual yo. De tan sólo pensarlo le generaba náuseas y un deseo de matar.

Ya era de noche en el territorio mexicano cuando arribó. El ambiente estaba algo húmedo y notó que pequeñas gotas de lluvia chocaban contra el suelo, se apresuró a llegar a la casa del mexicano antes de que cometiera otra estupidez por su culpa. Por otro lado, México se aferraba a las cortinas de su habitación, observando la tranquilidad de la ciudad mientras las lágrimas del cielo caían suavemente en el cristal. Entonces recordó las últimas palabras susurradas por Rusia:

"Tienes que decidirte. El bien del pueblo o el bien tuyo".

No le importaba mucho su propio bien, ni se quería a él mismo. Pero al estar con Estados Unidos podía sentirse amado y valorado después de tanto tiempo, tener una prueba cerca de que cualquiera puede cambiar si se lo propone. Volvió a sentarse en la cama mientras su celular sonaba, era una llamada de su hermana, pero simplemente la ignoró. No tenía ganas de hablar con nadie excepto para resolver sus problemas con EUA.

Tomó la botella bajo su cama y comenzó a beber como si no hubiese un mañana, tratando de emborracharse pero simplemente no podía dejar de llorar. Mientras ahogaba sus penas, EUA llegaba a la casa y abría la puerta con rapidez, subió las escaleras tropezándose y se dio cuenta que la puerta estaba abierta, dejando ver al mexicano cantando ya borracho una canción de amor con el teléfono en una mano y en la otra la botella casi vacía.
Cuando México notó la presencia del otro, volteó a verlo enojado.

—Quiero que me expliques todo. AHORITA MISMO.

USA conocía la sensación de sus pecados bajar por la espalda y aferrarse al suelo para que no pudiese huir. Sin embargo, él también estaba enfadado por la visita de Rusia donde no debía.

Silencio [UsaMex] |Hiatus|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora