Capítulo 1 - El Pasado.

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Bogotá, Colombia, 08:00 a.m.

Las cosas para Natalia Afanador solían ser blancas o negras, su manera de ser era ordenada y por sobre todo, fiel, la chica se caracterizaba por ser leal con sus amigos, cariñosa y muy atenta; la gente solía decir que Natalia tenía un corazón de oro, quizás era un blanco demasiado fácil para engañar y era demasiado propensa a que le rompieran el corazón, pero lo que estaba claro, era que esa chica encantaba a cualquier persona que conociera. Para nadie fue una sorpresa cuando la hija del político Leonardo Esguerra se dijo enamorada de la castaña, tampoco fue sorpresa que Camila, con su carácter controlador se propusiera a conquistar a la muchacha, a tenerla bajo cualquier precio.

— ¿Para dónde se supone que vas Camila Esguerra? — Preguntó el hombre de cuarenta y tantos; él sabía que su hija podía ser de temer cuando una travesura se le atravesaba por la cabeza.

—Tengo cosas que hacer. — Rezongó fastidiada la pelirroja.

—¿Cosas que involucran a esa estudiante de la universidad pública? ¿No es así?

—¡¿Qué demonios?! — El hecho de que su papá supiera eso solo podía significar una cosa. — ¿Has mandado a tus malditos gorilas a seguirme Leonel?

—¡NO ME HABLES ASÍ! ¡SOY TU PADRE!

—¡ENTONCES COMPÓRTATE COMO TAL!

—Si tiene o no tiene que ver con ella, no es de tu maldita incumbencia. —Gruñó la chica de mala gana. — Ya soy lo suficientemente grande como para decidir por mí.

—Ella no está a tu altura Camila, no es de tu misma clase social.

—No me importa, ya dije que ella sería mía. — Incluso al tomar su ropa la muchacha se veía déspota y dominadora. — Y ni tu ni nadie va a impedir que sea mía.

El portazo que dio caló en lo hondo en el corazón del político, pero definitivamente no era por el bienestar de su hija, más bien, su preocupación recaía en la mancha que esa muchacha supondría en su carrera política, su desagrado estaba en el hecho de que Natalia Afanador no tenía cabida en el cuadro de familia perfecta que quería vender al país.

Camila por su parte, iba con una sonrisa plasmada en el rostro, había tenido la idea más genial del mundo para que la chica por fin le hiciera caso y estuviera rendida a sus pies, iría a su universidad a esperarla con un hermoso ramo de rosas blancas, incluso había ensayado un pequeño discurso, algo así como que las rosas eran solo tenían el mínimo de la belleza que ella, o algo así había escrito el encargado de prensa de su padre; a eso de 20 minutos de larga espera, la pelirroja pudo ver a esa distraída muchacha salir por la puerta principal, quien venía mirando hacia el horizonte mientras suspiraba.

—¡NATALIA! — La pelirroja no tuvo reparos en ser lo más escandalosa posible para llamar su atención.

La castaña se tensó por completo al escuchar esa voz, girándose con pesadez para encontrarse de frente con un gigante ramo de rosas. — Camila Esguerra. — Su mirada no demostraba gran felicidad. — ¿Qué haces aquí? ¡Otra vez!

—Estas rosas, aunque hermosas, no son ni míni... — La mano alzada de Natalia cortó el discurso de la chica.

—Por favor, no lo intentes.

—Natalia, por favor, sal conmigo, solo una vez. — El tono de voz demostraba que la chica estaba un poco irritada por el rechazo. — ¿Es que acaso no sabes quién soy?

Natalia sabía que, si no paraba de inmediato esa actitud de mierda de la chica, esta se creería la dueña del mundo, de su mundo y se tomaría atribuciones que no le corresponden. — Precisamente, sé quién eres y sé de quién eres, también sé con claridad que eso que pretendes decirme, como vano intento de conquista, te lo pauteo algún jefe de prensa o quizás, el escritor al que le envían los discursos de tu padre, sé que, de esas palabras pauteadas, ninguna te pertenece, es por eso por lo que no salgo contigo.

Ahora que te encontré - (Ventino) [Naca]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora