﴾Una margarita﴿

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     Todo marchó bien durante los primeros años tras mi graduación. Creía haber encontrado mi vocación al empezar a publicar mis primeras columnas, pero de un momento a otro me estanqué. Por fuera avanzaba, seguía desarrollando las cualidades de mi máscara que mostraba de forma orgullosamente hipócrita para los lectores, pero por dentro el estancamiento era cada vez más profundo. Los éxitos no me llenaban, por más personas que atraían mis columnas cada vez más largas. Mis amistades eran aburridas y en términos amorosos, pues me iba de la mierda.

     ¿Cómo explicarlo? Es difícil.

     Se trata de una montaña rusa a la que te subes tantas veces que, después de la décima vuelta, deja de ser divertido e incluso bostezas en el giro más intenso. Tal vez así me dé a entender mejor, tal vez no, la verdad me importa una mierda si me comprenden, yo solamente vine por un whisky al estúpido pub.

—Oye, cara de orco —me llamó el siempre molesto bartender—. ¿Vas a estar ahí viendo al infinito toda la noche o piensas ordenar ya? Aquí no es guardería, o consumes, o te vas.

—Dame un whisky doble, sin hielo.

—Uy. ¿Alguien te rompió el corazón? ¿Tuviste un mal día o algo?

— ¿Vas a estar haciéndome preguntas o me vas a servir ya? Aquí no es lavandería de barrio pobre, a buscar chismes a otro lado —le respondí, mirándolo con odio mientras le devolvía sus ácidos chistes que siempre gastaba conmigo.

—Amargado elitista —escupió su insulto (y tal vez dentro de mi vaso) y me sirvió el licor.

     Lo recibí con amargura y no me lo tomé, sino que lo tragué de inmediato sin siquiera degustarlo como solía hacer con un buen whisky. Este era pésimo, pero en el sabor se notaba que el grado de alcohol era alto. Entre más rápido llegara la embriaguez, mejor.

—Otro —pedí y estampé el vaso frente a él.

     El segundo trago fue puesto frente a mí, pero esta vez el imbécil me lo entregó con una risa burlona, así que sospeché.

— ¿Estás sonriendo porque adulteraste la bebida o es que te parezco atractivo, imbécil?

—No caigo tan bajo como para drogar gente —respondió con saña—. Además, ni que estuvieras tan guapo como para querer llevarte a mi cama. Primero hazte una cirugía y luego hablamos.

— ¿Entonces por qué la risita? —Ignoré completamente su comentario sobre mi apariencia, pues hacía años que me dejaron de importar esas cosas. Yo me conocía perfectamente, ningún comentario así de inmaduro iba a ofenderme.

—Por nada —se encogió de hombros—. Pero a decir verdad, me llama la atención tu apariencia desesperada. ¿Estás nervioso por algo?

— ¿Y eso a ti qué te importa? —Tragué el whisky y luego le regresé el vaso—. Sírveme otro, pero ponle hielo esta vez

—Ya se te subió el alcohol, ¿verdad?

—Me agradaba más este lugar cuando lo dirigía el dueño, no uno de sus fracasados hijos estúpidos —le insulté adrede, mirándolo de arriba hacia abajo con toda la intención de juzgarlo.

—Si tan sólo el SIDA no lo hubiera matado —suspiró el chico. Al parecer logré lastimarlo.

     Bien, así iba a dejar de hablarme para poder hundirse en sus penas y servirme mi alcohol en silencio.

     Escuché la puerta abrir y cerrar, luego unas botas mojadas restregándose contra el tapete. Por un segundo sentí el frío del exterior, estaba cayendo un tempestuoso diluvio. Un pretexto más para no ir a casa pronto.

My Daisy Boy: a pornograph story || YOONMIN (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora