﴾Otra margarita﴿

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—Sírveme una margarita también, Kim —le pedí al imbécil sin quitar mis ojos del chico junto a mí.

     El Chico Margarita y yo intercambiábamos miradas misteriosas que no podía descifrar si era interés sexual, tal vez una curiosidad sobre nuestros rostros poco iluminados, o si iba a decirme "tienes un grano en la frente".

     Pero mirarlo no era nada desagradable.

     El contacto con las personas me daba igual, podía verlas por minutos ininterrumpidos y no me perturbaba recibir lo mismo. Estaba acostumbrado a ser observado y, a decir verdad, me inflaba el ego saber que todos tenían su vista en mí cuando yo llegaba al edificio de mi padre, despampanante como siempre y siendo el éxito entre los mortales.

     Pero al ser observado por él, se sintió diferente.

     No fue amor a primera vista, yo no creo en esas cursilerías, simplemente fue una curiosidad singular. No me inflaba el ego, no me provocaba una erección aunque sí podía imaginarlo en varias escenas sexuales, suaves y rudas. Era simple curiosidad por ver un poco más de su rostro, pues sus profundos y castaños iris me decían que él no era una de esas personas vacías que me rodean, y mucho menos tan vacío como yo mismo. Me veía como si tuviera un secreto oscuro o muchas aventuras por contar. O como si estuviera interesado en traspasar mi caparazón para descubrir mis más profundos secretos.

     Perdía su tiempo si hacía eso, pues sólo hallaría cenizas y mierda.

—Entonces yo quiero un whisky en las rocas —pidió el Chico Margarita mientras Taehyung trituraba el hielo de mi bebida.

     Sonrió de lado nuevamente, haciendo más oscuro su mirar.

—Yo te lo invito —le sonreí de vuelta e intenté imitar su expresión.

     Ahora sí era claro el coqueteo y, una vez que analicé brevemente los detalles de su rostro, las intenciones sexuales afloraron de forma instantánea, como un extraño clic. Lo quería en mi cama lo más pronto posible. No sabía si era el alcohol que estaba desinhibiéndome, o era que mis atrofiados instintos estaban reaccionando al chico de la margarita. Pudo ser un poco de ambas.

     Chico de la margarita...

     Chico Margarita...

     Follándome al Chico Margarita...

     En mi mente, ya me lo estaba follando duro y perturbábamos a mi vecina con los golpes del respaldo contra la pared y sus probablemente exquisitos y graves gemidos. Ya lo había azotado y hecho trizas con mis embestidas. Ya lo había hecho llorar de placer y pedir por más. Ya su cara estaba preparada para recibirme y él se masturbaba mientras yo tiraba toda mi leche sobre su boquita abierta.

     Habían pasado tal vez cuatro o cinco años después de mi última vez con alguien, la cual fue con una mujer y no la pasé muy bien. No sabía por qué, pero a mis apenas veinticuatro me di cuenta de que me gustaban más los hombres. No fue un descubrimiento alarmante, algo dentro de mí lo supo por años, pero nunca lo había aceptado hasta entonces.

     Pero ahora, con veintisiete años y montones de intentos fallidos donde ni siquiera hubo sexo (sí, soy un jodido virgen promiscuo), esto era como una especie de milagro.

—Sus bebidas, maricones —dijo el imbécil de Taehyung y puso la margarita frente a él, el whisky frente a mí, generando cierta tensión. Teníamos que cruzar nuestros brazos para tomar las bebidas, invadir el espacio del otro, acercarnos mucho más...

     Idiota. Si algún día veo a Namjoon, me aseguraré de decirle que su hermano es un caos administrando el pub.

     Ni siquiera tomé mi margarita por miedo a acercarme, así que él empezó a beberla y yo hice lo mismo con su whisky. La tensión aumentó mientras los vasos se iban vaciando. Oscilamos entre observarnos, sonreír, beber, agachar la cabeza al sonrojarnos y volver a lo mismo hasta que nuestros vasos quedaron limpios. Bebimos en silencio tal vez dos o tres rondas más hasta que...

     Hasta que hubo un momento en que nuestras miradas comunicaban lo mismo: deseo de tocarnos. Uno demasiado intenso y casi insoportable. Así que, en silencio e ignorando al estúpido de Taehyung echándonos miradas de "ya bésense, idiotas", pagué la cuenta, tanto la suya como la mía, y nos levantamos de los asientos yendo curiosamente al mismo rumbo: el baño.

     En un abrir y cerrar de ojos, ya estábamos besándonos y ni siquiera pude darme cuenta de quién empezó la guerra de lenguas y roces.

     Sus besos eran frenéticamente deliciosos, me atacaba constantemente con esos labios tallados por los dioses, impidiéndome tomar el control por la posición en la que me tenía: acorralado en una esquina del solitario baño, con las manos bien afirmadas sobre mi cabeza. Era de mi misma complexión, pero mucho más fuerte definitivamente; su cuerpo era fornido, a pesar de ser pequeño, y nada parecido a la primera impresión que tuve de él: exquisito y delicado como una flor. Cada vez que metía su lengua en mi boca, iba desvistiéndose de esa fachada de fragilidad, dejando salir a un Chico Margarita demasiado salvaje.

     Y me gustó ser sometido por él, sentir su fuerza penetrar en mi ser.

     Me encantó.

     Ya estaba duro y caliente, esperanzado en que follarme a ese chico sería lo más novedoso que haría en mi monotonía. Tal vez el sexo casual e intenso era lo único que necesitaba para salir del estancamiento, aunque fuese por un momento.

     Deseaba que este no fuera solo un intento fallido más. Deseaba que de verdad termináramos desnudos en mi cama y con intenciones de continuar. Deseaba que él no me rechazara a la mitad del faje, al igual que los demás...

     De verdad ansiaba algo así. La necesidad de buscar algo diferente era una tortura constante que jamás terminaba porque todo era horriblemente gris y plano, hiciera lo que hiciera.

     Pero él, el Chico Margarita, era una gota de pintura rosa sobre mi lienzo gris, que coloreaba deliciosamente mis sentidos hasta convertirme en su esclavo, corroyéndome; colocando su bandera en mi inhóspito planeta, conquistándome. O al menos así se sentía mientras lo besaba y le dejaba restregarse contra mi entrepierna. Pude notar que tenía un miembro bien dotado, pues le hacía competencia al mío en cuanto a dureza y alcance.

— ¿Jimin? —jadeó contra mi boca y bajó sus manos hasta que las sentí meterse bajo mi camisa, rozando mis costados hasta sacarme un jadeo.

—Sí quiero —dije sin más y llevé mis manos hacia su pantalón, palpando su hombría endurecida—. Vamos a mi casa, ahí estaremos tranquilos.

—E-Espera, Jimin —me detuvo, lo miré a los ojos con cierto miedo de haber quedado como un promiscuo estúpido. Retraje mi mano de pura vergüenza y pude sentir cómo me tornaba flácido de allá abajo.

— ¿Qué pasa? —Pregunté a voz quebrada—. ¿No querías follar?

     Entonces sentí mis mejillas pasar de un rojo excitación, a un rojo vergüenza.

     La había cagado por completo.

My Daisy Boy: a pornograph story || YOONMIN (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora