Capitulo 5

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[Guarida – Parte 2]

La vida con los weres era demasiado diferente y extenuante. Todos los días antes de que fuera las 6 am debían estar levantados, movilizándose como una colonia de hormigas. Y yo no era la excepción, aunque debería estar acostumbrado a este tipo de rutina, el que me trataran como “el prisionero humano” no era demasiado agradable y el que los mismos weres me excluyeran de las actividades, alejándome lo más posible de ellos tampoco ayudaba mucho.

Al menos Charlie era mi amigo, o eso parecía cada vez que me saludaba. Porque si saludaba a alguien detrás de mí sería la peor humillación de mi vida. Eso era lo máximo de contacto amigable que tenía entre la manada, porque los demás me ignoraban y me lanzaban duras miradas, Kadar entre ellos.

Desde el primer día, me había dado cuenta que era un hueso duro de roer, pero jamás imagine que tendría que usar un marro para romper esa barrera, aunque el parecía más enfocado en mantenerla a su alrededor. Su hermano menor, Kaden, era otra historia, incluso me había sonreído y levanto su pulgar hacia mí. 2 de 150 weres no estaba nada mal.

El Alfa y el Beta no pasaban demasiado tiempo con la manada, a menos que tuvieran que hacer un anuncio o hacer una revisión de labores, en las que tenía que permanecer al final de toda la línea. Normalmente les tomaba unos minutos realizarlas y la mayoría de las veces las hacia Alo, el Beta.

Me tocaban las cosas más absurdas, conseguir una piedra de la montaña vecina, conseguir un poco de agua de lluvia, esperando a mitad de la tormenta, rezando por no convertirme en el blanco de algún rayo furtivo. Era más un conseguidor, mi ayuda no era necesaria, solo buscaban algo con que entretenerme, y no iba a protestar porque estaba en su territorio, bajo su techo. Me di cuenta desde el primer segundo que me habían puesto a enumerar cuantos granos de frijol tenían en cada costal.

Otra cosa que me había dado cuenta de la manada era que todos eran muy unidos. No había un yo, era un todos, tampoco el mío, era un nuestro. Aunque obviamente yo no formaba parte de ese TODOS o ese NUESTRO. Me hacía sentir desplazado, pero ¿Qué podía hacer?

Dios, esta autocompasión no iba bien conmigo, la odiaba, pero era verdad que era un extraño y un intruso entre ellos, sin embargo eso no les daba la autoridad de tratarme de esa manera. Perros pulgosos, dije para mí mismo, molesto.

No todos los miembros de la manada permanecían en la Guarida y existe un orden establecido de acuerdo al género. Los hombres (machos) se encargan de cuidar a la manada, turnándose y haciendo vigilancia, son los guerreros y los únicos que deben luchar. Las mujeres (hembras) por otro lado, se encargan de la cacería, conseguir la comida para los demás, que son los niños y los hombres. Alguna vez había leído algo parecido en un libro de Ciencias Naturales de mi abuelo, era una estructura que ellos mismos establecían jerárquicamente.

Otra razón por la cual odiar más a estos sujetos. Si quieres comer tendrás que cazar, ¿estaban dándome alguna indirecta? Solo debería salir por la puerta principal y no mirar atrás, eso sería mejor y nadie lo notaria. Pero esta estaba 4 pisos arriba. Ahora mismo me encontraba en el fondo de la Guarida.

La vista era impresionante y a la vez atrayente. Era una obra arquitectónica la forma en la que unas garras y dientes podían construir semejante lugar. Claro, que también habían utilizado herramienta de excavación y mucho tiempo, aunque seguía siendo algo asombroso.

Labios Helados, Lengua CalienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora