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2017

(Año actual)

El teléfono sonó justo a las 11:00pm, justo cuando pensaba acostarme en mi cama a entretenerme viendo Netflix. Eso me hizo gruñir, no me gustaba que me interrumpieran y mucho menos cuando el día había sido un asco, pero mi hermana me necesitaba y eso me hizo saltar de la cama para ponerme un sueter sobre mi pijama y unos zapatos deportivos.

Una hora después me encontré estacionando mi vieja camioneta, herencia de uno de mis abuelos, a unas cuadras del sitio que más aborrecía en el mundo entero: el circo amazing animals. Lo odiaba desde ese día que entre por error a la jaula de los tigres, desde que aprendí que los seres humanos son los peores animales que existen y que son demasiado egoístas para darse cuenta.

La carpa estaba montada con las luces apagadas y todos sus carteles de igual forma. La última función había terminado hace dos horas y en las redes sociales solo se veían comentarios sobre lo genial que eran los shows y lo mucho que innovaban, pero muy pocos comentarios eran sobre el maltrato hacia los animales.

Escuche como abrían la puerta del copiloto de golpe y salte en mi propio asiento del susto, pero me calme un poco al ver a mi hermana, Loira, con su típica ropa negra y una coleta alta.

–¡Arranca!–me dijo desesperada y mirando hacia atrás. Mire por el retrovisor y automáticamente pise el acelerador al notar a unos hombres corriendo hacía nosotras.

Salí de la zona del circo y llegue a la autopista principal con el corazón acelerado y la respiración entrecortada.

–¡¿Qué carajo significa esto, Loira?!– dije para nada calmada y harta de las irresponsabilidades de mi hermana–. ¡¿Cuántas veces debo decirte lo mismo?! ¡Además, ponte el cinturón!

Loira movió la cabeza de un lado a otro haciendo que su cabello negro siguiera el movimiento.

–No puedo hacerlo, tengo un...¡Mierda! ¡Nos están siguiendo!

Volví a mirar por el retrovisor y vi a los mismos hombres en una moto que se acercaban a una velocidad increíble.

Pise el acelerador más a fondo, algo que nunca hacía, pero la adrenalina y el miedo del momento me llevaron a dejar de ser la famosa gemela correcta al volante.

–¡¿Qué mierda les hiciste a esa gente?! Se supone que jamás debemos venir al menos que sea en son de protesta con nuestro grupo y...

–Y sin que Harold se entere ¡ya lo sé!, pero en serio valió la pena haber venido.

Solté un bufido mientras esquivaba a los otros autos de la carretera y pensaba seriamente en llamar a Harold, el prometido de Loira, que era policía y en muchas ocasiones nos había salvado de ir a la cárcel por las protestas contra el maltrato animal, aun así el peleaba mucho con mi hermana para que lo dejara, pero dudo que eso vaya a pasar. Y también dudaba que se tomara la situación de persecución a la ligera.

Tome un desvió a gran velocidad y note como mi hermana se sujetaba del techo. Llegue a una zona comercial y llena de personas que definitivamente no estaban en ningún apuro.

–¡¿Por qué viniste aquí?! ¡Nos van encontrar fácil!

Ignore a mi hermana histérica y vi como los hombres de las motos se comenzaban a quedar atrás por las personas atravesadas y autos estacionándose. Llegue a una esquina, cruce y sin meditarlo entre a un estacionamiento de un edificio residencial que estaba a punto de cerrarse por el portón eléctrico.

Los de la moto siguieron de largo y no notaron en donde estábamos.

Solté un suspiro exagerado y decidí estacionar lo más alejado de la entrada por un tiempo, para calmarme y que los hombres se alejaran lo más posible.

En la mira (Saga Paranormal #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora