﴾Un final cliché﴿

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— ¡Te dije que guardaras la leche anoche, Yoongi! —Le grité, pero él solo se reía de mí.

     Era el tercer cartón desperdiciado esta semana.

—Sabes que tengo mala memoria, deberías encargarte tú de la leche y yo de las reparaciones de la casa.

—Como sea —le torcí los ojos—, espero que al menos no hayas olvidado qué día es hoy.

—Eso jamás —se levantó del taburete y corrió hasta que se estampó contra mi cuerpo, casi tirándome al suelo.

     Pero fue un gesto demasiado torpe y tierno. ¿Cómo podía enojarme con él?

—Un día como hoy, pero hace cinco años, hicimos nuestro video porno —me besó la mejilla y acarició mi cabello.

     Su aliento apestaba porque se acababa de levantar, pero su calor seguía siendo tan bien recibido por mi cuerpo que eso no importaba.

—Feliz aniversario, Chico Margarita —le besé la nariz y la arrugó. Mi aliento también apestaba.

—Feliz aniversario —me abrazó y aspiró en mi cuello—. Si no tuviéramos vidas tan buenas en este momento, te pediría que grabáramos otro video.

—No me molestaría —coqueteé y lo abracé por la cintura—. En mi trabajo ya saben quién soy, bromean sobre ello y no me molesta.

—Pero yo no quiero que nadie te vea gemir. Solo yo puedo gozar de ese privilegio.

—Uy, hubieras sacado esos celos antes de publicar el video. ¿No crees? Ya medio mundo sabe cómo gimo y cómo me muevo.

—De todas formas —gruñó y me mordió la barbilla—. Ya no quiero más porno, eso dejó de importarme desde que te tengo.

—Eso es muy cliché —sonreí—. Pero me gusta.

     Y hablaba en serio.

     Yoongi y yo empezamos una nueva vida y, aunque dolió para ambos dejar Corea atrás, sentimos que la decisión fue la mejor.

     Todos allá empezaron a preguntarse dónde estábamos, pero nosotros jamás respondimos nuestros teléfonos. Yoongi solamente se comunicó con el tal Jungkook para decirle que las ganancias de los videos podía quedárselas como compensación, además le pidió que colgara un mensaje en sus redes sociales, donde dejara todo ambiguamente establecido, fingiendo una misteriosa desaparición y explicando el problema de su identidad. Eso fue dos días después de que aterrizamos, desde entonces no ha vuelto a tener comunicación con nadie allá. Y yo tampoco.

     ¿Y cómo? Nos odiaron por completo, sintieron vergüenza de nosotros, nuestros padres desearon habernos abortado, nuestros "amigos" solo decían que éramos unos pervertidos inmorales, indignos de vivir en el país. Por ello fue que no nos importó dejar todo atrás. Ese día, cuando Yoongi soltó la bomba, supimos que solamente nos necesitábamos el uno al otro para sobrevivir.

     Y, en cuanto aterrizamos en Nueva York, cambiamos completamente de vidas.

     Yo, que siempre dudé de poder escribir algo más allá de la moda, terminé trabajando en el New York Times. Tenía mi propia columna sobre cultura y libros, a veces hasta me mandaban a entrevistar a un par de escritores.

     Yoongi, por su parte, fue contratado rápidamente en una disquera donde empezó a ayudar a jóvenes artistas en la producción de su música. Decía amar su trabajo: tras bastidores y donde nadie pudiera verlo. Al parecer se hartó de ser observado.

     En nuestras nuevas vidas, nadie nunca nos juzgó más allá de nuestros ojos rasgados. Nadie nunca nos hizo sentir incómodos, nadie nunca nos obligó a vivir dobles vidas, porque, según Yoongi, habíamos logrado deshacernos de esas molestas máscaras que tanto nos hacían sufrir.

     Dolió, por supuesto, pero puedo asegurar que jamás fui tan feliz, a pesar de que hemos tenido altibajos por habernos enamorado y, a la par, quedarnos a vivir juntos tan rápido.

     Cuando Yoongi me confesó que me quería, estábamos comprando una nueva cama en la mueblería. Él insistió en que debíamos tener una sola, porque de tener habitaciones separadas... ¿Cómo iba a soportar dormir sin mí? Quedé en shock por un momento, todos en la mueblería se me quedaron viendo extraño, pero luego le correspondí a eso con un abrazo efusivo, como si fuera un niño pequeño.

     El Chico Margarita de verdad había volteado mi mundo de cabeza. Lo que solo era una mancha rosa en mi lienzo gris, un instante que estaba determinado a extinguirse cuando las cámaras se apagaran, de pronto se transformó en una oleada de distintos tonos vivos y felices, a pesar de que todo pasó demasiado rápido.

     El Chico Margarita solo tuvo que lanzar una moneda y eso nos llevó a encontrarnos.

     Pero no solo a encontrarnos físicamente, sino a encontrarnos a través del sufrimiento que pasábamos, encontrarnos para darnos cuenta de que había una salida, de que no estábamos solos y no volveríamos a estarlo.

     Tal vez solo nos encontramos por casualidad o tal vez los juegos del destino nos movieron para terminar así, pero sea cual fuere la razón, no me arrepiento de todo esto.

     No me arrepiento porque el Chico Margarita es, y será por un largo tiempo, el único que ha podido leerme entre líneas.

     Es quien me ayudó a que mi montaña rusa no fuera aburrida nunca más, a que mis días tuvieran sentido, a que recobrara el gusto de vivir mi vida de una forma despierta, consciente y completamente genuina.

     Si pudiera volver en el tiempo, con la oportunidad de volver a vivir mi vida, definitivamente volvería a pedir una margarita.

My Daisy Boy: a pornograph story || YOONMIN (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora