﴾Una duda﴿

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     El sábado llegó. Mis piernas temblaban cuando me di cuenta de lo cerca que estaba mi encuentro con el Chico Margarita.

     Mientras me depilaba pacientemente, mi mente vagó por las ramas hasta que terminé preguntándome un montón de cosas que no había tomado en cuenta antes. Cuando empecé a entrar en pánico, decidí escribirle al Chico Margarita.


Jimin

¿No eres un secuestrador?



Chico Margarita

No



Jimin

¿No vas a vender mis órganos?



Chico Margarita

No.


Jimin

¿No vas a venderme en la Deep Web? ¿No vas a obligarme a transportar drogas en el recto? ¿No vas a tomarme como tu esclavo sexual hasta aburrirte y matarme?




Chico Margarita

¿No vas a dejar de hacer preguntas estúpidas?

Jimin, no vengas si no confías en mí.

Te necesito completamente confiado para esto, no es sólo un acostón.



Jimin

Está bien.

Confío en ti, es que...

Esto es nuevo y me siento nervioso.

¿Puedo saber tu nombre?



Chico Margarita

¿Cómo me tienes agendado?



Jimin

Chico Margarita...

Ya sabes... eso pediste en el bar y tus besos sabían a eso.



Chico Margarita

¡Qué sexy! Es el apodo más lindo que me han puesto.

Me gusta... Sigue llamándome así y luego te diré mi nombre real.

¿Estás seguro de que quieres hacer esto?



Jimin

Sí, estoy seguro...



Chico Margarita

Bien, nos vemos a las 8:00 p.m. en mi hotel. No llegues tarde.



Jimin

Ahí estaré...

Ehm... ¿Chico Margarita?



Chico Margarita

¿Sí?



Jimin

¿Qué tipo de ropa interior te gusta?



Chico Margarita

Sorpréndeme.




     Bien, eso calmó mis inseguridades.

     De todas formas había alerta de riesgo pero...

     Si él fuera un asesino, un tratador, un psicópata que terminara por asesinarme... ¿Qué importaba si de todas formas mi vida no era tan colorida como para merecer vivirla?

     Pasase lo que pasase, ya mi mente cosquilleaba con la sola idea de pararme afuera de ese hotel y ver qué clase de loco me encerraría en esas cuatro paredes.

     Cuando dieron las seis, salí de mi casa porque estaba harto de permanecer ahí, simplemente esperando sin hacer nada.

     Mi cuerpo cosquilleaba, mis piernas se sentían tan bien estando lisas contra mi ropa. Hacía tiempo que no las llevaba así de limpias y tersas, tampoco me había depilado el pubis en mi vida. Caminando con toda esa ligereza bajo mi cuerpo, casi sentía que era prohibida la forma en que yo caminaba, con la confianza que realmente nunca tuve.

     Mi cascarón vacío se estaba llenando, paso tras paso.

     Fui al centro de la ciudad y me compré unas bragas negras de mujer, hechas de fino encaje con corte de cachetero. Ni siquiera me fijé en la marca o en el material, yo solo las compré porque me imaginé en ellas. Y mi mente retorcida empezó a idear toda clase de material pornográfico conmigo siendo el pasivo. Jamás había imaginado ese tipo de cosas.

     Y se sentía tan bien.

     Caminé hasta mi auto con una enorme erección palpitante y me fue difícil conducir hasta el hotel del Chico Margarita. Cuando llegué, estuve exactamente en el punto decisivo de quedarme o largarme para siempre.

     Quería retroceder en cuanto vi esos veinte pisos frente a mí, de pronto sentí vértigo de solo pensar que tenía que subir al piso diecinueve a enfrentar no sé qué cosa.

     Eran las 7:56 cuando bajé de mi auto. Las piernas me temblaban y estaba a punto de acobardarme.

     De pronto me dije:

     No deberías hacer esto. Es pornografía. ¿Te das cuenta de que vas a hacer pornografía con un desconocido? ¿Te das cuenta de que si alguien te reconoce, la reputación de tu familia se irá a la mierda? ¿Qué va a pensar tu hermana si se entera?

     Pero luego me respondí:

     Si alguien me reconoce en este material pornográfico, no creo que quiera contárselo a nadie. Es decir, estamos en Corea. ¿Quién va a querer admitir que ve porno gay en esta cultura retrógrada, solamente para delatar a una persona?

     Sabía que había otras posibilidades. Sabía que tal vez alguien podría enviar de forma anónima el material a mi padre, sabía que cualquiera que quisiera destronarlo de su éxito en la prensa amarillista, podía simplemente pasar por anónimo y su trabajo de deshonrar sería exitoso, pero decidí quedarme con mi último pensamiento para dejar de ser un cobarde.

     El tiempo se agotaba y si no subía, perdería la oportunidad de probar algo que se sentía exquisitamente prohibido. Yo ya había visto porno gay muchas veces, fantaseaba con los actores y toda la cosa. Pero ahora que podía hacerlo...

     Se sentía como estar soñando.

     Entonces, con la bolsa blanca de mi lencería colgando del brazo, subí hasta el piso diecinueve, habitación 1906, y toqué la puerta dos veces.

My Daisy Boy: a pornograph story || YOONMIN (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora