Capitulo 6

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[Guarida – Parte 3]

Era casi más de media noche, pero aun escuchaba que alguien estaba en la cocina. El aroma de la carne sobre las brasas era delicioso para sus fosas nasales. Debía de admitirlo que ser un lobo ponía un énfasis en ser un completo carnívoro. Las luces del comedor estaban apagadas, a excepción de la cocina. Donde se veía movimiento de un lado a otro, el aceite flameando hasta el techo, podía escuchar la carne cociéndose, casi haciéndole agua la boca, pasó su lengua regresando la saliva dentro de su boca.

Camino a través de la hilera de mesas, con mucho cuidado para pasar desapercibido. A lo mejor alguien trataba de tener preparada la comida del día siguiente, pero ¿Quién? Olga estaba completamente dormida, los ronquidos que salían de su habitación le indicaban eso fuerte y claro. Así que ¿Quién?

El aire tenía impregnado una dulce fragancia, haciendo que el aroma de la carne se viera debilitado, parecía que esa esencia era más fuerte para los sentidos olfativos de Randolph. Por una fracción de segundo, juraría que había olfateado algo mas como hierbas, un olor similar al de las hojas en otoño, pero eso era imposible. Lo que más debería de olor seria a tierra y a carne cocida.

-         Huele delicioso, ¿Qué estas preparando? – vio como el humano saltaba de la impresión, casi soltando el gran cucharon entre sus manos. Suspiro profundamente, controlando su palpitación, paso su mano por sus cabellos café avellana y miro a Randolph con ese par de ojos verde manzana, no tan oscuros como los de Charlie.

-         Ah, hola Alfa Randolph. Las chicas de la manada atraparon un ciervo y me pidieron si podría cocinarlo. No querían probar vísceras de nuevo.

-         ¿sabes cocinar? – eso era algo nuevo, ¿Cuántas otras cosas más sabría hacer este chico? Era una caja de sorpresas.

-         Unas cuantas cosas. Además, hoy me tocó trabajar en la cocina, junto a la cocinera Olga y sus dos fortachones pela papas. – una sonrisa se dibujó en su infantil rostro. A pesar de saber muy bien la edad de Jason, aun parecía ser menor de 2o años, rebosante de energía y carisma juvenil.

-         Eso es un nuevo apodo. ¿y que preparas? – tratando de echar un vistazo a lo que había en el fuego. Jason se giró, dándole la espalda, aun sonriendo.

-         Estoy haciendo un estofado. – respondió, metiendo nuevamente el cucharon dentro de la olla de barro, la movió lentamente al ritmo de las manecillas del reloj.

-         Se me hace agua la boca. – dijo el Alfa, acercándose un poco más para inhalar el delicioso aroma del guisado, pero sintiendo perder el control de sí mismo se detuvo a pocos centímetros del cuello del humano. La misma esencia dulce se presentó frente a su aguda nariz, mareándolo un poco por el suave tufo, era el aroma natural del humano. Su cuerpo era el que despedía ese aroma a hojas secas y humedad, el cual estaba volviendo loco al instinto animal de Randolph. Cubrió el cuerpo del humano, por ambos lados, colocando ambas manos sobre el borde del fogón, dejándolo sin escapatoria.

-         Tranquilo, Alfa. Estará listo en poco tiempo – trato de empujarlo un poco hacia atrás, para apartarlo, pero cuando lo hizo sus cabellos se movieron levemente, liberando más de esa cautivadora fragancia, no pudo evitarlo, su cuerpo reacciono solo y enterró su nariz entre las hebras castañas, inhalando profundamente hasta sentir la punta de su nariz tocando la suave piel del cuello de Jason, haciendo que se estremeciera ante el aire que soltó de sus pulmones - ¿estas oliendo la comida o a mí? – su voz tembló, no de pánico, sino por el toque de Randolph.

Labios Helados, Lengua CalienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora