32.- Eres mío | Parte 6

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— Buenos días, Leorio — saludó Kurapika al salir de su habitación recién levantado y ver a su amigo preparando el desayuno, le parecía agradable que su mejor amigo no lo dejara en ningún momento y pasará hasta los momentos más difíciles con él.

— El mejor desayuno para la mejor persona del mundo — dijo Leorio invitando a Kurapika a sentarse para darle un plato y servirle un basto desayuno cuál si fuera un príncipe.

— Jamás podré terminarme esto — admitió el rubio impresionado de la cantidad de alimentos que preparó Leorio para él.

— Es mi manera de demostrarte lo mucho que me importas, Kurapika — dijo Leorio haciéndolo sonreír.

— También te quiero, Leorio, eres mi mejor amigo — al decirle a Leorio que era su amigo sólo lo orillaba a volverse más loco y más celoso del que aún tenía el corazón de Kurapika.

— Oye, Kurapika, sé que no es prudente que te lo diga pero... ¿crees que yo... tenga alguna oportunidad de ser... algo más que tu amigo? — ante la pregunta, Kurapika paró de comer y observó los ojos de Leorio, unos ojos verdaderamente suplicantes, esa pregunta guardaba un deseo profundo y el rubio lo entendía muy bien.

— Leorio, sabes que es difícil para mí olvidar a Kuroro, no puedo responder a tu pregunta, ni siquiera sé si alguna vez pueda estar con alguien más de esa manera.

— Sólo es una suposición, es pura curiosidad, yo sé que no es momento pero... tenías que saber que yo... — Leorio ya no aguantaba las ganas de decírselo y ver su reacción — estoy enamorado de ti. — estalló la primera bomba.

— Perdón, Leorio, agradezco que me confieses esto, pero yo no siento lo mismo. — Kurapika no sé esperaba su confesión, pero esa misma razón era la que hacía de su respuesta algo más natural y directo. Lástima que Leorio era tan terco.

— Talvez ahora no lo sientes debido a tu dolor pero dame una oportunidad, yo te voy a hacer muy feliz, piénsalo Kurapika, te amaré y cuidaré lo mejor que pueda, sólo permite que lo haga. — rogó tomando las manos de Kurapika y acariciandolas, pero el rubio alejó sus manos de él.

— No lo sé, Leorio, lo voy a pensar pero quiero que sepas que no debes hacerte ilusiones conmigo, no es el mejor momento de mi vida, lo que menos pienso ahora es en buscar un reemplazo para mi ex esposo, mancharia su memoria. — A pesar de todo, Kurapika era hombre de una sola pieza, conservaba su dignidad y respeto por si mismo. Su corazón le pertenecía a un sólo hombre. Kuroro.

— Entiendo, te daré tiempo para pensar, vendré está tarde a verte y te insistiré, te amo, Kurapika, quiero hacerte feliz, eres lo único que me importa. — las palabras de amor de Leorio causaban cierta incomodidad y disgusto a su receptor, era mejor que se fuera cuanto antes.

— Hasta luego, Leorio — Kurapika no quería sonar grosero pero deseaba que Leorio se fuera de una vez, pero justo antes de que se fuera llegó a su mente un pensamiento tan turbio y oscuro que la piel se le enchino, no dudó en preguntar esa elaborada y aparentemente inocente cuestión — oh, espera, tengo una pregunta, Leorio.

— Dime, responderé lo que quieras — el hombre se volvió a acercar a Kurapika a una distancia tan corta que casi podía respirar el mismo aire.

— ¿Desde cuándo? — preguntó Kurapika — ¿cuánto tiempo llevas enamorado de mi? — con aquella pregunta directa, Kurapika podría sacar algunas conclusiones a sospechas que tenía y mirando a los ojos a su mejor amigo, escuchó su respuesta. Su tétrica respuesta.

— Desde siempre, mi amor — dijo Leorio sin poder contener sus ganas de tomar entre sus brazos al rubio y robar de su boca un beso, Kurapika estaba paralizado de sorpresa al sentir la boca de Leorio junto a la suya, aquel beso de plástico sabor a nada.

Leorio se fue tan satisfecho de aquel primer beso a su adorado, tanto que, cuando se fue, iba gritando victoria todo el camino al trabajo.

Kurapika por su parte, cerró la puerta y buscó una servilleta para limpiarse cualquier rastro de saliva ajena de sus labios, se miró al espejo de la sala y después miró la fotografía de Kuroro.

— Desde siempre... eso dijo... — Kurapika tenía una mente tan inteligente que tan sólo le bastó ese beso y aquellas palabras para entenderlo todo. Agarró el plato de comida que Leorio había hecho y lo arrojó al suelo con tanta fuerza que lo hizo mil pedazos — ¡LO MATASTE! ¡TÚ LO MATASTE! ¡¡¡LEORIOO!!!

— Les presentamos al nuevo criminal que huye de la justicia — entró diciendo Phinks — Kuroro Lucifer — y a sus espaldas entró Kuroro cargando el arma que robó de aquel policía.

— Mis respetos para este tipo — dijo Shalnark — se jodió a una docena de policías él solo.

— ¿Así que ese es tu nombres real? Kuroro — preguntó Uvog.

— Sí, ya pude recordar quién soy y de dónde provengo, pero aún no puedo descifrar quién pudo mandar una bomba a mi coche. — Kuroro ignoraba todavía algún indicio o recuerdo que le ayudara a descubrir al criminal.

— Es un gran avance, te recuperaste más rápido de lo normal. — felicitó Uvog.

— Eso quiere decir que ya puedes volver a tu casa — aconsejó Paku que también estaba feliz por él.

— No. No volveré. — dijo Kuroro en seco ahora cambiando de semblante, esa mirada tranquila y relajada por una de alguien con sed de venganza.

— Se los dije, ya le gustó este ambiente, se quedará — dijo con gusto Shalnark.

— Aunque tienes algo de razón, no es por eso que no quiero volver con mi esposo.

— ¿esposo? — se desilusionó Shizuku.

— Shizuku, se le notaba que bateaba por la izquierda desde que llegó — dijo Machi con su encantador humor negro característico.

— Emm... gracias, creo... el punto es que no puedo regresar hasta averiguar quién me mandó matar y porqué, además... — levantó el arma con gran confianza y ganas de matar — quiero darle las gracias personalmente.

— Así se habla, ¡Danchou! — Shalnark estaba contento y orgulloso de él.

— Sé que ya has recordado tu nombre pero escucha bien, estamos en deuda contigo por salvarnos y cumplir tu palabra, te ayudaremos en lo que pidas, para nosotros siempre serás Danchou. — dijo Phinks ofreciendo sus servicios para apoyar a Kuroro.

— Dinos lo que hay que hacer entonces, Danchou — Uvog también se había puesto a disposición del nuevo líder, Kuroro. Y este no dudó en dar su primera orden.

— Tomen sus mejores armas, hoy se acabó el hombre bueno, voy a recuperar lo que es mío, limpiare mi nombre con sangre.

KURAPIKA one ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora