Capitulo 7

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[Guarida – Parte 4]

Después de asearse, y cambiarse de ropas. Trato de enfriarse un poco la cabeza. ¿Qué diablos había pasado? Y sobre todo ¿Por qué Jason Snyder? Considerando que no había manera de que el Alfa Randolph pudiera acostarse con nadie solo porque sí en la vida real, mucho menos tener un sueño húmedo como un adolescente víctima de las hormonas.

Se puso las botas negras de agujeta y salió de su habitación, donde aún estaba impregnado el aroma de su semen. Diablos, pensó. Tendría que asegurarse de que limpiaran el cuarto, pero la única persona que no era afectado por la excitación de un were era la causa de ella; el humano Jason Snyder.

Camino por el pasillo, bajando los escalones de a golpe como una tromba. Quedándose frente a Alo, quien ya le seguía el paso cuando lo vio pasar.

-       Alfa, buenos días. – dijo en tono respetuoso, Randolph lo miro por el hombro, al parecer algo estaba mal, las manos juguetonas de Alo siempre le indicaban eso. Malas noticias.

-        Buenos días, Alo. ¿Qué sucede? – girándose, saludo a varios miembros de la manada que ya estaban en movimiento de un lado a otro comenzando el día.

-       La Cacería. – apretando los labios en una mueca, miró fijamente al Alfa - Tenemos un problema con ella.

-         ¿Qué clase de problema? – levanto una ceja, sin dejar de caminar, Alo se mantenía cerca, pero a una distancia considerada.

-         Los vampiros aún siguen en la zona. No es seguro salir fuera de la Guarida, pero nos estamos quedando sin alimentos. ¿Qué debemos hacer? ¿alistamos el grupo de caza o esperamos hasta que se vayan? Lo cual puede tomar mucho tiempo.

-         ¿Qué dijo Abby? – necesitaba una segunda opinión y Abby era la indicada para ello, después de todo ella lideraba a las hembras de la manada.

-         Que aún quedan provisiones para una semana más, pero que puede ser menos tiempo.

-         ¿el clima?

-         Ha dejado de llover.  – Randolph inhalo profundamente, deteniéndose un segundo, Alo a su lado lo observaba, hasta que rompió el silencio y miro a su Beta, esbozando una pequeña sonrisa.

-         Entonces, diles que se preparen. El sol ha salido y nosotros también lo haremos. Hay que comer, ¿no?

-         Entendido, alfa.

-         ALO. ESPERA. - Lo detuvo agarrándolo del hombro, este se giró confuso, no era propio de él tocar a las personas, por eso su distancia con los demás - Tengo algo que pedirte. – diciendo lo último como un susurro. Apenas pudo escucharlo Alo cuando lo dijo. Era demasiado decirle toda la verdad, solo le diría una parte.

-         ¿Qué cosa, alfa? – lo miro confundido, recomponiendo su postura con los brazo a los costados y el mentón arriba, Randolph era más alto que Alo por unos cuantos centímetros, pero el ser ya alto no favorecía demasiado su cuello.

-         Que nadie, escúchame bien, NADIE entre a mi cuarto. – apretando los puños y encogiéndose de hombros, casi para decírselo en la oreja y que nadie más pudiera escucharlos.

-         Entendido, pero ¿Por qué?

-         No preguntes. – volvió a erguirse como el enorme hombre montaña que era, viendo hacia abajo con expresión seria hacia su Beta.

-         Esta… bien. ¡ESPERA! – olfateándolo levemente, hasta encontrar la fuente del ahorma metido dentro de su bolsillo, lo saco y lo olfateo más fuerte, apartándose rápidamente – esto es… Randolph, no me digas que tu… - sus ojos se entrecerraron, y sus cejas se fruncieron en una extraña expresión sorpresiva.

Labios Helados, Lengua CalienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora