Tras dejar chorrear su orgasmo en mi piel, me besó y me levantó de la cama, llevándome al diván de cuero negro que estaba al pie de la cama. Justo ahí había quedado el vibrador que me hizo enloquecer, entonces presentí que lo usaríamos de nuevo.
—En cuatro —me ordenó.
Subí al diván y apoyé mis manos en la cama. Me sentía un poco cansado todavía por el orgasmo, pero todavía me quedaban energías para otro orgasmo.
—Voy a follarte con el vibrador adentro.
Oh... joder. ¿Podía esto ponerse mejor? No, a menos que sacara a alguien del clóset e hiciéremos un trío.
—Suena bien —me acomodé mejor en el diván, con mis piernas más firmes pues presentía que esto me iba a hacer temblar más que en mi primer orgasmo.
Sentí el objeto entrar nuevamente en mi recto con ayuda del frío lubricante. La sensación fue mucho más tenue porque ya estaba suficientemente expandido gracias a la rudeza de mi Chico Margarita.
Encendió el vibrador, volviendo a sacarme un espasmo. Pero lo estaba disfrutando mucho más.
Me apoyé más en la cama, ofreciéndole mis nalgas abiertamente. Estaba tan desinhibido que puedo jurar que meneé mi trasero de forma sugerente, como diciéndole: "ven por más, relléname".
Tomó mi trasero y sentí su glande expandirme lentamente. Ya no ardía en absoluto. Mis paredes se contrajeron al sentirlo entrar y seguro le gustó, porque gruñó de satisfacción.
—Cada vez que te embista, vas a sentir la vibración más fuerte —me indicó entre gemidos pequeños, luego se empujó más adentro y fue cuando mis ojos casi se salieron de sus orbes.
— ¡Mmgghh~! —Mi garganta se estaba desgarrando, el placer me abrumaba.
— ¿Sientes la vibración, Jiminnie? —Se volvió a empujar, haciéndome llorar y gritar nuevamente—. Oh, sé que sí. Yo también la siento... ¡Aah~! Me fascina tu culo apretado, eso es... sigue apretando... sigue gimiendo, grita alto para que te escuchen.
Sus palabras sucias hicieron nacer en mí la necesidad de mover mis caderas para demostrarle que yo también podía hacer algo, pero mis piernas temblaban y era casi imposible.
Se dejó chocar contra mis nalgas una y otra vez. Mi cuerpo estaba sudoroso, el cabello cubría mis ojos de lo desordenado que estaba quedando y seguro mi trasero ya estaba rojo debido a las embestidas.
Y me encantaba cómo me follaba. Esa idea del vibrador es lo más original del mundo, jamás lo había visto. Definitivamente él tenía razón: sabía bien cómo complacer a un hombre.
Estaba sintiendo que el orgasmo llegaría pronto, pero apreté la base de mi pene para impedirlo.
Él besó mi espalda y gemía maldiciones cada vez que yo apretaba, cuando el vibrador le tocaba el miembro o cuando yo llevaba mi mano hacia atrás para apresar sus bolas entre mis manos y obligarlo a que presionara con más fuerza dentro de mí. Me estaba rompiendo, seguramente no podría caminar sin cojear durante tres días, pero valía la pena.
Mis gritos agudos se mezclaron con sus gruñidos hasta que no pude más y me levante. Aún con su verga embistiéndome hasta hacerme dócil, me levanté y puse firmes mis rodillas en el diván, logrando quedarme levantado.
—Bésame, hyung —le pedí y volteé a verlo un poco. Él me tomó por el torso y empezó a besarme mientras tocaba mis pezones, mi abdomen, mi miembro durísimo y mis bolas, me recorrió de arriba hacia abajo.
De pronto quedamos inmóviles en el beso y las caricias. Fue cuando decidí tomar el control, moviendo mis caderas hacia adelante y atrás como jamás lo había hecho, ni siquiera cuando me masturbaba.
Supe que le encantaba porque mordió mi labio y me apretó contra sí.
—Quítate la camiseta —le ordené, esperanzado a que me hiciera caso—. Quiero sentirte.
Me miró por un segundo silencioso, luego se la quitó rápidamente sin la necesidad de desconectarse de mí.
Y así como estaba, de pie y con su mano rodeándome, dejé que mis caderas danzaran nuevamente para dejarme controlar cada movimiento. A él parecía gustarle, porque no hizo nada, simplemente se quedó disfrutando y gimiendo.
Apliqué tanta velocidad como pude. Quedé sorprendido con su respuesta, pues gritó un montón de maldiciones, me pegó una nalgada y dijo mi nombre. No sabía que yo era capaz de ser el autor de ese sonido tan sucio de las pieles chocando, pero era más posible que nada. El vibrador seguía haciéndome escocer placenteramente por dentro y yo me movía de modo que daba justo en el punto que quería tocar. Él, repito, se quedó disfrutando y fue lo que más me gustó.
Luego me agoté, por lo que dejé de moverme rápidamente, así que él me atrajo hacia él con su brazo. Su sudor se mezcló con el mío.
Ese sensual pecho que aún no podía ver de frente, se pegó a mi espalda y con eso fue suficiente para sentirme completamente enajenado por él. Luego me dio duro, mucho más que al principio.
— ¡Aahh, Jimin! —Me apretó y luego nos giramos al mismo tiempo para besarnos—. Jodes tan bien, Jiminnie.
Fuerte, duro, rudo y alucinante. Así era mi Chico Margarita mientras me follaba habiendo nula distancia entre nuestras pieles sudadas. Casi podía sentir cómo me ahorcaba para que le siguiera besando, para que me fundiera con él.
—Voy a llegar dentro de ti —jadeó, luego me aventó bruscamente en el diván y caí al pie de la cama, aún con el vibrador dentro de mí.
Tomó el cable y sacó poco a poco el objeto. Mi culo ya estaba tan dilatado que no fue difícil, pero lo hice complicado porque se sentía bien tenerlo dentro. Apreté mis paredes mientras él lo jalaba fuera de mí. Cuando por fin lo tuve fuera, sentí un alivio por el pequeño descanso que le dio a mi próstata.
Pero duró poco, ya que me apresó bajo su cuerpo, recostándose con el pecho pegado a mí, y volvió a meterse profundamente entre mis nalgas. Vaya que grité, no podía contener a mi garganta ni a mis instintos más simples.
Juro que lloré de placer. Juro que no podía ser más salvaje lo que él me estaba haciendo. Juro que jamás podría olvidar el tamaño justo de su verga dentro de mí, porque quedaría grabado en mi cuerpo para siempre.
Se aferró a mi espalda y se dejó caer repetidas veces dentro de mi culo sobreexcitado. De un momento a otro, volví a correrme sin siquiera avisarle. Sentí la humedad nuevamente en mi abdomen y también en mi trasero, debido al sudor.
—Me corro, Jiminnie —jadeó contra mi oreja y la mordió, obligándome a retorcerme y luego me besó con fuerza.
Sentí un calor peculiar dentro de mí, indicándome que había llegado. Gruñó y me abrazó tan fuerte que casi me asfixia, pero fue fantástico. Me penetró un par de veces más para terminar de derramarse dentro de mí.
Juro que, en todos mis años de vida, jamás pensé que hallaría tan placentero tener el culo lleno de semen.
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My Daisy Boy: a pornograph story || YOONMIN (+18)
FanficEl Chico Margarita era una gota de pintura rosa sobre mi lienzo gris, que coloreaba deliciosamente mis sentidos hasta convertirme en su esclavo, corroyéndome; colocando su bandera en mi inhóspito planeta, conquistándome. El Chico Margarita volteó m...